Casquillos del campo de tiro de El Campillo (Fot. de J. Marquerie).
Montañas de basura. Agujeros de kilómetros cuadrados para la extracción de áridos. Un campo de tiro. En El Campillo lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer. El estruendo cadencioso procedente de la fábrica anexa, con cierto aire sonoro a La Guerra de los Mundos, da paso a fiestas de cumpleaños infantiles en el pinar. Los niños, carne de piñata, aparecen de vez en cuando con una bala en las manos, con un casquillo de Cetme. Para los padres, que no han hecho la mili, todo el monte es orégano. Al menos en las trincheras los infantes están controlados. Este paraje se integra en un parque natural en el que hay una laguna artificial, una megafinca privada, una vía de ferrocarril y una fábrica enorme de piezas metálicas. Podríamos definir El Campillo echando mano de conceptos como el de no-lugar, pero quizás la clave esté en su naturaleza brutalista. Brutal fue la batalla del Jarama y todo lo que vino después.
Este paisaje brutalista es codiciado desde hace tiempo como decorado para películas, spots publicitarios, series de televisión e influencers varios. Ahí tenemos a David Bisbal y el vídeoclip de su tema Duele demasiado (el título no se refiere a su propia música). Estos parajes quedan estupendos para recrear el paisaje bélico de Siria, por ejemplo, o para un sketch de José Mota para Nochevieja. La crueldad no tiene límites. Muy manido también es usar la vía del ferrocarril para ambientar situaciones de zozobra. Durante nuestra excavación, un amplio equipo de televisión estuvo dos días allí grabando el intento de suicidio de un protagonista de la serie Cuéntame. Los cantiles, los cortados del macizo del Piul llaman también a jóvenes emprendedores. Como las chicas de una tienda de zapatos de moda, que pasaron una tarde tirando fotografías con una modelo para el book del negocio. En la última visita guiada ya, directamente, nuestras excavaciones se convirtieron en platós de grabación.
Este proceso de apropiación audiovisual de El Campillo es un paso más en la despolitización y deshistorización del paisaje bélico de la batalla del Jarama. Como diría Pierre Bourdieu, prevalece hoy en día la amnesia de la génesis. Por eso tiene valor el proyecto patrocinado por el ayuntamiento de Rivas-Vaciamadrid, aunque sea solo para volver a historiar este espacio y recuperar su sentido de lugar. En todo caso, también nos parece interesante rastrear arqueológicamente este proceso de conversión de El Campillo en un recurso icónico para la ficción. Y aquí es donde necesitamos de vuestra ayuda. En la prospección hemos encontrado material de fogueo empleado en producciones cinematográficas. Según nos cuentan desde el ayuntamiento, se grabaron algunos cortos hace décadas, pero nadie acierta a localizar el título de las obras ni la fecha de grabación.
Tal como están las cosas en nuestro país, es más factible que aquí triunfe un centro de interpretación del spaguetti western, antes que un aula didáctica sobre la batalla del Jarama, con su espacio musealizado y todo. El Campillo podría ser, o ya lo es, el Texas Hollywood de 800 balas, la película (año 2002) de Álex de la Iglesia ambientada en los shows para turistas en los poblados del Oeste de Tabernas, Almería. Algo parecido ocurre con otros escenarios de la guerra civil española, como el Belchite Viejo, en donde se han grabado desde pelis porno a anuncios de videojuegos de guerra, de la mano de Arnold Schwarzenegger.
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