Proyectil de 105 mm con espoleta francesa sin explotar frente a los parapetos republicanos
¿Cuánto tarda uno en acostumbrarse a convivir con las balas, la metralla, la sangre de los camaradas muertos? Posiblemente sea imposible acostumbrarse. Pero al mismo tiempo se acaba creando una intimidad con la violencia que sería lo más parecido a una cotidianidad.
Los brigadistas del Edgar André que lucharon en la Casa de Vacas no tuvieron mucho tiempo para acostumbrarse a las balas. Fueron arrojados casi de golpe al frente y permanecieron en la trinchera durante una semana. Una semana de ataques casi continuos, de artillería, morteros y fuego de fusil y ametralladora.
Los restos que encontramos para nosotros sí se convierten en una cotidianidad, que quizá refleje otra experiencia, más extrema, de monotonía. Las incontables guías de Enfield, las docenas de casquillos, los cientos de fragmentos de metralla dejan de ser una novedad emocionante y cada nuevo hallazgo acaba representando simplemente un dato más que registrar.
Pero de vez en cuando hay un descubrimiento que renueva la emoción y vuelve a traernos la guerra al presente. Hoy hemos encontrado, a 30 metros de las trincheras que excavamos, una granada de artillería de 105 mm de calibre y 12 kilos de peso. Por la trayectoria es evidente que procede de las líneas sublevadas y su objetivo eran las de las tropas republicanas. Seguramente rebotó en el suelo arenoso y se hundió con un golpe seco. Quizá algún brigadista respiró con alivio. Muchos otros 105 sí explotaron, vista la gran cantidad de metralla y espoletas que encontramos en la trinchera y sus alrededores. Este, con su espoleta montada y la carga intacta, es hoy tan potencialmente destructivo como hace 80 años.
Parte de la techumbre de uralita de un abrigo republicano perforada por una bala de Máuser
Pero no hacen falta hallazgos tan dramáticos para recordarnos cómo es una guerra en las trincheras. Cinco casquillos sobre un parapeto que indican desde dónde se disparó un fusil o una placa de uralita atravesada por una bala de Máuser son suficientes para recordarnos que este es último sitio donde querríamos haber estado en noviembre de 1936.
Casquillos de 7 mm sobre el parapeto republicano. Los brigadistas utilizaron Máuser, Enfield, Maxim y Degtyarev para frenar el avance rebelde.
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