Algún día de estos esperamos amanecer con la noticia de que han sacado a Francisco Franco del Valle de los Caídos. La operación es sencilla, de costes modestos y sin complicaciones técnicas, pero está generando un gran revuelto. Hasta tal punto es así, que para evitar el encuentro frente a frente, cuerpo a cuerpo, entre los medios, los curiosos, las víctimas del dictador celebrando el traslado y franquistas protestando en contra, la exhumación se intentará hacer con la máxima discreción. Nos enteraremos cuando ya haya pasado y Franco esté enterrado de nuevo en algún otro destino, esperemos que más acorde con una aspiración democrática; donde la familia pueda recordar al dictador en privado, pero sin que ocupe un lugar público honorífico.
Aún sin esta ceremonia pública de exhumación y reinhumación, la importancia de la acción material reside en algo inmaterial: su valor simbólico. Y como tal, para hacer su lectura, es útil armarnos de claves que pertenecen al ámbito de la performatividad y la representación. La decisión de trasladar los restos pasaría desapercibida si no tuviésemos en cuenta a quién pertenecen, la carga del memorial fascista dónde están ubicados o la actual jerarquía que se establece formalmente con el resto de los inhumados, por ejemplo. Poco pueden decir ya los muertos sobre su enterramiento y desenterramiento. Sin embargo, para los vivos este traslado es una forma de restablecer y actualizar el lugar simbólico que queremos que estos ocupen. En definitiva, el traslado físico es también un traslado conceptual.
Primer acto: Kilómetro 0
Restos de la excavación en Abánades, Guadalajara |
En octubre del 2017, emprendimos un viaje en colaboración con el arqueólogo Alfredo González-Ruibal. El viaje comenzaba en la sede del Instituto de Ciencias del Patrimonio (Incipit-CSIC) en Santiago de Compostela y acababa en Abánades, Guadalajara. Llevábamos con nosotros los restos de 13 soldados que habían estado guardados en los almacenes del Incipit durante casi cinco años. El equipo del arqueólogo los había encontrado casualmente cuando excavaba en terrenos de Abánades. Habían muerto en batalla, la mayor parte luchando con el ejército sublevado, aunque también había un caído republicano y otros con adscripción desconocida.
Una vez acabada la investigación arqueológica, los restos habían quedado atascados en el almacén del Incipit-CSIC. Siguiendo el protocolo arqueológico, se deberían depositar en el Museo de Arqueología de la provincia donde se encontraron, sin embargo esta solución provocaba un conflicto ético al equiparar restos humanos con objetos arqueológicos. Por otra parte, ante la imposibilidad de identificarlos, tampoco podían entregarse a familiares que pudiesen hacerse cargo. Así que, antes de llevarlos a alguna parte, había que afrontar una cuestión: ¿Quién tenía la autoridad legítima para decidir sobre su destino? ¿El equipo de arqueólogos que los encontró? ¿Los colectivos o asociaciones ideológicamente afines? ¿El Estado? ¿El Ejército? ¿La Iglesia?... En definitiva: ¿De quién eran estos muertos?
Es en este momento cuando González-Ruibal nos invitó a involucrarnos para buscar una solución y visibilizar el caso de los 13 soldados: ¿Podíamos desde el arte encontrar la forma de que los restos entraran en un debate público más amplio sobre el legado de la historia reciente y traumática de la Guerra Civil y la dictadura?
Cajas en Incipit - CSIC, Santiago de Compostela |
El asunto hubiera sido menos complicado si los restos perteneciesen a republicanos; al menos la identificación con ellos como antecesores y defensores de un sistema democrático hubiese sido más fácil. Pero el conjunto se conformaba con soldados de ambos bandos. Teníamos que repensar las herramientas artísticas a las que estábamos recurriendo para no caer en el lenguaje de la conmemoración, y al mismo tiempo, evitar suavizar o camuflar las aristas más afiladas del caso. Alfredo González-Ruibal envió una carta al Ejército preguntando sobre los protocolos y la responsabilidad de la institución al encontrarnos ante soldados caídos en combate. La respuesta del que entonces era director del Gabinete Técnico del Ministerio de Defensa fue escueta y evasiva. Como solución indicaba que, al tratarse de restos no identificados, se debían inhumar en el cementerio de la población donde se hallaron. Añadía que, si fuese necesario, se podría disponer del osario del panteón militar del cementerio de Guadalajara. No había ninguna mención sobre cómo había que hacerlo o quién se ocuparía de sufragar los gastos
Entrada al cementerio de Guadalajara |
Visitamos primero el cementerio de Guadalajara. Presidiendo el recinto nos topamos con una gran cruz sobre una lápida, brillante y cuidada con flores frescas, dedicada a los "Caídos por Dios y por España". En contraste, en una zona apartada, estaban los vestigios de la fosa con las casi 1000 víctimas de la represión franquista en la ciudad, donde unos meses más tarde comenzarían las exhumaciones para identificar a Timoteo Mendieta. En definitiva, el camposanto repetía espacialmente la narrativa del Valle de los Caídos. No parecía el lugar adecuado para los restos de los 13 soldados
Detalle de la fosa de las víctimas del franquismo en el cementerio de Guadalajara |
Así que decidimos llevarlos hasta Abánades y dar una dimensión pública al viaje. Con este objetivo, en el camino, hicimos una parada en Madrid. Allí, en colaboración con el Ayuntamiento de Madrid, a través de la Oficina de Derechos Humanos y Memoria, organizamos un seminario para debatir sobre posibles destinos para los restos y los problemas prácticos con los que se encuentra un arqueólogo como consecuencia de un pasado con un marco legal sin resolver. Invitamos a un grupo de gente que desde su bagaje profesional y político reflexionó sobre los diferentes posibles escenarios. Participaron Juan Pablo Calero (historiador), Pedro Corral (periodista, escritor y concejal del PP del Ayuntamiento), Francisco Ferrándiz (antropólogo), Alfredo González-Ruibal (arqueólogo), Jimi Jiménez (investigador y arqueólogo), Queralt Solé (historiadora), Guillermo Zapata (concejal de Ahora Madrid en el Ayuntamiento) y Jesús Carrillo (historiador del arte) como moderador.
Lo que viene a continuación es un resumen del debate, junto con el vídeo completo del evento.
Segundo acto: Kilómetro 598
"La ruta más larga", Centro Conde Duque, Madrid, 14 de octubre del 2017 |
Alfredo González-Ruibal introduce las cuestiones principales en torno al caso de los 13 soldados. "No pueden ir a la vitrina de un museo, pero tampoco tienen que ser enterrados como enterraríamos a nuestros seres queridos ahora en el presente", establece. Por otro lado, una vez encontrado un lugar para darles sepultura, resalta el problema con el epitafio y la denominación de los contendientes, sobre todo para los que lucharon en las filas del ejército franquista, "¿Ejército sublevado? ¿Ejército nacional? ¿Qué ponemos?", se pregunta.
Encontrar restos de soldados franquistas todavía sin exhumar no es lo habitual. La inmensa mayoría de fosas comunes que quedan están llenas de víctimas republicanas, y son las familias, de forma no oficial, las que se han encargado de ellas en los casos en los que ha sido posible. Aún así, se calcula que todavía quedan sin localizar cerca de 114.000 víctimas de la Guerra Civil y la dictadura. Como indica Juan Pablo Calero, la Memoria Histórica ha existido siempre, pero ha sido una historia familiar: "Las familias recuerdan a sus muertos. Lo han hecho en el franquismo, en la Transición y después. Por ejemplo, cuando empieza la Transición, se abren muchas fosas y se sacan muchos cadáveres. Pero lo hacen las familias. La gente sabe dónde están sus muertos. Iba, abría y sacaba. Curiosamente esas exhumaciones solo salían en el Interview. (…) ¿Qué es lo que ocurre? Que llega un momento en que la magnitud del problema hace que deje de ser un asunto puramente familiar". En el momento en que hacemos de la memoria una cuestión de Estado es cuando se complica.
Queralt Solé y Jimi Jiménez hablan sobre las soluciones encontradas en el País Vasco y Cataluña. Se comenta que tal vez sea más fácil afrontar este tema en contextos donde hay un "nosotros" más claro.
A nivel estatal, Guillermo Zapata recuerda las dificultades para construir una política de memoria en un contexto político en el que no hay, ni habrá, consenso en cuanto a un relato sobre el pasado de la Guerra Civil y la dictadura. Advierte sobre la sobre-institucionalización de las políticas de memoria, y propone distinguir entre la lectura de Estado de un determinado problema y las políticas públicas. La función del Estado sería crear "recursos y protocolos, normas y regulaciones, que permiten intervenir en un determinado problema", sin tratar de construir un relato histórico común.
Pedro Corral, en cambio, opina que sí se debería buscar el consenso. "Pongámonos de acuerdo en ponernos de acuerdo", dice. Cree que para esto "debemos seguir un proceso desmitificador" y romper con las etiquetas que se establecen con la victoria del franquismo para identificar a unos y a otros en una Guerra Civil. "El franquismo hizo una cosa muy inteligente. Cogió a todos los que había asesinado el terror frentepopulista y se los metió en su saco. Eso es falso. Había liberales, había republicanos, había gente que, de llegar a sobrevivir a esa tragedia, seguramente no habría estado conforme con el franquismo. En eso la izquierda también ha caído en el engaño y deja esa etiqueta, porque bueno, 'esos eran franquistas fusilados'". Considera que esto es una forma de distinguir entre víctimas de primera y de segunda, y que a partir de esta distinción es cuando se origina conflicto. "Las leyes en Andalucía y Aragón están reduciendo a condición de víctima a los de un solo bando: los que lucharon por la libertad y la democracia (…). Estamos creando nuestro propio martirologio, como hizo la dictadura. Negando los excesos del otro bando".
Francisco Ferrándiz también se inclina por una solución global y "crear nuevos lenguajes para entender el pasado", pero considera que no podemos aislar la Guerra Civil de los 40 años de dictadura posterior, "la sombra de la guerra es alargadísima", dice Queralt Solé. El franquismo se encargó de honrar la memoria de sus muertos durante la guerra civil a través de los cuales construyó los rituales que conocemos como mecanismos de significación. Jesús Carrillo añade que "el problema con el Estado Español es que inició su fundación sobre un mausoleo, el Escorial, que luego el franquismo recupera en el Valle de los Caídos. Pero hay una muy débil tradición de monumentos liberales". Por eso, Ferrándiz advierte sobre los riesgos de adaptar los protocolos y funerales oficiales que ya conocemos. Cuestiona también si los protocolos de los caídos en la II Guerra Mundial serían extrapolables al caso español: "cero jerarquía entre rangos, ajardinado al milímetro... Hay una neutralización de los aspectos más políticos".
Se debate sobre la sobre-interpretación de la subjetividad de los soldados y sobre posibles denominadores comunes para abordar la representatividad desde la actualidad. Pedro Corral considera que el denominador común es que son españoles: "Salvo que se demuestre lo contrario son españoles caídos en un momento de nuestra historia. Forman parte de nuestras huellas, cicatrices y hay que ir volviendo con ellas". No todos los participantes están de acuerdo con esta denominación y se cuestionan si sería aplicable a otros casos como el de los gudaris o los anarquistas. Alfredo González Ruibal propone el conflicto como posible seña de identidad: "Quizás el reconocer que llevamos 500 años desde las guerras civiles castellanas matándonos unos a otros no deja de ser un elemento identificador y podría formar parte también de la forma en que recordemos a nuestros muertos". Guillermo Zapata añade: "¿Cuál es la condición básica común? A mí me sale que están muertos. Si estuvieran vivos estarían peleando en una contienda".
Desde el público, alguien propone una solución poética, mencionando la enigmática frase encontrada en el bolsillo del poeta Antonio Machado al morir: "Estos cielos azules y este sol de la infancia". Se pregunta si esta cita no sería adecuada como epitafio.
Damos por terminado el seminario y seguimos nuestro viaje. Estamos ya más cerca de nuestro destino: Abánades, Guadalajara, donde el Ayuntamiento se ha comprometido a ocuparse del enterramiento de los 13 soldados en el cementerio municipal.
Tercer acto: Kilómetro 735
Museo de la Guerra Civil, Abánades, Guadalajara |
Abánades es un pequeño y pintoresco pueblo agrícola donde viven, según sea invierno o verano, 30 o 300 personas. Uno de los pocos episodios memorables con los que cuenta históricamente es que, durante la Guerra Civil, fue el escenario de una violenta batalla. El suceso no cambió el devenir de la guerra, sin embargo, se habla de que dejó unas 7.000 bajas de ambos lados, entre ellas las de los 13 soldados que tenemos en nuestras manos. Aún hoy, los restos bélicos forman parte del paisaje local. Cada año se celebra una festiva recreación de la batalla y se ha creado un pequeño centro para la memoria con objetos que han ido juntando los vecinos, el Museo de la Guerra Civil de Abánades.
Es en este espacio donde depositamos los restos. Nos reciben el alcalde del pueblo, sus dos concejales y los responsables del espacio, y entre todos, trasladamos las cajas hasta el local. Mientras tanto, se comentan los costes de la inhumación y sobre cómo se podrían afrontar. Tienen su propia agenda sobre lo que se podría hacer, y las consideraciones prácticas son un factor determinante. Madrid queda muy lejos.
Dejamos cuidadosamente las cajas con los restos sobre una mesa. Los encargados del Museo las custodiarán a partir de ahora hasta que llegue el día en que pueda hacerse la inhumación. Hoy los soldados siguen atrapados en su larga ruta. Tal y como dijo Guillermo Zapata en el seminario, "En el momento en que estos restos encuentren su descanso, su papel en términos políticos desaparece".
Iratxe Jaio y Klaas van Gorkum, 2018
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El vídeo completo de la tertulia en el Centro Conde Duque:
Iratxe Jaio y Klaas van Gorkum trabajan juntos como artistas visuales desde 2001. Mirando más allá del horizonte de su propia disciplina, colaboran habitualmente con gente de otros ámbitos. Su práctica está motivada por un interés por repensar el papel del artista en la sociedad, abordando nociones comunes sobre autoría, identidad cultural y relaciones de producción. Más información en www.parallelports.org
La ruta más larga se enmarcó en el contexto del proyecto europeo NEARCH - Nuevos escenarios para una arqueología en comunidad, en colaboración con Incipit - CSIC (Santiago de Compostela) y la academia Van Eyck (Maastricht, Holanda). El seminario se organizó con el Ayuntamiento de Madrid, a través de la Oficina de Derechos Humanos y Memoria.