Cosas maravillosas. (c) Álvaro Minguito.
"Todo arqueólogo", escribe Laurent Olivier, "ha soñado algún día con tocar el pasado de cerca, de encontrar ese lugar donde la cámara del pasado ha permanecido intacta, tal y como era en el momento preciso en que el tiempo se ha cerrado sobre ella".
El pasado mes de julio descubrimos esa cámara del pasado en que el tiempo se ha detenido. Y no hemos podido excavarla. No nos ha pasado más que una vez antes: el darnos de bruces con un hallazgo espectacular a uno o dos días del cierre de la excavación. Pero este año ha vuelto a suceder. Entre las ruinas del asilo de Santa Cristina se escondía un tesoro de la Guerra Civil: un basurero al que fueron a parar los restos que dejó tras de sí la guerra en este sector de la Ciudad Universitaria de Madrid.
Nos topamos con cientos de cartuchos sin usar, huesos de fauna, madera, botellas enteras, restos de uniforme, un par de granadas de mortero... En un estupendo estado de conservación y todo en menos de un metro cuadrado -una pequeña porción de la extensión real del depósito, que puede esconder cosas increíbles. Aparentemente, tras la rendición de Madrid, los militares utilizaron un refugio de tropa semisubterráneo construido entre los edificios del asilo para deshacerse de gran cantidad de material, mucho de él en buen estado.
Como no nos daba tiempo a excavarlo en condiciones decidimos taparlo cuidadosamente y dejarlo para la próxima campaña. Bajo dos metros de tierra, escombro y tela geotextil, el tesoro y sus secretos tendrán que aguardar unos meses más a que los revelemos.
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