Mi prima Manuela siempre que me ve me recuerda mi parecido físico con su tío Xosé, muerto en la guerra. Todo el mundo lo conocía como O Regueiriño. Con Domingo d'Alende y Antoniño do Turín formaban un trío famoso (tambor, gaita y bombo) en la comarca durante los años de la IIª República. La prima Manuela rescató del desván la última fotografía que se conserva de él, enviada desde Gijón. A Xosé le había tocado servir en el Regimiento de Infantería de Montaña nº 40. La fotografía (data del 21 de marzo de 1936) nos muestra a un amplio conjunto de chavales novatos delante del cuartel de Simancas, establecido en un antiguo colegio de jesuitas. Jóvenes campesinos, como Xosé, de ideología izquierdista, conformaban la carne de cañón empleada por el Ejército español en la guerra colonial de Marruecos, sin ir más lejos.
Esta fotografía en sepia transmite un aire fantasmagórico, no sólo porque todos estos chavales han fallecido ya, sino por la historia que vino después, con el golpe de estado de julio de 1936. El jefe de este regimiento, Antonio Pinilla Barceló, se unió al Alzamiento. Esta decisión del salvapatrias de turno condenó a Xosé y sus compañeros. El cuartel fue sitiado por las milicias republicanas. Es lo que se conoce en la propaganda fascista como el Asedio de Simancas. A diferencia del Alcázar de Toledo, el cuartel de Simancas fue ocupado el 21 de agosto de 1936 y los escasos supervivientes fueron fusilados en el acto. La heroicidad de estos muertos por Dios y por la Patria fue un recurso muy manido por el bando nacional, que recordó hasta la saciedad el último telegrama enviado desde el cuartel de Simancas al crucero Almirante Cervera: El enemigo está dentro. Diparad sobre nosotros.
Franco visitó las ruinas en septiembre de 1939 y concedió al edificio (!) la Cruza Laureada de San Fernando, que aún porta en el escudo el colegio religioso actual que ocupa el inmueble. El triunfo fascista conllevó la devolución de las ruinas a la Compañía de Jesús, la rehabilitación del edificio y la instalación en 1958 de un monumento (obra de Manuel Álvarez Laviada) en recuerdo de los héroes de Simancas, cuyos restos descansan en dos mausoleos dentro de la iglesia de la Inmaculada Concepción. El monumento recoge el lema: Disparad sobre nosotros. Dentro del instituto todavía se conserva una sala-museo instalada en la postguerra como recurso nemotécnico, como herramienta didáctica para inculcar los objetivos de la Cruzada en el alumnado de la Nueva España: una enorme maqueta del edificio en ruinas se complementa con fotografías del asedio y recuerdos del crucero Almirante Cervera.
Resulta que gracias a Antonio Pinilla Barceló, mi tío Xosé murió, no se sabe si abrasado por la gasolina ardiendo, por una explosión de dinamita, por un pepinazo de la artillería o acribillado por las balas. Resulta que el tío Xosé salvó a España, es un héroe, y todavía se lo agradecen unos devotos católicos (las hermandades de defensores de Oviedo y la División Azul) que organizan cada año una misa por el eterno descanso de todos los fallecidos durante la defensa del cuartel durante la guerra civil, de todos los fallecidos y asesinados por la banda terrorista ETA y de aquellos que murieron en misiones de paz. Resulta que el tío Xosé formó parte de lo que llaman la heroica Gesta de la Guarnición de Simancas.
La memoria familiar ha preservado una historia que no sabemos si es cierta: el tío Xosé, en un descanso del asedio, se incorporó para que le diese algo el aire y le dió un sorbo generoso a una botella de aguardiente, al pie de una de esas galerías decimonónicas que vemos en la imagen. En ese preciso momento, el disparo certero de un paco republicano acabó con vida en el acto. Mientras eso ocurría, su madre, viuda, solicitaba su vuelta a casa, en plan Salvad al soldado Ryan, porque los nacionales ya habían movilizado también a sus otros dos hijos.
Nunca en la vida llegó una pensión por la muerte heroica de su hijo, un hijo que debería de estar con la música en otra parte y no allí, sirviendo de carne de cañón a unos psicópatas salvapatrias. Sólo estoy seguro de una cosa: si el primo Xosé llega a ver o escuchar eso de Disparad sobre nosotros, seguro que se cagaría en Antonio Pinilla y en su puta madre.