Vista del altiplano abisino desde una posición italiana.
¿Cómo se hace una frontera? Ese es el objetivo de nuestro nuevo proyecto en el noroeste de Etiopía. Nos referimos a "hacer" en el sentido más material del término. Las fronteras se construyen con muros y vallas (en Melilla y Palestina lo saben bien), puestos de vigilancia, edificios de aduanas y fortificaciones, pero también mercados, aldeas, caminos y puentes. La frontera se fabrica tanto con cosas que separan como con cosas que unen.
La frontera septentrional entre Sudán y Etiopía es un límite interestatal desde hace tres milenios. Esto significa que la frontera aquí ha tenido tiempo de sedimentarse materialmente, hacerse sólida. Los sitios fronterizos, los pasos y los fuertes, se repiten a lo largo de la historia, igual que las batallas y los intercambios comerciales.
Durante tres semanas hemos documentado las trazas históricas de este límite político, ecológico y cultural. Un buen número de hallazgos pertenecen a la breve ocupación italiana de la zona -y justifican la inclusión de esta entrada en un blog de arqueología de la Guerra Civil. La presencia fascista en el noroeste de Etiopía, de hecho, coincide más o menos con la Guerra Civil Española: los italianos ocuparon la capital de la región, Metema, en abril de 1936, y fueron expulsados en enero de 1941. Además, ya hemos visto en otra entrada que algunos fascistas que lucharon en Abisinia lo hicieron después en la Guerra de España. Y algunas de las armas que se emplearon en África, como los fusiles Mannlicher-Carcano, también llegaron a nuestro país: resulta extraño encontrar en una montaña remota de Etiopía los mismos casquillos que en la Alcarria.
El primer lugar donde excavamos fue el Monte de Yohannes. Se llama así porque es donde se cree que fue herido de muerte el emperador Yohannes IV en la Batalla de Metema (1889), luchando contra los invasores sudaneses. Nuestra excavación fue un poco desmitificadora: no encontramos nada relacionado con este episodio clave en la historia de Etiopía. La única excepción es una bala de Vetterli 1870: el problema es que esta arma se usó también en los años 30 y 40 en la zona (y en la Guerra Civil).
Abrigo italiano en el Monte de Yohannes
Lo que sí descubrimos fue una gran cantidad de restos de los italianos: una pista para vehículos motorizados, dos refugios semisubterráneos y varios parapetos de piedra. En la excavación de uno de los refugios encontramos numerosos casquillos y cargadores de Mannlicher de 8x50 mm, un arma obsoleta en la Segunda Guerra Mundial con la que los italianos armaron, naturalmente, a sus subalternos: las fuerzas coloniales africanas. También aparecieron trozos de metralla, que se pueden relacionar con la Batalla de Metema a inicios de 1941. El hallazgo más notable en este sentido es un fragmento de granada de mortero Brandt de 81 mm, con su espoleta. Los ingleses bombardearon duramente todas las posiciones italianas y causaron muchas bajas (aunque hablar de "posiciones italianas" puede resultar confuso teniendo en cuenta que la mayor parte de las tropas eran libias, eritreas y somalíes).
Materiales exhumados en el interior del abrigo: cartuchos de Mannlicher de 8 mm, cargador del mismo fusil, moneda italiana datada en 1940, fragmento de granada de mortero, pinzas de batería, balas de Mannlicher y Vetterli y hebillas de correaje y zurrón.
El fósil director de los yacimientos fascistas en el Cuerno de África son las botellas de bebidas alcohólicas: cerveza, vino y licores aparecen en grandes cantidades. En la ciudad etíope de Gondar, nuestros colegas Víctor Fernández y Jorge de Torres han encontrado incluso ¡botellas de Chianti! Está claro que sobrevivir en posiciones aisladas en medio de la sabana tórrida requiere de algo más que templanza. Lo curioso es que las tropas coloniales provenían mayoritariamente de países musulmanes... Otro elemento documentado son los frascos de perfume: las ocasiones para bañarse en Etiopía eran escasas y las temperaturas en algunos sitios no bajan de 30 grados en todo el año.
Botellas de vino en el interior del abrigo.
Al norte del Monte de Yohannes descubrimos dos posiciones italianas más junto al río Atbara, uno de los mayores afluentes del Nilo. Una de las posiciones era un fuerte del siglo XIX que las tropas de Mussolini reforzaron con puestos de tirador de piedra y trincheras. Los hallazgos fueron escasos: lo más llamativo es una lata de grasa idéntica a la que nos apareció en las excavaciones de la Ciudad Universitaria en 2008. Seguramente se utilizaba para engrasar las armas. Siguiendo el río, en el principal punto de paso en la zona, dimos con un puesto de control formado por una estructura rectangular y un camino flanqueado de piedras. Aquí encontramos otro cargador de Mannlicher, un casquillo percutido y una llave de lata de sardinas.
Puesto de tirador controlando el Atbara (arriba) y río Atbara (abajo).
Puesto de control en un vado del Atbara
Como en el caso de España en el Rif, la mayor parte de las posiciones coloniales en el Cuerno de África se ubican en cerros aislados desde los que se domina visualmente un amplio territorio. Este es el caso del Monte Denba, en el límite entre la planicie y el altiplano abisinio. En Denba había un puesto de artillería y vigilancia, cuya función era controlar la principal ruta entre Sudán y Etiopía. Los hallazgos son una curiosa mezcla de molinos y cerámicas tradicionales etíopes y latas y vidrios de los soldados de Italia. En el camino nos encontramos un fondo de botella en que se lee "Birra 1937 Importazione" ¿Cuánto le costaría a la metrópoli fletar millones de botellas de cerveza a sus colonias?
Fragmento de botella de cerveza de Denba.
Según nos alejamos del camino principal, los hallazgos se vuelven más escasos. En un monte cercano al río Rahad encontramos un fuerte construido por los otomanos a mediados del XIX, reutilizado por los mahdistas sudaneses como cementerio para sus mártires de 1889 y finalmente por los italianos, que dejaron su característico rastro de botellas de vino. Nos cuentan que hasta hace poco había varios vehículos abandonados, pero la gente del lugar los fue desmontando. De hecho, encontramos una pieza de motor. La potencia colonial no solo se establece en puntos estratégicos, sino en lugares de poder históricos que dejan claro, a ojos de la población, su posición de conquistadores.
Bastión italiano con troneras construido sobre las ruinas del fuerte otomano de Gubay
El último sitio italiano que documentamos está en una montaña, Salya, a la que solo se puede llegar caminando 30 km. En la cima se ubica el pueblo de Tewodros Ketema, la Ciudad de Teodoro, el emperador bandolero. Noble actividad esta última que continúan los actuales habitantes de la región. En este macizo aislado los niños juegan al fútbol, como en el resto del mundo. Solo que su campo de futbol está sembrado de casquillos y cartuchos de balas trazadoras. Todos están datados entre 1934 y 1936. Contamos hasta 375 y lo dejamos. Algún fragmento de metralla nos hace pensar que un proyectil de artillería alcanzó un polvorín italiano. Debió de ser un espectáculo. Pero un espectáculo difícilmente imaginable hoy, en este altiplano solitario y silencioso.
Munición, baterías y otros materiales localizados en Tewodros Ketema.
Por la noche dormimos en una casa de barro en camas de madera y tiras de cuero de cabra. Compartimos la soledad, y quizá el miedo, de aquellos soldados extranjeros que hace 70 años trataron de conquistar un país inconquistable.