viernes, 30 de mayo de 2014

Un Escudo, un Duce, un Imperio


Nuestro equipo de trabajo lleva años embarcado en el estudio arqueológico del fascismo italiano en Etiopía. En esta primera fotografía podéis ver la impronta del Duce en la labor civilizadora en Abisinia, coronando el túnel de una carretera que se dirige desde Addis Ababa hacia el norte. Las obras públicas, la abolición de la esclavitud y la Modernidad fueron bazas propagandísticas empleadas por Mussolini en una colonia que no acabó de conquistar del todo. A pesar de la derrota en 1941 ahí siguen estas cicatrices grabadas en la piedra, entre la bruma del pasado.


La segunda fotografía que os presentamos la hemos sacado hoy mismo, en un mediodía gris en el que la niebla fantasmagórica se adueñaba del puerto del Escudo, ubicado en la frontera entre Burgos, Tierra del Cid, y la Cantabria Infinita. Una entrada otrora majestuosa ciñe el acceso a un monumento abandonado, ocupado por unas vacas más pendientes del pasto que del pasado glorioso de los hombres.

Pongámonos en contexto. La Italia fascista apoyó al bando nacional con un entusiasmo inusitado. La derrota en Guadalajara dejó al ejército de Mussolini en mal lugar, todo un anticipo de las sucesivas cafradas en la IIª Guerra Mundial (Albania, Grecia, etc...). Como me contaba mi abuelo paterno, a los italianos se les quería mal. Cuando era soldado nacional en el Ejército del Sur, mi yayo siempre andaba a puñetazos con los italianos en la retaguardia, durante los permisos. La cuestión es que cuando llegó la hora de asestar el golpe definitivo al Frente Norte, los mandos nacionales pasaron un poco del nuevo Imperio romano. Los Flechas Negras no gozaron de mucho protagonismo que se diga en la campaña de Bizkaia. la conquista de Bilbao debía ser cosa de las Brigadas Navarras.


Para compensar este feo, los italianos sí gozaron de un papel estelar en agosto de 1937 en la lucha por el control de la provincia de Santander. En agosto de 1937, en este puerto del Escudo, 22 batallones republicanos esperaban atrincherados el ataque de las fuerzas nacionales, apoyadas por tres divisiones italianas. Para la historia quedó el enfrentamiento entre la italiana División 23 de marzo y la División 55 Montañesa de Choque. La posición fue finalmente tomada a costa de muchas bajas, el 17 de agosto. Nueve días después caía la ciudad de Santander. El zigurat fue comenzado a erigir ese mismo año 1937 empleando como mano de obra esclava a los propios prisioneros republicanos. Al acabar la guerra se acercó al lugar el mismísimo conde Ciano para rendir homenaje a los 360 soldados y 12 oficiales allí enterrados.


La M que preside el acceso no se refiere precisamente a la mantequilla de los sobaos pasiegos. Mussolini se escribe con M. Los sueños de grandeza del Duce quedaron fosilizados en la Cordillera Cantábrica. Los nichos del interior, marcados en su día con asépticos números, conforman toda una colmena, toda una metáfora del ideal fascista que diluía los individuos en una masa amorfa al servicio del Líder. Los familiares de los militares italianos acudían puntualmente cada año a rendir tributo a sus seres queridos. Un trágico accidente de autobús de esta comitiva de familiares aceleró la exhumación de los restos y su repatriación a Italia en la década de 1970. Hoy en día fascistas y antifascistas han dejado su señal en los muros del monumento. En la parte posterior, la gente ha amortizado parte del material constructivo, lo que hace parcialmente ilegible la original inscripción en latín que se grabó al inaugurar la pirámide:

SCUTUM ENSE FRACTUM IBI CONFREGIT POTENTIA SARTUUM SCUTUM GLADIUM ET BELLUM




Este no fue el único monumento erigido por el fascismo italiano en Hispania. La verdad es que iban un poco de sobrados. Como nos cuentan Alfredo Jimeno e Ignacio de la Torre en su fenomenal estudio sobre Numancia como símbolo, las tropas italianas encargadas de la defensa de aeródromo soriano de Garray levantaron (con dos cojones) un monumento sobre las ruinas de Numancia, esta vez dedicado al Duce, en recuerdo de los paisanos que anduvieron por el lugar. Estuve en Numancia y me acordé de ti. Dicho monumento fue retirado cuando los italianos se fueron tras el fin de la guerra, seguramente porque no se consideró oportuno para la memoria de la ciudad, que tanto había sufrido en su lucha contra Roma. A pesar de este desliz, con la victoria en 1939 la Falange con Serrano Suñer a la cabeza y arqueólogos adláteres se apuntó al carro de los fastos imperiales y celebraron a todo trapo semanas augusteas y demás parafernalias. Al fascismo siempre le gustó el arco del triunfo. Franco no iba a ser menos; eso sí, en un tremendo encaje de bolillos, por aquella época también se prestaba al tradicionalismo católico. De ahí la mezcla de arcos de triunfo y de palios. Este zigurat también está coronado por una cruz cristiana de hierro. Al fin y al cabo, la gente de orden fue la que sostuvo el regimen mussoliniano y el régimen franquista. Ser fascista para acabar bendecido por un cura.

P.D. El conde Ciano fue fusilado por los fascistas de la República de Saló. El cadáver de Mussolini fue expuesto por los partisanos, boca abajo, como un cerdo. Un cerdo que coadyudó a provocar una matanza entre 1936 y 1939.


domingo, 25 de mayo de 2014

Las torres de Hitler

Flakturm modelo G (primera generación) en Hamburgo. El original no tenía ventanas
 
Según el antropólogo Pierre Lemonnier, toda tecnología tiene una faceta que no puede explicarse exclusivamente desde el punto de vista de la operatividad técnica. Las cercas de los huertos baruya en Nueva Guinea, por ejemplo, se construyen para evitar que los cerdos destruyan la cosecha. Pero para eso no hacen falta estacas aguzadas de dos metros de alto: los cerdos no son conocidos por su capacidad de salto (ni siquiera en Nueva Guinea). Estas cercas excesivas en realidad nos revelan la preocupación de los baruya por la identidad masculina (son los hombres los que las costruyen) y la enorme importancia del trabajo colectivo (nadie puede construir una valla en solitario). Masculinidad y cooperación son dos valores fundamentales en la sociedad baruya y las cercas de los huertos permiten materializarlos, hacerlos visibles y por lo tanto más efectivos. 

Esta faceta de la tecnología no es privativa de sociedades tradicionales. Lemonnier ha demostrado como en el diseño de las ingenierías más punteras, como la aeronáutica, intervienen continuamente factores sociales. Todo objeto es, simultáneamente, el resultado de una necesidad práctica y una representación social. Y si un objeto no se adecúa a la imagen que tenemos de él, es probable que no tenga mucho éxito o que no llegue a utilizarse: eso es lo que ha pasado con algunos modelos de avión fantásticos, pero de aspecto "raro", que acabaron fracasando.

La tecnología militar moderna tendemos a considerarla como exclusivamente orientada a fines prácticos (matar, herir o destruir al enemigo, defenderse de la muerte, las heridas o la destrucción que el enemigo nos quiere causar). No se trata de poner esto en duda, pero es evidente que incluso aquí intervienen la representación que nos hacemos de lo que es la guerra, el poder o la nación. 

Un buen ejemplo de ello son los búnkeres: una arquitectura práctica por definición. No obstante, si solo fueran un producto de la necesidad técnica no contaríamos con la enorme variedad existente. Serían todos más o menos igual.

Un caso de fortificación excepcional es el de las Flakturm nazis (torres antiáreas). Se trata de colosales edificios de hormigón de varios pisos y con paredes de 3,5 metros de ancho. En su interior podían refugiarse miles, incluso decenas de miles, de personas y se los consideraba inmunes a las bombas de aviación. En la azotea de estas torres se colocaban varias baterías antiaéreas que podían disparar hasta 8.000 proyectiles por minuto. Que estas construcciones eran útiles está fuera de toda duda: los bombarderos las evitaban a toda costa y todos ellas sobrevivieron a la guerra, mientras los edificios y otros búnkeres a su alrededor se hundían bajo el explosivo aliado. 

Detalle de la azotea de la Flakturm de Hamburgo donde se sitúaban las ametralladoras antiáreras

Pero también es evidente que las Flaktürme son la materialización de la ideología nazi. No en vano algunas de ellas las diseñó Hitler en persona. Estas moles de hormigón estaban pensadas, como el propio Reich, para que duraran mil años -y al contrario que el Tercer Reich, es probable que lo consigan.

Materializan también la voluntad de poder y resistencia del pueblo alemán y la guerra total que preconizaba Goebels, que convertía las ciudades en campos de batalla y escenarios apocalípticos. Frente a lo que hicieron todos los demás países (esconderse bajo tierra), la Alemania nazi construyó sus defensas en altura, bien visibles. La lógica política es evidente: en unas ciudades arrasadas hasta sus cimientos (imagen que por lo visto erotizaba a los jerarcas nazis, amigos del sadomaso) solo las torres de hormigón sobresaldrían entre los escombros. 

Y esas torres, como las cercas baruya, actuarían como elementos para aglutinar a la sociedad. En su interior, bajo las bombas, se reforzarían las solidaridades nacionales-raciales. Así fue en Berlín: los últimos en resistir lo hicieron desde las Flaktürme.

También son testimonio involuntario de la grisura monolítica que define a todos los regímenes totalitarios. Normal, pues, que tanto Stalin como Hitler fueran amigos del cemento; a Franco le dio por el granito, igual de gris, pero más imperial. 

En España hubo búnkeres de todos los tipos. Si nos tenemos que quedar con uno que defina a la sociedad española de la época, rural y campesina, elegimos este que excavamos en Abánades. Un fortín de pastores, a piedra seca. Como un zahurda o una paridera. Más humilde que una Flakturm y sin pretensiones totalitarias.













 

jueves, 22 de mayo de 2014

Marcas de la resistencia, politizando el espacio urbano

Henry Lefebvre nos enseñó que el espacio, y en concreto el espacio urbano, no es una realidad objetiva y mensurable, sino que el espacio y las acciones sociales que en él se desarrollan están unidas. Es por tanto un campo de luchas políticas. Entre el capitalismo ("espacio concebido") que intenta que la ciudad sea un lienzo en blanco sobre el que especular, con sus mecanismos devastadores, como la gentrificación de los cascos históricos, o más sutiles, como la creación de "espacios públicos cívicos", con toda su batería de normas y prohibiciones, y los diferentes grupos y actores sociales ("espacio percibido" y "espacio vivido"), con sus vivencias, movimientos diarios, con sus desarrollos de la acción y la pasión. 

Las plazas españolas, con el 15M, han sido un claro ejemplo de lo que decimos. Pero no hay que perder de vista la perspectiva histórica. La Puerta del Sol, por ejemplo, ha sido un espacio de luchas y de representación simbólica de las mismas al menos desde el s. XVIII, con el mentidero de Madrid en las gradas del convento de San Felipe el Real, canalizando a las masas contra la realeza en el motín de Esquilache de 1766, con las barricadas en el levantamiento popular contra los invasores franceses el 2 de mayo de 1808, siendo escenario del asesinato del presidente Canalejas en 1912 por parte del anarquista Pardiñas, proclamando la II República en 1931, o con las torturas sistemáticas ocurridas en los bajos de la Dirección General de Seguridad durante todo el franquismo, en el mismo edificio desde donde hoy los antidisturbios vigilan las asambleas y las manifestaciones. Las luchas sociales están ancladas a lugares y edificios. Los vemos estos días en Oviedo-Uviéu en la defensa del C.S.O.A. La Madreña. Por lo tanto espacio construido y diacronía conforman dos ejes que permiten también un acercamiento analítico desde la Arqueología, que sin duda es deudora en este ámbito de la Sociología, la Antropología y el Urbanismo.

Y eso es precisamente lo que estamos llevando a cabo en diferentes escenarios sudamericanos. Por ejemplo mediante el análisis del paisaje urbano y como en él se han desarrollado los recorridos de las marchas del 24 de marzo en la ciudad de Rosario (Argentina), en las que se condena el golpe de estado de 1976 y se pide Verdad, Memoria y Justicia. Ciertos hitos arquitectónicos han hecho que se modifiquen los recorridos, como cuando hace unos años se aprovechaba para escrachear la antigua sede del Comando del II Cuerpo del Ejército, centro organizador de la represión en la provincia de Santa Fe, convertida en el bar Rock&Feller y hoy, gracias a esa presión social, Museo de la Memoria. O en la última, en donde se pasó por delante de los tribunales para mostrar el apoyo en los juicios contra los genocidas. 

Escrache en el edificio del II Cuerpo del Ejército (Rosario, Argentina) para denunciar su conversión en un bar.

Marcha contra la dictadura y por la profundización de la democracia del 23 de marzo de 2014, a su paso por los tribunales de justicia  de Rosario (Argentina) en donde se está juzgando a los genocidas.  

También es interesante investigar por qué dentro de estos recorridos se excluyen ciertos lugares que a priori podrían ser los más significativos, caso del centro clandestino de detención y tortura de El Pozo, situado justo al otro lado del edificio en donde comienza la marcha.

Marcas oficiales y no oficiales en la puerta principal del CCD El Pozo (Rosario, Argentina). 

Salida de la marcha contra la dictadura del 24 de marzo de 2014 (Rosario, Argentina). Obsérvese a la derecha el edificio oficial en cuyos bajos, por la calle de atrás, está el CCD El Pozo.

En el caso de Uruguay, y en concreto de Montevideo, resulta llamativo el contraste con Argentina y Chile. Para comenzar la marcha del 20 de mayo, equivalente a la del 24 marzo en Argentina, se realiza en silencio y sin banderas partidistas. Una inmensa concentración humana en silencio, recorriendo la ciudad de noche, puede ser mucho más potente y efectista que los tambores y los gritos del caso argentino. El silencio sólo se rompe cuando desde los altavoces se van leyendo los nombres de todos los desaparecidos, a los que la multitud responde con un "presente", pero dicho en voz baja, como cuando se está en misa.

Otro contraste entre Montevideo y las principales ciudades argentinas es que los lugares represivos están sin marcar en la mayoría de los casos, o al menos no desde un proyecto amplio y sistemático. Por ejemplo de los 8 centros clandestinos de detención, tortura y asesinato que hasta el momento se han podido identificar en Montevideo no hay ninguno que esté marcado como tal. Y de los centros de detención, mucho más numerosos, podemos decir lo mismo. En parte, uno de los problemas es que muchos de estos lugares se encuentran, aún hoy día, dentro de cuarteles militares en uso. Sin embargo sí que se están instalando marcas no en lugares represivos sino en lugares de resistencia, dentro del proyecto "Marcas de la memoria. Memoria de la resistencia", que se puede consultar en su web. Se trata de una marcación colectiva de 26 lugares destacados en la lucha contra la dictadura, de los cuales tan sólo uno fue centro represivo (CCD Casa de Punta Gorda). Por el contrario, el paisaje urbano que se está destacando y actualizando es el de la lucha política, enlazando las luchas del pasado con las del presente: las avenidas de las manifestaciones estudiantiles, el de la resistencia de los actores de teatro, el de la sede de los medios de comunicación antidictatoriales, el de las fábricas ocupadas, los árboles donde de forma clandestina se quedaba para realizar acciones subversivas, las sedes de los sindicatos que más duramente fueron reprimidos, la plaza de Libertad en donde las madres de los desaparecidos se reunían para luchar por sus hijos...  

Detalle del tríptico informativo de las Marcas de la Resistencia de Montevideo, formadas por una placa en el suelo y tres bancos subesféricos que invitan a la reflexión.

Inauguración de la Marca de la Memoria en la puerta del Sindicato Único Nacional de la Construcción y Afines (SUNCA), el 20 de mayo de 2014: este local de los obreros de la construcción fue allanado por las Fuerzas Armadas y utilizado por la Policía durante la dictadura instaurada en 1973 como comisaría y cárcel.

Por lo tanto, y de nuevo en contraste con Argentina y Chile, los arqueólogos e historiadores dedicados al pasado contemporáneo trabajan y discuten en un plano distinto al de los familiares de desaparecidos y ex-detenidos. Si bien en los países vecinos ha habido diferentes equipos interdisciplinares que han trabajado codo con codo con familiares y supervivientes de los campos de concentración para reconstruir la historia de estos lugares y convertirlos en lugares de memoria, en Uruguay no encontramos este proceso. Las marcas de resistencia que se están instalando estos días parten de un proceso completamente autónomo por parte de familiares y ex-detenidos, organizados en la asociación Memoria de la Resistencia, aprobado por unanimidad en la Intendencia de Montevideo, y diseñadas por el Instituto de Diseño de la Facultad de Arquitectura. En palabras de Antonia Yañez, gallega llegada de joven a este país, dirigente comunista, y que sufrió un duro itinerario represivo en los últimos años de la dictadura:   

Interpelamos a la sociedad por la presencia consecuente de los familiares de desaparecidos pero también al incorporar el valor del papel jugado por el pueblo en la resistencia a la dictadura. Este ejercicio de análisis realizado por la Asociación Memoria de la Resistencia sumado a su persistencia, permitió ratificar una consideración inicial: la dictadura cívico-militar que padeció el país afectó a todos los uruguayos. En consecuencia, multiplicidad de actores participaron en la resistencia a la dictadura, interviniendo en diversos planos de la sociedad y en distintas formas, fragmentarias, individuales u organizadas. Poner de relieve esta participación, no como mero discurso sino como señas de identidad permitirá apreciar el hilo conductor que existe, por ejemplo, entre la movilización popular del 9 de julio de 1973 en la plaza del Entrevero, durante la Huelga General y el multitudinario acto del 27 de noviembre de 1983 en el Obelisco.

De todo esto tiene que dar cuenta la ciudad. La memoria requiere de un lugar desde donde acontecer y desde donde reconstruir. Para hacerlo en estos años, debimos recrear infinitos gestos, miradas y sucesos –muchas veces encontrados en su valoración- pero siempre en el entendido de que la vida de cada uno de nosotros está afectado por una serie de “marcas-lugares-símbolos”. Ellos conforman nuestra memoria, marcan y nos marcan, entrelazando los planos de lo público y lo privado, lo individual y lo colectivo, el pasado y el presente.

Apelamos a una memoria colectiva que se despliega en un marco social y que es capaz de recordar en tanto se resistía en ese marco. Todo esto, creemos, permitió el enriquecimiento político del proyecto y el apoyo unánime del gobierno departamental.

Y si nombrar el pasado es darle una interpretación, hemos librado una batalla por la memoria. Lo hemos hecho en el espacio público de la ciudad, aquello que nos fue prohibido por formar parte de nuestro acervo cultural y político.  







martes, 20 de mayo de 2014

Reinterpretar el pasado

  
Monumentos de Dammtor: arriba, monumento nazi; abajo, memorial a las víctimas de la guerra.

No es fácil encontrar un monumento nazi en Alemania. Pero más difícil aún es dar con un monumento, edificio o símbolo tal cual, sin modificación ni comentario. Las esvásticas han desaparecido, como es natural, de todas partes. Cuando se ha señalado alguna superviviente, como sucedió en 1965 con el edificio de los desfiles nazis de Nüremberg, el descubrimiento siempre ha generado polémica y por lo general la esvástica ha acabado destruida. 

Durante las primeras décadas después de la Segunda Guerra Mundial, la tendencia del gobierno de la República Federal Alemana fue a destruir sistemáticamente todas las huellas del pasado nazi. A partir de los años 70 se invirtió la tendencia y desde entonces, aunque no sin controversia, la idea que ha predominado es explicar lo que representan los monumentos nazis. Se comenzó por los campos de concentración y exterminio y cada vez más son las trazas del paisaje cotidiano las que se recuperan y se reinterpretan como lo que son: evidencia de una ideología totalitaria que destruyó la vida de millones de personas. 

Un ejemplo de esta reinterpretación es el monumento de Dammtor en Hamburgo. Se construyó en 1936 para conmemorar una unidad -el 76 Regimiento de Hamburgo- que participó en la Guerra Franco-Prusiana (1870-71) y la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Se trata de un contramonumento realmente: una respuesta nazi al memorial, más bien trágico, que el ayuntamiento había erigido para recordar a los 40.000 conciudadanos que murieron en las trincheras. En este monumento aparece una madre llorando con un niño en brazos y la leyenda "Cuarenta mil hijos de la ciudad dieron su vida por ti". El contramonumento nazi es de estilo claramente fascista: representa siniestras columnas de soldados vestidos con el uniforme y las armas de la época y en letras góticas se lee "Alemania debe vivir incluso si nosotros tenemos que morir". 

Destruir este monumento no era fácil. Después de todo, por muy nazi que fuera, no honraba el nazismo, si no a unos soldados que pagaron con sus vidas las aventuras militares anteriores a la llegada de Hitler al poder. Pero el estilo y la leyenda dejaban claro que se trataba tanto de un homenaje a los caídos como a los que habían de caer: una amenaza, más que un memorial. 

La solución fue construir al lado un tercer monumento (segundo contramonumento). En este caso se realizó una obra compuesta por dos esculturas: una dedicada a las víctimas de los campos de concentración y otra a las del bombardeo británico de Hamburgo en 1943 (en el que perecieron más de 42.000 personas). El estilo contrasta claramente con el amenazador bloque de los nazis, pero el monumento más moderno no carece de problemas. Se ha criticado, por ejemplo, que presenta a los alemanes como meras víctimas. En cualquier caso, la presencia del nuevo memorial neutraliza y reinterpreta el antiguo. Existe además un cartel que explica la historia de ambos. 

Los monumentos dictatoriales no se pueden dejar sin más. El pasado hay que explicarlo - siempre: sin explicación, no entenderíamos un anfiteatro romano, la Constitución de Cádiz o la cueva de Altamira. Para eso están los historiadores (y los arqueólogos): no solo para describir lo que pasó, sino para interpretar los hechos, para traducirlos a nuestra sensibilidad actual y nuestros parámetros culturales. Pese a lo que piensa mucha gente, reinterpretar el pasado no es lo mismo que inventárselo. Más bien es lo contrario: es volver a llamar a las cosas por su nombre. A la masacre de inocentes, masacre; a quien se arroga todo el poder político, dictador; a la guerra, guerra. Ni gesta imperial, ni cruzada, ni caudillo por la gracia de Dios. 

Inventarse el pasado es lo que hizo Franco con el Valle de los Caídos. Y aún más lo que hacen quienes defienden este monumento en la actualidad.

lunes, 12 de mayo de 2014

Selección de voluntarios/as para el proyecto de Belchite

Elegir a las dos personas que participarán en las excavaciones de Belchite en septiembre ha sido una tarea extremadamente ardua: por el elevado número de solicitantes (114), por la calidad de muchos de los currícula y por el entusiasmo de muchas cartas. El 61% de las solicitudes son de mujeres, lo que coincide con el mayor porcentaje de alumnado femenino en las universidades. De los cinco mejores expedientes académicos, además, cuatro corresponden a mujeres, lo cual también encaja con las estadísticas. Por comunidades, Cataluña es la que más solicitantes ha acaparado.
Los resultados son los siguientes:

Seleccionadas:
Laia Catarineu Iglesias
Marta Ruiz Pascua

Suplentes:
Margalida Coll Sabater
Silvia del Álamo García
Aranzazu Medina González
Antonio José Pagán Sánchez
Mario Mata González
Laia Gallego Vila
Víctor Gil de Muro Eguizábal


La selección se ha basado fundamentalmente en el expediente académico, seguido del interés específico y razonado en trabajar en un contexto de la Guerra Civil Española y el currículum. Se ha dado prioridad además a la gente más joven y que está en fase de formación (grado o posgrado). Algunos habéis hecho notar vuestro deseo de participar en exhumaciones. Aunque no podemos descartar que se descubran restos humanos, no está previsto realizar ningún exhumación en esta campaña. Nuestro objetivo es ir ampliando el número de plazas para voluntarios en Belchite durante los próximos años. Además, confiamos en poder recuperar a varios de vosotros para otro de nuestros proyectos este año. De concretarse esta posibilidad, se os comunicará por email a lo largo del mes de junio. Muchas gracias de nuevo a todos los que habéis enviado vuestras solicitudes y enhorabuena a las seleccionadas.

lunes, 5 de mayo de 2014

El cartero siempre se arma dos veces

Milicianos y gudaris en Intxorta. Fotografía de Jon Urbe (Argazki Press).

Los especialistas en Etnografía y Antropología utilizan como herramienta de trabajo lo que denominan la observación participante. Esto es, la mejor manera de analizar e interpretar una actividad performativa humana (un rito de paso, por ejemplo) es haciéndolo desde dentro de la propia comunidad, participando directamente, si te dejan. Esta experiencia participativa nos permite acercarnos a todos los agentes implicados, a todas las voces y sensibilidades que confluyen en esos actos, a las personas que protagonizan estos eventos, como se dice ahora. Haber estado allí es una suerte de garantía para poder emitir juicios de valor.
Por unas horas emulé a mis dos abuelos y me convertí en un soldado nacional, en un quinto procedente del rural, de ideología izquierdista, pero movilizado por los militares sublevados. Carne de cañón obligada a tomar una posición clave en el avance sobre Bizkaia. Como compañeros de viaje: regulares, requetés y falangistas alaveses y guipuzcoanos.
Antes de dar inicio a nuestra particular batalla de Intxorta, la tropa se alivia viendo el amplio reportaje que recoge la revista Interviu sobre la recreación del año pasado. Una simpática señora de la organización insiste en dar menos rancho a los nacionales, a ver si así se ayuda un poco al Ejército de Euskadi. El vino asalta-parapetos se adueña del almuerzo.
Soldados nacionales y requetés en Intxorta. Fotografía de Beloki.

A. se enteró con más de cuarenta años que su padre, siendo adolescente, había acudido al mercado de Gernika el funesto día del bombardeo. A. nació en un caserío al pie de Intxorta y desde niño escuchó en casa, de boca de su abuela, historias en voz baja sobre la rapiña a la que se entregaron los vencedores. El alcance de los atropellos fue tal que los propios mandos nacionales fusilaron a soldados moros por haber violado a chicas de los caseríos de la zona.
J. es un recreador experto que participa en los combates. Comprende perfectamente la idiosincrasia de esta actividad y se esfuerza porque nuestra compañía haga un buen papel en la recreación. Con generosa entrega corrige gestos, organiza los movimientos y nos ayuda a hacer las cosas con criterio. Aunque se viene un poco abajo cuando ve a uno con los calcetines del Athletic, J. queda bastante contento con el espectáculo. En el acto de homenaje a los luchadores por la libertad y contra la impunidad del franquismo, J. nos exige adoptar un rictus de respeto mientras formamos. Sin embargo, muestra su desacuerdo con el acto, no porque él sea fascista, sino porque considera que no se debe mezclar la política con la recreación. Esta opinión, a nuestro modo de ver, es mayoritaria en el ámbito de la recreación, del mismo modo que en la Arqueología sigue primando un enfoque que deslinda ciencia y política.
J. está de acuerdo en dar las armas al pueblo. Lástima no fuese gobernador civil en julio de 1936.
En camino hacia el acto de homenaje a los defensores republicanos. 
Fotografía de Jon Urbe (Argazki Press).

R. es otro recreador vizcaíno con experiencia que considera que esto no se podría haber hecho hace cinco o seis años en Euskadi, andar con la bandera española tomando unos potes vestido de nacional por el pueblo. El año anterior unos vecinos de avanzada edad increparon duramente a los recreadores del bando nacional, pensando probablemente que los chavales lo hacían por convicción ideológica. La brutal represión franquista generó todo un trauma colectivo.
Este año el dueño del prado anexo al monumento a los defensores de Intxorta concedió permiso para usarlo en la batalla. Lo que no nos dijo fue que sus vacas se habían empleado a fondo en la guerra química. X. es un estudiante universitario que dedica tiempo y esfuerzo al estudio de la guerra civil española. Una boñiga traidora ha deslucido su impoluto uniforme de alférez provisional. Enojado, dispara frenéticamente balas de fogueo a los rojos separatistas. Mientras tanto, los falangistas inician por el flanco derecho una fallida maniobra envolvente. Cadáveres de requetés comienzan a adueñarse de un prado que parece comido por el sarampión. Mientras sostengo heroicamente la bandera bicolor, unas mil personas ven in situ los combates. Mi estampa es patética. Repleto de mierda de vaca, con un casco ínfimo para mi cabezón y un cuerpo atlético, intento emular a los últimos de Filipinas. Aplausos... y risas. Notable éxito de público, implicación al 100 % del pueblo de Elgeta y del propio ayuntamiento.
Refugio republicano reconstruido en las trincheras de Intxorta.

Entre mis compañeros nacionales cuento con cuatro cuarentones de Bergara, padres de familia, que se conocieron al coincidir en el colegio de los niños. Desde entonces, forman una peculiar cuadrilla recreadora. Empezaron haciendo de extras en un documental sobre la represión franquista en Arrasate. Y ya no pararon. Son veteranos de la recreación de Intxorta 1937. Como todos aquellos que ya tienen una longeva memoria histórica de esta actividad, consideran que se ha ido mejorando notablemente gracias, sobre todo, a la actitud de la gente, la ayuda prestada por recreadores con experiencia y la genialidad de personas como el cartero de Bergara, el Ruso. Hijo de niño de la guerra y de soviética, este hombre se ha currado una réplica fenomenal de toda una pieza de artillería, de gran utilidad para su compañía de requetés. Animado por el éxito, ya se ha puesto manos a la obra para acercar el año que viene (aunque no venga mucho a cuento) una réplica de un tanque T-26. Enorme.

La sobremesa de la comida de confraternización es lo más parecido al patio del recreo de un colegio. En vez de cromos, comienza el intercambio de copias de emblemas de batallones, atrezzos varios, complementos para la txapela del gudari o la zamarra del miliciano. El momento más emotivo se dio cuando uno de estos aficcionados, con los ojos vidriosos, regaló a su sobrino una maqueta de un búnker del cinturón de Hierro de Bilbao, de la zona de Ugo-Miraballes. No falta el buen humor y el cachondeo.
J. se despide con una frase profética: Algún dia te llevaré al prado en donde crecen las Cruces de Hierro.

Por ahora me conformo con las boñigas.