Entrega de premios. Categoría femenina.
Ayer tuvo lugar una nueva edición de la carrera popular Cinturón de Hierro, con salida y llegada en la población vizcaína de Larrabetzu. Como si se tratase de una prueba más del afamado programa de EITB El Conquistador del Fin del Mundo, los y las participantes tuvieron que hacer frente a la lluvia, intensa, al riesgo de hipotermia, a las caídas en el barro... La organización del evento diseñó un recorrido espectacular con un objetivo claro: la socialización del patrimonio de la guerra civil en una zona emblemática en la historia del conflicto en Bizkaia.
Tic, tac, tic, tac.
Esta carrera con tintes épicos contaba con un primer hito: la subida a Gaztelumendi. Allí les esperaba un gudari en uno de los pocos nidos de ametralladoras que se ha mantenido intacto hasta hoy. Los tiros resonaban en todo el valle de Larrabetzu. Precisamente en este sitio, el Ejército franquista abría una brecha definitiva el 12 de junio de 1937 en el Cinturón de Hierro de Bilbao.
Gudari vaciando cargadores en la subida a Gaztelumendi.
Los sublevados fueron con todo. Enfrente, batallones vascos, asturianos y gallegos, nacionalistas, anarquistas, socialistas... sin aviación, con apenas apoyo artillero, fueron masacrados. En las cercanías de Larrabetzu todavía se encuentra el pinar conocido como el pinar de los asturianos, en donde fueron enterrados milicianos de aquella tierra que vinieron a morir aquí en defensa de la República. Esta solidaridad interregional en el Frente Norte se ha trasladado al presente. Recientemente en Asturias se han recuperado fosas de gudaris vascos. La sinaléctica de una de ellas fue remozada por fascistas que pintaron esvásticas nada más inaugurarse. Desde Larrabetzu acudieron jóvenes a Asturias para reponer el monumento.
Gudaris, corredores y monumento franquista e Gaztelumendi.
Tras superar las ráfagas de ametralladora, los corredores y las corredoras coronaban Gaztelumendi, en donde eran recibidos por otros gudaris: ¡Corred, corred que vienen los nacionales! Aquí se erige el monumento fascista en honor a quienes rompieron el Cinturón de Hierro. Es un hito que ofende y ya véis el impacto que han dejado los intentos de dinamitarlo desde la base. El texto original apenas se lee ya. Los tiempos han cambiado. Iniciativas como esta carrera popular suponen un intento claro de resignificar los restos de la construcción de la memoria llevada a cabo por los vencedores, de reconvertirlos en recursos patrimoniales que acerquen a la sociedad y a las nuevas generaciones lo que aquí ocurrió en la época de nuestros abuelos. Un pasado que sigue marcando el presente, y de qué manera.
Placa original del monumento franquista.
La colaboración de recreadores de distintas asociaciones, vinculados a ese ejército-fantasma denominado Frentes de Euskadi, fue fundamental para dotar al recorrido de recursos escénicos increíbles, como el paso obligado de los corredores y las corredoras por una impresionate galería con combatientes atentos en sus puestos de tirador. La carrera contaba con otro hito importante en la lucha por Bizkaia: la subida al monte Bizkargi, en donde cada año se lleva a cabo un homenaje en recuerdo de los combatientes leales, homenaje que en alguna ocasión ha sido prohibido incluso por la Audiencia Nacional, ante la supuesta equiparación de los etarras del presente con los gudaris del 37.
Combatientes de Burdin Hesia Ugao recibiendo a los corredores.
En el pueblo de Larrabetzu se conserva muy viva la memoria de aquellos gudaris y milicianos. En el batzoki podemos ver una foto histórica de veteranos vascos de batallones de distintas ideologías. Ya apenas quedan supervivientes que den testimonio de lo que ocurrió. Como decíamos, esta carrera popular contribuye a socializar los restos y las memorias de la guerra civil. Poteando por el pueblo se recogen microhistorias de lo más variopinto, que se entremezclan en un ambiente festivo. El caserío fortificado cercano, el emigrante extremeño que lleva cincuenta años viviendo aquí y no ha perdido el acento y relata con gracia sus tres años y medio de mili en la Legión. O el artista que hizo el camino de Santiago al revés, de Compostela a Irún en un burro. El verdadero Rápido de Irún. O el chaval que tiene la finca plagada de bombas de aviación.
O el estudiante de Políticas que se ha vestido de anarquista para la ocasión, y le ha entrado el gusanillo de la guerra civil y ya no puede parar. O una de las ganadoras de la carrera popular, historiadora que va a llevar a cabo una investigación sobre la guerra civil en Larrabetzu. O la mascota de la prueba, un tipo muy profesional que lo dio todo, de noche y de día. O los cámaras de la ETB enviados al frente de guerra, grabando en Gasteluzmendi en un quad como si estuviesen en Iraq. Esta prueba deportiva es una auténtica feria humana de emociones y experiencias. Seis horas después siguen llegando competidores, héroes y heroínas que son jaleados en la calles por txiquiteros que alzan su copa, por gudaris y milicianos que disparan al aire con respeto.
Hay otras maneras de hacer las cosas. Quizás. Yo lo único que puedo decir como corresponsal de guerra es que esta opción clara por la participación popular es una herramienta muy útil para poner en valor un patrimonio oculto, y aporta un plus a las necesarias y encomiables sinalécticas, catalogaciones y rutas de senderismo. Creo que era Mark Twain quien dijo aquello de Le llaman pasado cuando ya no duele. Aquí el pasado es presente, y ésta es una manera de naturalizar y normalizar la relación de la sociedad vasca con un pasado-presente traumático. Y funciona, por lo que parece. Aunque ya se sabe que en los pueblos, los de fuera, damos tabaco.
P.S. Gracias por la hospitalidad a todos los y las que han organizado esta carrera popular.
2 comentarios:
¡¡BUENÍSIMO XURXO!!
... y si se hiciera la carrera con botas de la epoca y un fusil al hombro ...
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