Una vecina gasteiztarra cabreada por la retirada de simbología franquista.
La semana pasada hemos dado inicio al Curso Cultural de Arqueología del Franquismo en el centro cívico Aldabe, organizado por el ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz. Las 50 personas inscritas dan buena cuenta del éxito de este tipo de iniciativas. En las dos primeras clases hemos intentado mostrar la materialidad generada por la estrategia de construcción de la memoria llevada a cabo por el franquismo. Una estrategia que ha tenido mucho que ver en la conformación de lo que se ha dado en llamar franquismo sociológico, un fenómeno vigente en nuestra sociedad si vemos el revuelo que ha causado la retirada de símbolos franquistas. Una vecina de Vitoria-Gasteiz envió estas Navidades una carta al director del Diario de Noticias de Álava en la que resume perfectamente todo el elenco de mitemas de la ultraderecha: Franco murió en la cama, nos legó la democracia, la retirada de símbolos no es una demanda de la sociedad, la guerra fue una locura entre hermanos en la que no hubo vencedores ni vencidos, porque todos perdieron.
Norte: órgano editorial de la Falange en Vitoria (en Marín et al. 2015).
Se equivoca nuestra vecina Mercedes Fernández Alonso. Sí hubo vencedores y vencidos y los primeros se encargaron de recordárselo a los segundos durante cuarenta años. El patrimonio es el
resultado siempre de una estrategia política de construcción (o destrucción) de
la memoria colectiva. Nuestro trabajo consiste en abordar este proceso en la
larga duración desde 1939 hasta hoy en un contexto especial como es el vasco,
en donde la violencia política y el terror han campado a sus anchas entre 1936
y 2011.
El pacto por la desmemoria
y el olvido sellado por la élite política española en la denominada Transición
Democrática ha generado una cierta narcotización del pasado traumático de la
guerra civil española. Todavía hoy en el Senado y el Parlamento de España se
minusvalora la recuperación de la memoria histórica y se defiende la manida
idea de la innecesaria reapertura de heridas, recordando una guerra entre hermanos en la cual los dos
bandos cometieron atrocidades. Este es el discurso que el visitante puede oír
de boca de la guía oficial de las ruinas del Belchite viejo, sin ir más lejos. También
es ésta la razón que lleva a exponer en la misma sala la bandera de la
República española y la de la Alemania nazi, en el aula
didáctica
ubicada en Corbera d’Ebre (Tarragona). Equiparar a los golpistas
con los defensores de un régimen democrático ha sido una argucia retórica para
hacer tabula rasa de la guerra civil
y para despolitizar un conflicto en el que se enfrentaron dos ideologías que
defendían modelos de sociedad diametralmente opuestos. Porque en esta guerra
hubo, lógicamente, vencedores y vencidos, y ambos comenzaron a construir
narrativas para fijar su memoria al día siguiente de acabar la lucha armada.
Aunque
a primera vista parezca que el proceso de musealización de la memoria y
patrimonialización de la cultura material de la guerra civil española son un
proceso reciente, ello no es cierto. Ya el mismo régimen franquista empleó la
materialidad generada durante el conflicto (lo que hoy podríamos considerar
patrimonio mueble e inmueble), para crear un discurso histórico concreto de la
guerra.
Homenaje a la Italia fascista y la Alemania nazi en el Hotel-Frontón vitoriano (en Marín et al. 2015).
Así
lo demuestran las primeras musealizaciones realizadas sobre el Cinturón de
Hierro de Bilbao o la exposición de material de guerra capturado a los rojos en el Gran Kursaal. Durante la
guerra civil se formó una Junta de Patronato, con motivo de los acuerdos de la
Diputación Provincial de Vizcaya alcanzados desde 1937 a 1938, encargada de la
conservación de un tramo del Cinturón Defensivo de Bilbao, convertido por la
propaganda fascista en El Cinturón de Hierro. A esta primera
patrimonialización habría que añadir la publicación de guías turísticas que
invitaban a visitar diferentes paisajes y escenarios en donde discurrieron las
gestas bélicas del ejército franquista, los pequeños anuncios en publicaciones
periódicas con visitas guiadas por
los restos del Cinturón de Hierro o la divulgación de series fotográficas vinculadas a éstos.
Propuesta fallida de Museo de la Guerra en Bilbao
(Museo del Cinturón de Hierro de Berango).
También el País Vasco acogió
en 1938 la Exposición del Material de
Guerra Cogido al Enemigo, promovida por el Servicio de Recuperación de
Material de Guerra, en el Gran Kursaal de San Sebastián. Esta exposición funcionó
hasta mayo de 1939 tras sufrir numerosas modificaciones y ampliaciones, debido
al recuperado uso hostelero del edificio y a la reorganización del Ejército de la Victoria. Estas fueron
las causas de la dispersión de los fondos expositivos por otras localidades
españolas. El trasfondo ideológico de
esta exhibición es muy claro: el ejército franquista se decide a mostrar el
botín capturado a los vencidos y demostrar materialmente el derroche económico de la República y la intervención
de las potencias marxistas en la guerra.
Una exposición de este estilo, aunque más modesta, se organizó también en el Hotel Frontón en la capital alavesa, mostrando a la ciudadanía el material
capturado al enemigo tras la fallida ofensiva del Gobierno de Euzkadi en
Villarreal de Álava.
Exposición en el Hotel-Frontón vitoriano de material de guerra
incautado a los rojos (en Aguirregabiria 2015: 190).
Como ya escribió en este blog nuestro compañero Carlos Marín, para el caso de la Ciudad Universitaria, este
fenómeno no se dio sólo en Euskadi tras el triunfo franquista. Hasta que la Ciudad Universitaria fue reinaugurada en 1943 hubo
visitas guiadas por este espacio de ambigua memoria para el bando ganador. Se
instaló una cartelería, un discurso museográfico diríamos hoy, en las propias trincheras.
Estos carteles elocuentemente rezaban: Ellos
y Nosotros.
Por
lo tanto, la Nueva España se sirvió de los restos para explicar la guerra civil
como una Cruzada de los buenos
(vencedores) contra los malos españoles (vencidos), ya durante la propia
guerra. Así mismo, procedió a la construcción de nuevas materialidades, como
son los monumentos conmemorativos levantados por todo Euskadi con un doble
objetivo: apoyar la construcción del discurso histórico/ideológico arriba
señalado, y servir de recursos nemotécnicos para recordar a los rojo-separatistas que fueron derrotados.
Aunque
el retorno de la democracia en 1978 tendría que haber supuesto el fin de este discurso
histórico maniqueo de la guerra civil en Euskadi, los herederos directos de los
vencedores aún poseen espacios museísticos en los que ha quedado fosilizada
esta perspectiva. Este es el caso de la base militar de Araca en
Vitoria-Gasteiz. En junio de 2015, por imperativo del Gobierno de Madrid, los
responsables del centro organizaron a regañadientes una Jornada de Puertas Abiertas para
celebrar el Día de las Fuerzas Armadas.
Jornada de Puertas Abiertas 2015 en la base militar de Araca. Soldados españoles
de origen sudamericano te enseñan a manejar un mortero, por ejemplo.
Además de la exposición de material
bélico y de la divulgación del trabajo hecho por los soldados en misiones en el
extranjero, el visitante podía acceder a una Sala Histórica en la que se
preserva parte de la memoria material del Regimiento Flandes, unidad militar acuartelada en Vitoria-Gasteiz y que con
Camilo Alonso Vega al frente se hizo con el control de la ciudad el 19 de julio
de 1936. Entre el material expuesto se pueden observar los banderines de las
diferentes compañías que destacaron en la guerra civil, una orla con los héroes
de guerra, un retrato dedicado a sus soldados por Alonso Vega, firmado en el
frente del Ebro y otros vestigios como la estela de un soldado nacional caído por Dios y por España en la
batalla de Villarreal. Nos encontramos realmente ante un espacio privado, una
sala bajo llave, que condensa la memoria heroica de una unidad militar. Este
vínculo es tan estrecho que toda esta documentación y estos restos viajarán con
el Flandes a su nuevo destino en
Zaragoza, tras 116 años en la capital vitoriana. Se trata de un pequeño museo
militar desconocido por investigadores civiles y la sociedad en general y al
que se ha podido acceder por una imposición política (celebrar el Día de las Fuerzas Armadas en Euskadi)
vinculada también a la necesidad de transmitir a la sociedad una imagen más
moderna y cercana del Ejército. Lo que es más destacable es el continuismo en
los relatos memorialísticos que maneja esta unidad militar. Así pues, durante
la jornada de puertas abiertas se podía ver un enorme pendón en el que se
recogían las hazañas bélicas del Flandes: entre los hitos grabados nos
encontramos nombres como Villarreal de Álava o Sierra de Pándols (batalla del
Ebro), batallas libradas contra españoles, al lado de las misiones en Bosnia o Afganistán. Obviamente algo así es
impensable en una jornada de puertas abiertas celebrada por el ejército alemán
o italiano en nuestros días.
Lápida encontrada el 10/08/04 por mandos del BICC FLANDES IV/45
cuando realizaban ejercicios de educación física
en las inmediaciones de Arnagiz y Mendiguren.
Referencia
Guillermo Marín, Virginia López de Maturana, Xabier Sagasta, 2015. "Vanguardias Peligrosas. La Alemania nazi y la Italia fascista en Vitoria (1936-1939)", exposición organizada por la Fundación Sancho el Sabio en la Sala Araba de Vitoria-Gasteiz (18-XI-2015 a 9-XII-2015).
Post by Xabier Herrero Acosta, Sonia García Rodríguez y Xurxo M. Ayán Vila.
Guillermo Marín, Virginia López de Maturana, Xabier Sagasta, 2015. "Vanguardias Peligrosas. La Alemania nazi y la Italia fascista en Vitoria (1936-1939)", exposición organizada por la Fundación Sancho el Sabio en la Sala Araba de Vitoria-Gasteiz (18-XI-2015 a 9-XII-2015).
Post by Xabier Herrero Acosta, Sonia García Rodríguez y Xurxo M. Ayán Vila.
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