jueves, 13 de enero de 2011

Arqueología, política, objetividad

Está muy popularizada la idea de que es necesario ofrecer una visión neutral de la Guerra Civil Española y que tomar partido está mal y va en contra de la objetividad científica. Dicha postura se aboga tanto desde la derecha como desde ciertos sectores de la izquierda. En principio parece una buena idea: evitemos el maniqueísmo, pongámonos a cierta distancia para analizar la guerra como un hecho histórico ¿Quién no estaría de acuerdo con esto?

Pero ¿es realmente posible no tomar partido? ¿es recomendable científicamente? ¿es ético? ¿que diríamos de un historiador que se mantuviera neutral ante la esclavitud del siglo XIX, por ejemplo? ¿que defendiera no tomar partido ni por los negros ni por los plantadores blancos? Naturalmente, defender a los esclavos no nos debería llevarnos a escribir panfletos en vez de historia, ni a a escribir sólo la historia de los oprimidos, o a pensar que todos los señores eran seres diabólicos e incomprensibles y los esclavizados almas cándidas y prototipos de Nelson Mandela. Pero es obvio que había unos que tenían razón al reclamar su estatus como seres humanos plenos con todos los derechos y otros no la tenían (los que denegaban la humanidad a los negros). Sería injusto (¡y poco objetivo!) negarlo.

Muchas situaciones históricas nos sitúan ante dilemas que son tanto políticos como morales. Adoptar una posición olímpica, más allá del bien y del mal, no es necesariamente la solución más acertada.

Los miembros de este proyecto consideramos que defender ciertas ideas políticas no va necesariamente en contra de la objetividad y, al contrario, poner gran énfasis en la neutralidad puede ser una forma de ideología.

Sobre este espinoso tema podéis descargar un artículo recientemente publicado haciendo click aquí

martes, 11 de enero de 2011

Buchenwald

Una de las 3 torres de vigilancia que se conservan, de las 22 originales.


Como sucede en el contexto de experiencias similares en diferentes partes del mundo (centros de detención de las dictaduras latinoamericanas, campos de concentración, reclusión o trabajo forzado de la guerra civil española y el franquismo, etc.), a menudo se propone que los lugares paradigmáticos de la muerte deberían convertirse en lugares de la vida. Ahora bien, ¿qué se entiende por vida?¿qué subyace al horror?¿puede pensárselo como parámetro de lo que con su imposición se quiere y quiso ocultar?¿cómo ir más allá de la dicotomía horror/alegría, el bien/el mal?

El Memorial de Buchenwald, ubicado en el que fuera el Campo de Concentración de Buchenwald (Thüringen, Alemania), representa un buen ejemplo del uso patrimonial de estos lugares. Activo desde 1937, tras su "liberación" por parte de las tropas estadounidenses, quedaría bajo el control soviético y continuaría funcionando como "Campo Especial". Se calcula que entre 1937 y 1945 pasaron por allí alrededor de 250.000 mujeres, niños y hombres de 50 nacionalidades diferentes, de las cuales gran parte era reconducida al campo de exterminio de Auschwitz; y más de 28.000 durante 1945-1950.
Actualmente contiene cuatro exposiciones permanentes donde si bien el horror está en buena medida representado, no por ello opaca el contexto mayor en el que sin dudas se perpetraba. Allí damos, por ejemplo, con la historia del memorial a través del tiempo así como con representaciones artísticas desde dentro y fuera del campo, donde la desarticulación del sujeto y la identidad presente y pasada constituyen el hilo conductor.
Más allá del bien y del mal: los agentes de las SS eran padres y buenos vecinos. Las muestras no excluyen la infancia ni el rol de la mujer a ambos lados de la alambrada de espino.
La vida incluye a la muerte, aunque también es cotidiana y resistente.

Si estos espacios materializan los intentos de borrar de la historia a grupos con ideas políticas o diferentes concepciones del mundo consideradas antagónicas, pueden también aprovecharse para reflejar procesos de invisibilización pasados y actuales. Quedarse en la exposición del horror es limitarse a la idea del horror por el horror mismo o los límites de la maldad humana, dejando pasar por alto otros factores centrales que hacen que un grupo llegue a someter a otro y decidir su vida o muerte. El "miente que algo queda" puede actualizarse con el "horroriza que lo central se olvida". No estamos ante este caso.
Do it yourself: en muchos museos el caudal de información puede hacer que el visitante se limite a contemplar distantemente. En otros, el invierno nos ofrece una página en blanco para pensar la historia.