sábado, 15 de septiembre de 2018

El matemático fascista

 

La zona de El Piul y El Campillo en 1956.
 
Los proyectos totalitarios dejan su impronta indeleble en el paisaje. El fascismo se concibe como todo un proyecto de ingeniería social, que necesita de técnicos cualificados para llevarlo a cabo. Dos paisajes de mi pequeño mundo han sido modelados por este tipo de gente. El primero de ellos, conocido hoy en día como Ribeira Sacra, no se puede entender sin el economista y banquero Pedro Barrié de la Maza y Pastor (1888-1971). Amigo íntimo de Franco, financió su Cruzada y a cambio recibió el monopolio de la explotación hidroeléctrica en los cauces del Miño y del Sil. Usó mano de obra esclava republicana, destruyó el patrimonio cultural milenario de esa tierra, expulsó a la población local, modificó el paisaje a una escala nunca vista, con embalses como Belesar (el orgullo de España, en palabras del dictador, 1964) y recibió el título de Conde de FENOSA. Por supuesto, se hizo multimillonario. El otro paisaje destrozado por fascistas es el entorno de mi ciudad, Pontevedra, en donde se construyó la factoría de ENCE (Empresa Nacional de Celulosas). Gracias a la moratoria concedida por el último gobierno de Mariano Rajoy (pontevedrés para más INRI), la fábrica seguirá soltando su hedor irrespirable, continuará machacando la ría y perjudicando la salud de la población pontevedresa. Uno de los consejeros, jefazos de ENCE en esa época, fue Dionisio Martín Sanz (1909-2002), viejo conocido aquí, en Rivas Vaciamadrid. Estudiante en la universidad de Valladolid en los años 30 se incorporó a las JONS de Onésimo Redondo. Estos fascistas bisoños, reconvertidos en matones de Facultad, no se dedicaban precisamente a tomar apuntes.
 
La misma zona en la actualidad.
 
Este ingeniero agrónomo fue uno de los responsables de la infame y criminal política de autarquía impuesta al pueblo español por el nuevo Régimen. Muchos colegas de profesión, republicanos, se exiliaron y contribuyeron, ellos sí, al desarrollo agrario de Chile, Uruguay, Argentina o México. Aquí se quedaron tipos como Dionisio. Empresario y terrateniente, con latifundios en Andalucía, se lucró con la dictadura. En la visita de hoy, al explicar los silos medievales que hemos documentado dentro del recinto de la Casa de Peña Blanca, nos acordamos de él. Fue el fundador del Servicio Nacional de Trigo, la entidad que mudó el paisaje de la Meseta Norte y de otras zonas del Estado. Desde entonces, los gigantescos y monumentales silos rivalizan con los campanarios de los deshabitados pueblos de la España cerealera, la España vacía. Camisa vieja, criticó los planes de desarrollo de los tecnócratas del OPUS, si bien no tuvo inconveniente en beneficiarse de ellos. En 1962, por cuatro duros, se hace con una megapropiedad entre la orilla del Jarama y el macizo del Piul. Ahí pretendió llevar a la práctica su teoría de la Economía Política Espacial. Porque este teórico era tan genial que desarrolló incluso una explicación matemática del nacional-sindicalismo (sic). Hay que reconocerle su habilidad para los títulos rimbombantes: La Planificación Española en la Olimpiada de las Ideologías es magistral. En 1963 desmanteló esta zona fértil, con el empleo de maquinaria extranjera. El allanamiento conllevó el acopio del material en las vaguadas ubicadas entre los cortados del Piul. Nuevos vertederos fueron transformando la topografía de la zona. Así mismo, como si fuese ganado, trasladó a jornaleros de su latifundio de Jaén a esta zona, en donde construyó viviendas, hoy desaparecidas. Lo que nos enseñan los silos de la casa de Peña Blanca es la instauración de un exitoso modelo campesino de explotación racional, intensivo y sostenible, de la vega del Manzanares y del Jarama, durante siglos. Este especialista en productividad, enviado de la Modernidad (en 1936 publicó un artículo sobre el cuidado cultural de las plantaciones de remolacha)  acabó con todo esto. Los deshechos contaminaron el nivel freático. Pero ni corto ni perezoso, vio en el metano generado otro posible nicho de mercado. La extracción de áridos acabó de modelar este nuevo paisaje.
 
 
Dionisio fue un fascista de tomo y lomo toda su vida. Fue uno de los procuradores en Cortes que votaron en contra de la Ley de Reforma Política. Era tan facha que dimitió de la directiva de FET y de las JONS cuando el Jefe Nacional, Diego Márquez, se negó a llevar la corona a Franco el 20-N junto a la de José Antonio. Aún en los años 80 reunía en su despacho a un residual partido neofranquista denominado Unidad Nacional.
No podemos entender el paisaje del macizo del Piul y su entorno sin este personaje, tan preocupado por los problemas del campo español. Entre los vertederos, en cuevas y abrigos rocosos, sobrevivieron familias excampesinas y jornaleras que se quedaron sin nada en la década de 1960, gracias al buen hacer de estos salvadores de la patria. Le faltó tiempo para venderles seguros de vivienda. Dionisio, nuestro Dioni, fue presidente de MAPFRE. Todo fuera  por España y su revolución nacional-sindicalista.
 
Por gentileza de la Fundación Francisco Franco.
 
Referencias.
Camprubí, L. 2017. Los ingenieros de Franco. Barcelona: Crítica.
 
De Pablo Tamayo, Francisco J. 2002. Historia de Rivas-Vaciamadrid. Ediciones Publirama. Págs. 190-192.
 
Eyré, A. 2013. Belesar. O orgullo de España. A Coruña: Hércules de Edicións.

1 comentario:

Unknown dijo...

Alucinante...., muchas veces pienso cuantas cosas habrá debajo del agua del mar.... a medida que puedo robar tiempo al tiempo para leer sus artículos voy pensando, "cuantas cosas habrán debajo del manto negro, denso, espeso de fascismo desde el 1939 hasta hoy... que siguen los mismos agarrando con fuerza unas riendas enmohecidas, tétricas y temibles..."