Lo que queda del monumento a los que murieron por ÉL
en la cima del monte Isuskitza.
El conocido como Frente de
Álava quedó establecido en el norte de
la provincia, a escasos kilómetros de Vitoria-Gasteiz, en la confluencia con Bizkaia y
Gipuzkoa. La Llanada Alavesa quedó en
manos de los sublevados y los montes
hacia el norte bajo control republicano. En este escenario, los golpes de
mano y las acciones rápidas estaban a la
orden del día. El ejemplo más claro lo
encontramos en el monte Isuskitza, en
Arrazua-Ubarrundia. Esta cota se eleva
sobre el pueblo de Landa y su
(entonces) estratégica estación del
Ferrocarril Vasco-Navarro, en el paso
natural entre la Llanada y el Alto Deba. Fuerzas republicanas y rebeldes se
disputaron el control de esta cima entre
septiembre y octubre. Además se
trataba de un lugar que ya había sido
una posición de guerra durante las
Carlistadas del siglo XIX, algo a lo que
no eran ajenos los requetés de 1936. La ofensiva republicana consiguió hacerse con esta cota, en cuya defensa perdió la vida el alférez Germán Bastida Pellicer.
Tumba del caído en Isuskitza Germán Balastida Pellicer.
Pocos días después, el 8 de octubre, la 9ª Compañía
del Requeté alavés y dos compañías del
Regimiento de San Marcial
emprendieron un ataque para recuperar el
Isuskitza. Las boinas
rojas y las afiladas bayonetas formaron parte de la épica posterior a
lo ocurrido allí, que en realidad, fue un
estrepitoso fracaso para los atacantes
franquistas. Aquel día murieron 20
requetés, 42 soldados del San Marcial y
hubo hasta 50 heridos. Este evento trajo consigo dos consecuencias. Por un
lado, marcó el lugar como un
repositorio de la memoria mártir del
Requeté. Y por otro
lado, demostró que la forma
decimonónica de hacer la guerra a base
de bayoneta y lucha cuerpo a cuerpo
tendría que ser relegada estrictamente
al ámbito de la propaganda. El alférez Germán Bastida y el capitán Fernando María Oriol de Urquijo (hijo de Oriol) fueron dos de los nombres recogidos en el monumento a los caídos que se erigió en la cumbre del Isuskitza durante el franquismo.
Esos días de octubre de 1936 fueron muy importantes para el devenir bélico de Euskadi.
La Guerra Civil en el País Vasco
estaba tomando un carácter distinto al
que había tenido hasta entonces. Entre
agosto y septiembre, las tropas
sublevadas habían conseguido hacerse
con la frontera francesa en Irún, tomar
San Sebastián y avanzar por toda
Gipuzkoa hasta llegar al Valle del Deba.
Las fuerzas republicanas consiguieron
detener el avance en Elgeta (Gipuzkoa)
y en este intermedio ambos bandos
se reorganizaron.
Mientras el bando rebelde se
volvía definitivamente franquista con
el nombramiento de Franco como
Generalísimo y emprendía la ofensiva
contra Madrid, la República aprobó el
Estatuto de Autonomía de Euzkadi y se
formaba el primer Gobierno Vasco. Una
de las primeras gestiones del recién
creado ejecutivo fue la adquisición de
armamento moderno, siendo los fusiles
checos especialmente cotizados.
Además, se ordenó la militarización de
las milicias y se creó el Cuerpo de
Ejército de Euzkadi, con batallones
organizados en base a partidos y
sindicatos.
Entonces, ambos bandos
procedieron a fortificar sus posiciones
con trincheras y fortines. La
planificación militar igualmente exigía
la ordenación del frente en sectores y el
control del paisaje, tanto físico como
humano. A lo largo de otoño de 1936, ambos contendientes emprenderían intensas labores de fortificación, llegando a establecer un frente real, con varias líneas de ataque y defensa, rutas de abastecimiento y un control real sobre el territorio.
Mientras todo esto ocurría, el plan de reforma y ampliación del cementerio de Santa Isabel se paralizaba por las necesidades apremiantes impuestas por la guerra. Una de las pocas cosas que se llegó a levantar fue el monumental arco de la entrada, proyectado con la idea clara de satisfacer la moda a la que se había apuntado la gente de dinero: la conducción del cadáver en coche fúnebre. Uno de los primeros en estrenarlo fueron las víctimas del accidente aéreo que tuvo lugar en la rebautizada como plaza de España (antes de la República), en donde el aviador alemán Ekkehard Hefter se estampó con su Heinkel He 51 tras hacer el macarra por el aire el 28 de septiembre de 1936.
El avión de Hefter ardiendo en la Plaza de España.
Post by Josu Santamaria y Xurxo Ayán.
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