miércoles, 30 de abril de 2014

Limpiando España


  Santuario del Santo Cristo de Limpias (Cantabria).

El 26 de agosto de 1937 entran en Santander los soldados de la División Littorio y de la IV Brigada de Navarra. El 17 de septiembre se ocupa finalmente la totalidad del territorio cántabro. La provincia que fue leal a la República va a servir de escenario de la reclusión y represión de miles de prisioneros republicanos. El castigo es ejemplar. Hay que limpiar España de traidores. Ha vuelto España. El Gobierno de Burgos reacciona rápido y se esfuerza en la reeducación del puerto de Castilla. El mismo día de la toma de Santander nacen las Organizaciones Juveniles (precedente del Frente de Juventudes). Su primera sede fueron las Escuelas de Numancia para ocupar después el que había sido Ateneo Popular en la capital cántabra. Todo un símbolo de los nuevos tiempos. No por casualidad, Santander fue elegida para la instalación del campamento nacional Francisco Franco, que se montó a todo trapo en Cóbreces, en plena guerra. En él participaron jóvenes cántabros, muchos de los cuales pasarían a engrosar las filas del ejército nacional. Porque la guerra de liberación continuaba.
Tienda oficial de souvenirs del santuario de Limpias.

Abril de 1938. La Alcarria se tiñe de sangre. Una ofensiva republicana rompe el frente en la zona de Abánades. En el paraje de la Enebrá-Socarrá los muertos se cuentan por cientos. Los cuerpos de soldados nacionales quedan abandonados y son enterrados a posteriori en el interior de una paridera. En 2012 nuestro equipo de trabajo procedió a la exhumación de estos restos. En el cráter producido por un impacto de artillería documentamos los restos óseos de al menos dos individuos (la mayoría sin conexión anatómica), así como objetos relacionados con el uniforme, el equipamiento militar y la munición que pudieran portar estos individuos. También aparecieron varios fragmentos de metralla y algunos restos de latas de conserva. 

 Vista cenital compuesta con fotogrametría de la zona del cráter de la paridera de Enebrá Socarrá.

Despojos humanos que nos muestran la brutalidad de la guerra. Jóvenes convertidos en carne de cañón al servicio de aquéllos que en la retaguardia predicaban la necesaria limpieza de España. Uno de estos dos jóvenes portaba una medalla del Santo Cristo de Limpias. Una advocación de carácter local ceñida al Este de Cantabria.

 Vista en detalle de la medalla religiosa documentada en el cráter de la bomba.
La medalla tras su limpieza en laboratorio, por la restauradora Yolanda Porto.

Según parece, en este santuario comenzaron a producirse curaciones y fenómenos extraños en la década de 1910. Los ojos del Cristo mostraban expresivas emociones e incluso seguían con detenimiento los detalles de la misa. A comienzos de los años 20, la localidad cántabra de Limpias se consolidó como lugar de peregrinación e hito en el pionero turismo religioso. No sabemos si el chico que murió destrozado en la Enebrá era de Limpias o de la comarca; si en una visita había comprado la medalla en la tienda de souvenirs que todavía se conserva; si se la regaló su madre como amuleto al estilo del Detente bala que empleaban los carlistas. En la pared del templo, como en muchas de las iglesias cántabras hoy en día, lucen todavía los nombres y apellidos de los muertos por Dios y por España. ¿Será uno de ellos el chico que encontró la muerte en una paridera humilde y anónima de la Alcarria?



 Placa en memoria de los caídos oriundos de Limpias.

En el Desfile de la Victoria en Madrid, al término de la guerra, los tercios de Requetés desfilaron ante el Caudillo con los grandes crucifijos que esgrimían en combate. En concreto, el Tercio de Montejurra desfiló con el Cristo de Limpias, pues el comandante del tercio era un comandante santanderino tradicionalista.

Paradójicamente la guerra civil supuso el principio del declive del santuario de Limpias. La supuesta quema y robo de la documentación que se guardaba en el templo no facilitó su reconocimiento y potenciación por la jerarquía eclesiástica que, de manera entusiasta, apoyó sin ambajes la Santa Cruzada.

Candela Martínez, Andrea Alonso y Xurxo Ayán.

jueves, 24 de abril de 2014

Belchite: en el paisaje herido


El pasado fin de semana realizamos un primer reconocimiento del terreno en Belchite y su entorno. Guiados por la mano experta de Pedro Rodríguez Simón, hemos visitado algunos de los lugares clave de la batalla que se desarrolló entre el 24 de agosto y el 6 de septiembre de 1937. También hemos explorado sitios anteriores y posteriores al enfrentamiento, porque nuestro objetivo es comprender el paisaje de la violencia de la Guerra Civil y la dictadura. Como arqueólogos.

Y Belchite es el mejor paisaje de conflicto con el que un arqueólogo pudiera soñar: un escenario escasamente modificado desde los años cuarenta en el cual todavía es posible imaginar la violencia de la guerra y sentir el peso de la dictadura.

Nuestra visita comenzó en el Mojón del Lobo, donde se conserva un entramado de galerías subterráneas desde donde la artillería republicana bombardeó el pueblo durante toda la batalla.


Nuestra siguiente parada fue en las ruinas del Seminario Menor, a las afueras del pueblo. Esta posición se encontraba defendida por requetés del Tercio de Almogávares que perdieron el noventa por ciento de sus efectivos (más de 200 hombres) en Belchite. Podría ser una batalla medieval, con esas ruinas mudéjares y almogávares anacrónicos, sino fuera por la artillería y las ametralladoras.


Unos 800 metros al norte de esta posición se encuentran las ruinas de la Ermita del Calvario, desde donde los republicanos hostigaban a los defensores de Belchite. En las paredes de la ermita se observan las troneras que abrieron los soldados para observar y disparar al enemigo.


Si nos alejamos un kilómetro y medio hacia el este, nos encontramos con la Paridera del Saso, un corral de ovejas rodeado de espectaculares fortificaciones (trincheras, galerías cubiertas, fortín) construidas por los franquistas antes de la batalla. Se suponía que tenían que ser inexpugnables, y de hecho lo parecen, pero los republicanos las tomaron con un golpe de mano nada más comenzar los combates. A priori, es un lugar estupendo para excavar por la entidad de los restos, aunque la gran colmatación y los derrumbes nos advierten de que el trabajo será arduo.

Parte del mismo esfuerzo defensivo lo constituye la llamada "Loma Artificial" al sur, compuesta por un entramado de trincheras y potentes fortines de hormigón, algunos de dos plantas. Es un lugar díficil de excavar, pero una prospección geofísica puede ofrecer resultados interesantes.


Uno de los objetivos prioritarios del proyecto es seguir la pista de las Brigadas Internacionales. Los brigadistas fueron los encargados de lanzar el asalto a Belchite (una lucha feroz, casa por casa)  y seguir su pista efímera por las ruinas del pueblo no va a ser tarea fácil. Pero la arqueología del conflicto moderno ha desarrollado técnicas sofisticadas para documentar combates que han dejado trazas poco consistentes o cuyos restos se han visto alterados por procesos posdeposicionales (como actividades agrícolas). Utilizaremos estas técnicas para seguir los pasos de los brigadistas en el ataque final.

La participación de los internacionales resultó también clave en los alrededores. En Mediana, a diez kilómetros al norte, los británicos, desmoralizados y diezmados, lograron detener la llegada de refuerzos franquistas desde Zaragoza que trataban de romper el sitio. En el paisaje estepario se observan bien las huellas profundas de trincheras y abrigos. Que aquí se combatió es más que evidente: la tierra está regada de casquillos de Mosin, balas de Máuser y metralla de mortero. Entre las zanjas denfensivas vemos el suelo seco abierto de cuajo por las explosiones y alrededor de los cráteres esquirlas de metal, que parecen no haberse movido un ápice desde hace tres cuartos de siglo.


En realidad, todo parece inmóvil en las trincheras de Mediana: las trincheras mismas, los arbustos ralos, las piquetas de alambre de espino, el alambre de espino, las cajas de munición.


Para encontrar trazas de los norteamericanos vamos al Santuario de Nuestra Señora del Pueyo. Aquí Pedro excava desde hace unos años una ciudad romana con edificios monumentales, sepultados bajo otros edificios monumentales (los del santuario), todo ello rodeado, perforado de trincheras y abrigos. En este lugar soportaron los de la Lincoln el bombardeo de los Junkers alemanes y noventa y cinco minutos de fuego de artillería, cuando en la primavera de 1938 el ejército franquista lanzó su ofensiva de Aragón. Fue la "barbarie azul", pues, la que destrozó la iglesia del Pueyo. La restauraron en 1947, pero no tanto como para que no se vea que una guerra pasó por ella.


En el Campo de Belchite se han conservado en buen estado kilómetros y kilómetros de fortificaciones de todo tipo. Sin embargo, esto no es más que una parte de los restos del conflicto existentes. Como es bien sabido, el propio pueblo destruido por los combates quedó abandonado por decisión del nuevo régimen, como testimonio material de la "barbarie roja". Estas ruinas atraen hoy a miles de visitantes, aunque cada vez son más las ruinas del tiempo y menos las de la guerra.

Menos conocido es el paisaje de la represión y de la dictadura. Quizá porque está por todos lados y de tanto verlo hemos dejado de verlo. En Belchite se conserva particularmente bien: en primer lugar se encuentra el propio pueblo nuevo, un ejemplo perfecto de urbanismo franquista, en el que se mezclan elementos neotradicionales, nacional-católicos, historicistas y fascistas, una amalgama arquitectónica muy parecida a la propia ideología franquista.


El espacio franquista es un espacio disciplinario. Se observa claramente en Belchite, pero aún mejor en un lugar situado a pocos kilómetros del pueblo y que se conoce popularmente como "Rusia". Se trata de un poblado de nueva planta característico de los planes de Regiones Devastadas en los años cuarenta. Aquí se alojó, según parece, a los vecinos cuya devoción al régimen resultaba dudosa - de ahí el nombre: un poblado de "rojos". Podría ser un cuartel o un campo de concentración, con sus barracones paralelos idénticos en tamaño y forma. El cojunto está presidido por una capilla y entre la capilla y el poblado hay un gran espacio que recuerda a los patios cuarteleros o concentracionarios: el lugar donde se forma, se escuchan arengas, mítines o misas: el espacio para hacer a la gente española de verdad, buenos patriotas. Hoy en día el asentamiento está abandonado o semiabandonado: algunas de las viviendas se utilizan como almacenes. No nos será posible excavar aquí, pero sí levantar un plano detallado que nos ayude a comprender mejor la forma en que el espacio sirvió para construir sujetos dóciles en la Nueva España.

 
 

En el entorno de Belchite hay más espacios represivos: en el Seminario Menor hubo un campo de concentración por el que pasaron brevemente soldados internacionales y otros prisioneros republicanos, antes de ir a parar a otros campos o a la fosa común. Es un sitio complicado para excavar, por la cantidad de derrumbe y escombro y por la densidad histórica del lugar: se entremezclan los restos eclesiásticos del siglo XVIII, con los de la batalla de Belchite, con el campo de concentración. 
En el propio Belchite todavía se conservan restos del campo de internamiento en el que malvivieron los trabajadores forzados encargados de reconstruir el pueblo. Y se sabe de otros campos que aún tendremos que localizar.


La posguerra fue una época de penuria para casi todos. Fue también un viaje a otro tiempo, aunque en realidad uno que nunca había existido: una mezcla de totalitarismo futurista y pasado imperial, medieval y primitivo. Primitivo para las familias empobrecidas y sin hogar que volvieron a habitar las cuevas a las afueras de Belchite: un lugar perfecto para llevar a cabo una arqueología de la posguerra.

Sin embargo, como en otros lugares de España, la gente sacó partido de la ruina: muchos fortines llevaron una nueva vida como casas, corrales o almacenes.


El paisaje bélico de Belchite es el sueño de un arqueólogo. Pero también puede ser su pesadilla. No solo por la compleja estratigrafía material, sino también por la estratigrafía de memorias. El de Belchite es hoy un paisaje memorial erizado de cruces y monolitos como un campo minado. Toda intervención arqueológica en un pasado conflictivo es una operación de riesgo que saca a la luz memorias incómodas, disonantes, que entran o pueden entrar en liza con las aceptadas e idealizadas (de unos y de otros). La arqueología es, ante todo, una ciencia y como tal es agnóstica: abre la tierra con precisión quirúrgica y expone lo que hay, lo bueno y lo malo, lo que nos gusta y lo que no.

En septiembre, comienza la operación.

miércoles, 16 de abril de 2014

El biobúnker o la semilla del diablo

Subida  a una de las cumbres del Udalatx (Arrasate, Euskadi)

Hay determinadas montañas que son apropiadas como referentes identitarios, como fósiles vernáculos de las esencias patrias. Esta apropiación simbólica, esta construcción política de los paisajes se ha dado en todos lo nacionalismos europeos desde el siglo XIX: ahí están los Alpes Dináricos en Croacia, las Highlands en Escocia, los Tatras en Eslovaquia, el Pirineo catalán, las cumbres vascas (Udalaitz, Urkiola...) o la Serra dos Ancares en Galicia. En los años de la IIª República, los movimientos nacionalistas hispánicos jugaron la baza del montañismo y el excursionismo como medios de formación de los más jóvenes. El 25 de julio de 1933, se firmó el Pacto de Compostela, con la propuesta de crear en Santiago una Casa de Galeuzca que serviría de lugar de encuentro de las asociaciones juveniles de Galicia (Ultreia), Catalunya (Palestra) y Euskadi, representados por los mendigoxales (montañeros) del PNV. Al estallar la guerra, los mendigoxales del Jagi Jagi se incorporaron a la comandancia de las milicias nacionalistas vascas en Azpeitia, siendo su dirigente Mikel Alberdi el primer gudari conocido que murió en la guerra a mediados de agosto de 1936. Aunque no formaron parte del Gobierno vasco, los mendigoxales organizaron dos batallones (Lenago il y Zergaitik ez?).

El botánico Luis Crespí Jaume (Consello da Cultura Galega).

Pero además de ser construidos políticamente, los paisajes también pasan a convertirse en objetos de investigación científica. En el caso gallego de la Serra dos Ancares, este proceso se dio en la década de 1920 en el seno de las actividades desarrolladas por la Comisión de Estudios en Galicia, dependiente de la Junta de Ampliación de Estudios. La institución científica del galleguismo político, el Seminario de Estudos Galegos, también estuvo presente en estos trabajos, si bien no estaba muy de acuerdo con el colonial término de Misión Cultural en Galicia. Dentro de los proyectos desarrollados destacó, por su carácter multidisciplinar y sus resultados, la denominada Excursión Científica a la sierra de los Ancares, Invernadero y Queija en julio de 1927. En ella participó Luis Crespí Jaume (1889-1963); formado en el Instituto de Pontevedra y en la Universidad Central de Madrid, este especialista en Botánica amplió estudios en Francia, Bélgica y Portugal e impulsó el laboratorio de Fisiología vegetal creado por la JAE en Madrid. En la expedición ancaresa comenzó sus trabajos para confeccionar una geografía botánica de Galicia, recogió notas de folklore y etnografía y propuso medidas para mejorar el rendimiento de los prados de alta montaña. En su periplo contó con la inestimable ayuda de un pope internacional de la Botánica: el soviético Nikolái Ivanóvich Vavílov (1887-1943), máximo experto en genética y en el origen de las especies cultivadas. Este hombre fue el promotor y guardián del impresionante banco de semillas de la Universidad de Leningrado, único en el mundo de entreguerras. La estrecha vinculación entre Crespí y Vavílov se refleja en la dedicatoria que regala al ruso en su trabajo Contribuciones al folklore gallego (1929) en el que estudia las pallozas desde O Cebreiro a Piornedo, pasando por rodicios de molinos, hórreos y arados romanos de la comarca.
Nikolái Vavílov haciendo trabajo de campo en los años 30.

Como indica la investigadora Carmen Masip Hidalgo, en su viaje de 1927, Crespí y Vavílov seleccionaron espigas y semillas de plantas cultivadas de Asturias, Galicia y el Bierzo  que fueron enviadas a Leningrado. En 1935, Crespí es invitado a la fiesta que ofrece en homenaje de Vavílov el Instituto de Producción Vegetal de la ciudad soviética.
Y estando en éstas llegaron las guerras.
Crespí mantuvo su lealtad a la República y lo pagó caro. Fue depurado e inhabilitado, por lo que su investigación finalizó realmente en 1938. Por su parte, Vavílov también rindió cuentas por sus viajes europeos y murió de hambre en la cárcel, acusado de defender la genética, una ciencia pseudoburguesa a ojos de Stalin. En el blog Evolución y ambiente nos dan las claves para entender esta tragedia: el dictador prefería las tesis de otro científico Lysenko, quien prohibió en Rusia la simple mención de los principios mendelianos de la herencia. Durante el Lysenkoísmo docenas de genetistas y otros científicos fueron sentenciados a muerte y sus ideas se extendieron por Europa del Este y China. Tras la muerte de Stalin este paradigma fue revisado y declarado falsa ciencia, charlatanería y fraude.
Crespí y Vavílov, dos científicos geniales machacados por el totalitarismo.
Retratos policiales de Vavílov tras su detención por la NKVD.

Cuando murió Vavílov quedaba poco ya para que el Ejército Rojo acabase con el sitio alemán a la ciudad. Entre los objetivos de los nazis (y de adlátares como la División Azul), además de exterminar a los rusos y a los judíos, se encontraba hacerse con el banco de semillas de Leningrado. Sin duda, nos encontramos ante uno de los primeros casos de guerra biogenética de la historia. El experto en genética vegetal Heinz Brücher lideraba un comando de las SS que tenía como objetivo hacerse con ese banco de muestras y llevarlo al Instituto de Plantas de las SS en el castillo austríaco de Lannach. Finalmente sólo pudieron apropiarse de las colecciones que se encontraban depositadas en Ucrania y Crimea. La numantina resistencia soviética en Leningrado preservó el legado de Vavílov. Incluso cuando cada día morían cientos y cientos de personas de hambre, nadie en Leningrado se apropió de las semillas del Instituto de Producción Vegetal.
Rehabilitación de Vavílov. Sello oficial de la URSS (1977)

P.S. Este fin de semana pasado un suplemento dominical daba a conocer el mayor banco de semillas del planeta. Este biobunker se encuentra en el archipiélago de Svalbard en Noruega. Resiste erupciones volcánicas, terremotos e incluso ataques con misiles nucleares.
Tras un siglo de investigaciones, los botánicos y genetistas no han podido encontrar todavía el pesticida que anule la semilla del Mal.

lunes, 14 de abril de 2014

Intxortas 1937

Arrasaremos Bilbao hasta el suelo y su solar vacío y desolado quitará a Inglaterra todo deseo de apoyar  a los bolcheviques vascos en contra de nuestra voluntad. Es preciso que destruyamos la capital de un pueblo perverso que se atreve a desafiar a la causa irresistible de la idea nacional.

Alocución de radio del General Mola, recogida en el Daily Herald, 29/4/1937.

Elgeta fue prácticamente destruida en la guerra. Impacto de bala en una casa del s. XIX.

Abril de 1937 supone la llegada a estos lares de la guerra moderna. El frente de Bizkaia va a servir de campo de experimentación a la Legión Cóndor. El propio Göering no tuvo reparos en reconocer ante el tribunal de Nüremberg que la guerra en Euskadi había servido de "banco de pruebas para la Luftwaffe". Durango y Gernika emergen como símbolos de esta nueva forma de hacer la guerra, basada en la actuación masiva de la aviación. Esta táctica tierra-aire anulaba las posibilidades del ejército vasco. Franco concentró un Ejército de 40.000 hombres, unos cien aviones y unas doscientas piezas de artillería. La resistencia vasca, con unos 40.000 hombres, no más de 140 piezas de artillería y la aviación desaparecida, fue extraordinaria. Los sublevados avanzaban una media de seiscientos metros por día. A este respecto, la batalla de los Intxortas fue todo un hito en la guerra del Norte.
Acceso al centro de interpretación de Elgeta.
Por segundo año consecutivo el ayuntamiento de Elgeta y la asociación IKE 1937 organizan el 27 de este mes la recreación popular de los combates. Hemos estado este fin de semana en la primera reunión de coordinación y nos ha impresionado la labor de esta gente. Con mucho voluntarismo, trabajo y pasión han creado todo un centro de recuperación de la memoria histórica, un auténtico museo que sorprende, sobre todo, por el discurso crítico que lo sustenta. Nada queda fuera: la reivindicación del papel de la mujer, las consecuencias de la represión fascista en la comarca, la recuperación de las biografías de quienes lucharon allí, la labor de exhumación de fosas de represaliados...


Detalles de algunas de las salas del museo.

Los responsables de la iniciativa explicando el plan de ataque.

Cuando el ámbito de la recreación se ha prácticamente profesionalizado, encaminándose a un sectario rigorismo al alcance únicamente de los popes e iniciados, esta experiencia de Elgeta nos parece especialmente interesante, ya que se abre a toda la ciudadanía, hombres y mujeres, y aboga por la participación ciudadana como herramienta fundamental para la recuperación de la memoria.
Dos chavales un poquito punkis tuneados de requetés alaveses.


sábado, 5 de abril de 2014

Pisas tumbas de héroes, ¡ay del que las profane!

Tras un prudencial tiempo de espera en el que ha habido cierto lío burocrático por parte de los militares para dar permiso de acceso a un miembro del Grupo de Investigación de Antropología Forense (GIAF) con pasaporte español, por fin he podido integrarme con normalidad en los trabajos arqueológicos que se realizan en el predio militar Batallón 13. El Batallón 13 es la cabeza visible de un gran complejo militar formado por el Servicio de Material y Armamento (SMA), el Servicio de Intendencia del Ejército, el Batallón de Infantería Nº 5, la Brigada de Comunicaciones Nº 1 y el Batallón de Infantería Nº 15, y está situado en la Av. de las Instrucciones, en las afueras de Montevideo. Gracias a la labor de la Asociación de Familiares de Detenidos desaparecidos y de diferentes organismos de derechos humanos también se sabe desde hace muchos años que en el centro de ese gran complejo militar estuvieron los siniestros centros clandestinos conocidos como "300 Carlos" y "S2". En concreto en los hangares del SMA, que forman un gran patio elíptico, o "la pera", como dicen los compañeros del GIAF.

Fotointerpretación de las estructuras del Batallón 13 y SMA. Se aprecia la "pera" en donde se encontraba el campo de concentración. Las zonas de bosque y alrededores del campo de futbol son los lugares donde potencialmente hay restos humanos. 

La labor del GIAF no se centra tanto en la documentación de este campo de concentración como en la búsqueda del paradero de las 13 personas que se considera pueden estar enterradas en algún punto de estas decenas de hectáreas de hangares, garitas, alambradas, prados, campos de tiro, canchas de fútbol y bosques. Y aquí es donde vienen los problemas. No se trata de una fosa común con todos los cuerpos juntos, sino seguramente de enterramientos aislados y separados en el espacio y en el tiempo, fruto de las torturas y asesinatos que se fueran efectuando por los militares a los estudiantes y trabajadores que tenían encapuchados en el 300 Carlos. Hay que destacar que ninguno de ellos eran guerrilleros, ya que los tupamaros habían sido desarticulados antes de la llegada de la dictadura. A ello se suma la posibilidad de que los muertos en un centro clandestino fueran trasladados y enterrados en otro predio militar distinto, o tirados a alguna laguna o al río de la Plata. Además, la internacional anticomunista, amparada por los Estados Unidos y conocida como Operación Cóndor, implicó el secuestro de ciudadanos en un país y su traslado a otro para su tortura y muerte, lo que complica aún más las tareas de investigación. Por otro lado la información con la que cuenta el GIAF, la de testigos directos e indirectos, en muchos casos ha resultado ser falsa. Para mayor inconveniente a finales de la dictadura uruguaya los militares realizaron la "operación zanahoria", que no es otra cosa que la recuperación de los cuerpos enterrados años antes para deshacerse de incómodas evidencias con la llegada de la democracia.

Ejemplo de uno de los mapas anónimos que llegan al GIAF, en donde se indican posibles zonas de enterramiento.

Sin embargo, el primer presidente de la postdicatdura uruguaya, Julio María Sanguinetti, aseguraba a mediados de los años ochenta que en Uruguay, al contrario que en Argentina, no había pruebas de un plan sistemático de asesinato y desaparición de personas. En este sentido la labor del GIAF es fundamental. No puede restablecer la justicia, pero sí puede ayudar a conocer la verdad. Y no planteando meras hipótesis, sino con los hechos objetivos que la Arqueología pone sobre la mesa. Pero aquí es donde radica el problema. Los trabajos que el GIAF lleva realizando desde el año 2005 hasta día de hoy en diferentes campañas, son como buscar una aguja en un pajar. Me atrevería a decir que seguramente se trate de la excavación arqueológica más ambiciosa y continuada en el tiempo dedicada a crímenes de lesa humanidad de época contemporánea. Plantean cuadrículas de trabajo de10 x 10 m. una vez han conjugado la información de los informantes y cotejado y estudiado las fotografías aéreas, para ver nuevas construcciones y repoblaciones de árboles que pudieran haber tenido el fin de seguir borrando las huellas de los crímenes. Tras ello una excavadora va realizando zanjas paralelas, que son convenientemente documentadas, dejando unos pequeños perfil entre ellas. Así han ido desmontando, dándole la vuelta, a muchas hectáreas de terreno. Todo ello bajo la atenta mirada de los militares, que graban continuamente todas las labores arqueológicas.

Seguimiento de máquina bajo la atenta mirada de los militares.

Áreas excavadas con los galpones del SMA al fondo.

Planimetría de las áreas intervenidas y de los principales resultados.

A día de hoy, en el Batallón 13 tan sólo se ha recuperado, bajo una potente capa de cal, el cuerpo de Fernando Miranda, un escribano filocomunista, que fue secuestrado y seguramente asesinado a las pocas horas. Aparte, han aparecido huesos sin conexión anatómica que probablemente sean evidencias de la "operación zanahoria". Es posible que algunas alteraciones estratigráficas documentadas en ciertas trincheras efectuadas con la excavadora también respondan al mismo fin desocultador y reocultador de los militares.  

Proceso de exhumación de Fernando Miranda.

Desconocedor de los referentes patrios uruguayos, al entrar por primera vez en este predio militar me topé con la leyenda "Pisas tumbas de héroes, ¡ay del que las profane!". Y no, no se trata de una alusión a los estudiantes y trabajadores secuestrados, torturados y enterrados en este lugar. Ni siquiera una velada advertencia a los arqueólogos por su incesante y obstinada búsqueda. Se trata de un extracto de "La leyenda patria", que cuenta la gesta de los 33 orientales, referentes de una patria que ni siquiera era tal ya que aquellos próceres luchaban por una confederación de provincias en torno al río de la Plata, no por el Uruguay que hoy conocemos. Sin embargo, a día de hoy, nada recuerda ni en este ni en el resto de campos de concentración de Uruguay a aquellos verdaderos héroes de esta república, a los que creyeron y lucharon por un país con justicia social y que pagaron con su vida.  

Inscripción patriótica en el patio de armas del Batallón 13.