Plaza de la Memoria en el centro de Vitoria-Gasteiz.
En una anterior entrada de este blog analizamos el proceso de recuperación de la memoria de la guerra civil en la ciudad de Pontevedra. El recuerdo de los vencidos se ha apropiado del espacio público porque ha habido voluntad política para ello. El túnel subterráneo, invisibilizado, oculto, de los Roza bajo la calle Muruais es toda una metáfora material de los sumideros del franquismo, del espacio reservado para aquellos y aquellas que perdieron la guerra. Pasar de ser una rata de alcantarilla y convertirse ahora en ciudadanos homenajeados produce urticaria en algunos sectores de la sociedad española.
Tras la eclosión de la memoria histórica en la década de 2000, el panorama en el Estado varía en función de quien gobierne. Las políticas públicas de memoria son políticas, como el propio nombre indica. En el Reino de España, Euskadi se encuentra a la vanguardia de las políticas memorialísticas, quizás porque la violencia y el terror han perdurado hasta hace nada. Lidiar con este pasado recentísimo es toda una necesidad, en esta época de guerra de relatos y narrativas. Francisco Etxeberria reclamaba en el congreso Gasteiz at War la necesidad de que instituciones que ya existían en la IIª República y el franquismo se impliquen en la búsqueda de los desaparecidos y en la reparación a las víctimas. Dicho y hecho. El gobierno de Euskadi (heredero del Gobierno de Euzkadi de 1936-1937) ha creado el Instituto Gogora para intentar colmar el deseo de justicia, verdad y reparación. El propia Francisco Etxeberria ha depositado oficialmente en Gogora todo el material documental recopilado en los últimos quince años por la Sociedad de Ciencias Aranzadi, para que sea de consulta pública para todos aquellos ciudadanos y ciudadanas que quieran conocer la verdad, el destino de sus seres queridos.
Inauguración de la Plaza de la Memoria en Vitoria-Gasteiz. Políticos seguidos de cámaras de televisión visionan un testimonio de una víctima de ETA.
El Instituto Gogora ha promovido una iniciativa interesante como es la de la Plaza de la Memoria. Una escenografía memorialística que busca ocupar el espacio público de las ciudades y villas vascas durante unos días con el objetivo de que la ciudadanía contribuya a generar conocimiento sobre el pasado traumático de este país. Mientras en otros sitios se sigue hablando de la represión franquista en familia, o en televisiones privadas, sin ninguna consideración oficial, en Euskadi se ha desatado un maratón memorialístico con sus grandezas y sus miserias. No todo vale.
Hace un par de semanas se presentaba en Vitoria-Gasteiz un excelente libro: Álava una provincia en pie de guerra. Voluntariado y movilización durante la Guerra Civil del historiador Germán Ruiz Llano. En la presentación, el autor recordó una tertulia radiofónica a raíz de una reciente marcha feminista en la que miembros de una asociación hablaban del exterminio franquista en Euskadi (entonces lo de Badajoz o Huelva se antoja un genocidio) y de las mujeres asesinadas por el fascismo. El problema es cuando se manipula la información y se obvian pequeños detalles como que la mayoría de las mujeres asesinadas en Álava lo fueron a manos de milicianos y no de requetés o de regulares. Este es un ejemplo de los peligrosos procesos de canibalización de la memoria. Por eso hace bien el Gobierno vasco intentando atender a todas las víctimas (del franquismo, de los revolucionarios, del ETA, del GAL, del batallón vasco-español, de los abusos policiales...), pero partiendo de investigaciones rigurosas.
Repositorio virtual de la memoria de las víctimas.
La Plaza de la Memoria, como escenografía arquitectónica, sacraliza la memoria colectiva. Está concebida con un cierto aire futurista (quizás porque está pensada más para mirar al futuro), con un mobiliario minimalista, con pantallas estilo Orwell. Lo importante son los discursos, los relatos, aquello que está en el aire, sin un soporte material strictu sensu.
Hologramas, interfaces, interacción persona-pasado-memoria. La memoria al alcance del usuario.
Para recoger esta memoria volátil se incorpora un espacio privado, un fotomatón de la memoria en el que el ciudadano o ciudadana puede dejar su testimonio, contribuyendo así al repositorio virtual de la memoria de un país. Este confesionario es un reflejo material de la sacralización de la memoria en nuestros días, de la polémica tensión que se vive entre la Historia y la Arqueología profesionales, académicas, y la construcción de la memoria por parte de sectores de la sociedad civil. Memoria e Historia a veces entran en conflicto, como así se refleja en los mensajes que los visitantes dejan escritos tras su visita a la Carpa de la Memoria.
Con motivo del recuerdo a las víctimas del 3 de Marzo, la plataforma que vela por la memoria de aquellos hechos organizó una vista guiada por el barrio de Zaramaga. Mientras estábamos reunidos en el local de la asociación se acercó a echar un ojo un vecino. Observó rápidamente los paneles y objetos allí expuestos. El encargado de la visita le instó a que se uniese a nosotros y participase en la actividad; él se limitó a decir No quiero recordar y se marchó apresuradamente, tal como había entrado.
En estos tiempos de sobreactuación y primacía de lo políticamente correcto, la eclosión de la memoria lleva a la arena pública debates de lo más variopinto: hay gente a la que no le llega lo que se hace por lo que la reparación total es imposible (una vecina de Vitoria-Gasteiz se quejaba de que la placa en homenaje a su ser querido se puso en la acera y es pisada por los viandantes, por ejemplo), hay gente que piensa que todo esto (incluida la Arqueología de la guerra civil) trivializa el sufrimiento ligado a un pasado traumático, hay gente que mercantiliza todo este proceso, hay gente que quiere dejar todo esto en manos de los científicos, hay gente también que no quiere recordar, por ideología política, por trauma, por necesidad de seguir adelante... Lo importante es que estos debates se dan en el espacio de la polis, en lugares públicos en donde se piensa y se hace política. La Arqueología del Pasado Contemporáneo puede ser una herramienta útil que aporte rigor y conocimiento para construir políticas públicas de memoria. ¿O no?
No es el confesionario de Gran Hermano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario