Hay en la actualidad clínicas que prometen curar la homosexualidad. Hace 75 años existían centros que prometían la cura del izquierdismo. Al contrario que las terapias anti-gay, las que eliminaban las bacterias rojas del organismo resultaron mucho más efectivas, al menos durante unas décadas. El tratamiento que se ofrecía a los pacientes no era para menos: palizas, torturas, hambre, vejaciones. Cientos de miles de españoles salieron curados de las clínicas de Franco, también conocidas como campos de concentración. Desgraciadamente para el régimen, el virus brotó de nuevo y acabó dando lugar a la sociedad posdictatorial en la que vivimos actualmente, sin Caudillo ni valores que nos guíen.
La teoría de que el izquierdismo es una enfermedad que se puede curar en sanatorios no es ningún invento para calumniar al régimen de Franco (como si hiciera falta inventarse cosas para denigrar la dictadura). La existencia de dicha teoría es rigurosamente cierta. Y uno de sus mayores adalides fue Antonio Vallejo-Nájera, descubridor del "gen rojo". Al igual que otros grandes pensadores como Pío Moa o César Vidal, Vallejo-Nájera consideraba que los "rojos" eran inferiores mentalmente, con comportamientos semejantes a niños y animales. Sus investigaciones se basaron en el estudio de especímenes de rojos en cautividad, concretamente mujeres malagueñas y brigadistgas internacionales. Las ideas de este psiquiatra encajaban bien en el espíritu eugenésico que dominaba a ciertos sectores médicos de la época, sobre todo en la Alemania Nazi, pero también en Estados Unidos. Su objetivo último era regenerar la raza española, al igual que los nazis querían hacer con los arios.
Con la deriva nacional-católica del franquismo y el apartamiento de los postulados más afines al fascismo, las teorías de Vallejo-Nájera fueron quedando arrinconadas. La eugenesia fue sustituida por el catecismo como herramienta para solucionar la enfermedad del izquierdismo.
El motivo de esta entrada es un descubrimiento arqueológico. La arqueología, como ya hemos comentado más de una vez, no se lleva a cabo solo en el campo. También se pueden excavar los desvanes. Y en uno de los desvanes de la zona de Guadalajara en la que estamos trabajando aparecieron hace poco unos interesantes documentos del final de la guerra: dos pasquines de propaganda de los que lanzaban los franquistas sobre las líneas republicanas.
El título del pasquín es "Como trata la España Nacional a los prisioneros". El reverso del documento responde a lo esperable: una enumeración de las bondades del sistema concentracionario franquista, resumidas en el menú de la semana, rico en nutrientes y calorías.
Nada más lejos de la verdad, por supuesto. Nuestras excavaciones en el campo de concentración de Castuera demuestran la falsedad de la propaganda. La comida se reducía a sardinas y atún en lata en cantidades ínfimas que sabemos que causaron (aquí y en otros campos) una enorme mortandad entre los prisioneros.
A nuestros ojos sorprende quizá que los franquistas se refirieran a sus centros de internamiento como "campos de concentración". Más de una vez nos han acusado de usar este término de forma sesgada para cargar las tintas sobre las penalidades de los presos republicanos. Pero la realidad es que el término estaba perfectamente aceptado por el régimen de Franco. Tan orgullosos estaban de sus campos de concentración que cuando bombardeaban con propaganda a sus enemigos les anunciaban lo bien que lo iban a pasar en ellos. Al fin y al cabo, el campo de concentración es un invento muy español: los diseñó el general Weyler durante la Guerra de Cuba ¿por qué avergonzarse?
Pero si sorprende que se trate de ganar la rendición del enemigo hablando de campos de concentración, más sorprende el anverso del documento, en el que se les promete... sanatorios: "Un manicomio para los que, enloquecidos como consecuencia del terror rojo, van recobrando su salud mental". La verdad es que le dan a uno ganas de desertar. Yo añadiría otro slogan: "Cambia ese uniforme de rojo andrajoso por una flamante camisa de fuerza". Azul, por supuesto.
La teoría de que el izquierdismo es una enfermedad que se puede curar en sanatorios no es ningún invento para calumniar al régimen de Franco (como si hiciera falta inventarse cosas para denigrar la dictadura). La existencia de dicha teoría es rigurosamente cierta. Y uno de sus mayores adalides fue Antonio Vallejo-Nájera, descubridor del "gen rojo". Al igual que otros grandes pensadores como Pío Moa o César Vidal, Vallejo-Nájera consideraba que los "rojos" eran inferiores mentalmente, con comportamientos semejantes a niños y animales. Sus investigaciones se basaron en el estudio de especímenes de rojos en cautividad, concretamente mujeres malagueñas y brigadistgas internacionales. Las ideas de este psiquiatra encajaban bien en el espíritu eugenésico que dominaba a ciertos sectores médicos de la época, sobre todo en la Alemania Nazi, pero también en Estados Unidos. Su objetivo último era regenerar la raza española, al igual que los nazis querían hacer con los arios.
Con la deriva nacional-católica del franquismo y el apartamiento de los postulados más afines al fascismo, las teorías de Vallejo-Nájera fueron quedando arrinconadas. La eugenesia fue sustituida por el catecismo como herramienta para solucionar la enfermedad del izquierdismo.
El motivo de esta entrada es un descubrimiento arqueológico. La arqueología, como ya hemos comentado más de una vez, no se lleva a cabo solo en el campo. También se pueden excavar los desvanes. Y en uno de los desvanes de la zona de Guadalajara en la que estamos trabajando aparecieron hace poco unos interesantes documentos del final de la guerra: dos pasquines de propaganda de los que lanzaban los franquistas sobre las líneas republicanas.
El título del pasquín es "Como trata la España Nacional a los prisioneros". El reverso del documento responde a lo esperable: una enumeración de las bondades del sistema concentracionario franquista, resumidas en el menú de la semana, rico en nutrientes y calorías.
Nada más lejos de la verdad, por supuesto. Nuestras excavaciones en el campo de concentración de Castuera demuestran la falsedad de la propaganda. La comida se reducía a sardinas y atún en lata en cantidades ínfimas que sabemos que causaron (aquí y en otros campos) una enorme mortandad entre los prisioneros.
A nuestros ojos sorprende quizá que los franquistas se refirieran a sus centros de internamiento como "campos de concentración". Más de una vez nos han acusado de usar este término de forma sesgada para cargar las tintas sobre las penalidades de los presos republicanos. Pero la realidad es que el término estaba perfectamente aceptado por el régimen de Franco. Tan orgullosos estaban de sus campos de concentración que cuando bombardeaban con propaganda a sus enemigos les anunciaban lo bien que lo iban a pasar en ellos. Al fin y al cabo, el campo de concentración es un invento muy español: los diseñó el general Weyler durante la Guerra de Cuba ¿por qué avergonzarse?
Pero si sorprende que se trate de ganar la rendición del enemigo hablando de campos de concentración, más sorprende el anverso del documento, en el que se les promete... sanatorios: "Un manicomio para los que, enloquecidos como consecuencia del terror rojo, van recobrando su salud mental". La verdad es que le dan a uno ganas de desertar. Yo añadiría otro slogan: "Cambia ese uniforme de rojo andrajoso por una flamante camisa de fuerza". Azul, por supuesto.
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