El crack de 1929 barrió los sueños de muchos de estos emigrantes afincados en Cuba y Estados Unidos. La quiebra de los bancos en donde guardaban celosamente sus ahorros hizo que familias enteras se viesen obligadas a retornar a su tierra. La crisis y el paro masivo marcaron los años de la IIª República en el valle de Lemos. Monforte era la segunda ciudad de la provincia de Lugo, el enclave ferroviario más importante de Galicia. El ayuntamiento intentó superar el monocultivo del tren, e incentivó la industria. En 1935 accedió a que se crease al pie del yacimiento romano de O Castelo Pequeno una fábrica de teja y cerámica. Esta factoría fue promovida por el empresario y banquero coruñés Pedro Barrié de la Maza, presidente del Consejo de Administración de todo un holding de la época: Industrias Gallegas S.A. De aquí salió gran parte del material constructivo con el que se hizo y rehízo la casa de Repil.
Una muestra de los materiales de construcción fabricados en
O Castelo y recuperados en la casa de Repil.
La República intentó aplicar como pudo su programa de reformas sociales en el rural. Las escuelas de las parroquias de la zona notaron los nuevos tiempos. Durante décadas, durante el franquismo, la placa con el escudo republicano se conservó milagrosamente en la pared de la escuela de Chavaga, aquella en la que estudiaron los niños y niñas de la familia Amaro. A diferencia de otras comarcas, aquí los indianos no habían invertido en infraestructuras docentes. El Estado tampoco. Basta con leer el Viaje a las escuelas de Galicia del periodista Luis Bello, vinculado a la Institución Libre de Enseñanza y que visitó Chavaga y Reigada en los años 20.
Manifestación del 1 de mayo de 1936 en Monforte de Lemos.
El tren inoculó en los enclaves ferroviarios del valle del Sil las ideas de progreso y las ansias por construir un mundo nuevo. El caciquismo comenzó a resquebrajarse. El sindicato UGT y el PSOE tenían mucho peso en la zona. La revolución de 1934 se hizo sentir con fuerza. En el campanario de Ribasaltas se llegó a colocar la bandera soviética. Los jóvenes de la parroquia de Cereixa se envalentonaron e intentaron dinamitar el puente del ferrocarril. La operación fue un fiasco y muchos de ellos tomaron por vez primera una decisión: echarse al monte, refugiarse en la Serra de Lamas, en Santa Bárbara, en A Costa, en las inmediaciones de Repil. La represión acabó con el alcalde socialista de Monforte, Juan Tizón Herreros, en la cárcel. La victoria del Frente Popular en febrero del 36 hizo temer lo peor a la derecha tradicionalista, a los sindicatos agrarios católicos, a la patronal y los caciques rurales. La manifestación del 1 de mayo en la capital lemava fue multitudinaria. Esa histórica fotografía fue de gran utilidad para los matones falangistas en el verano de 1936.
Juan Tizón Herreros en su época de alcalde de Monforte de Lemos.
Las fuerzas golpistas sabían que había que hacerse con Monforte lo antes posible. Se aprovecharon de que los civiles más combativos se habían desplazado a Lugo para intentar frenar el golpe en la capital. Con la Guardia Civil dueña de las calles, dio comienzo una represión feroz, la caza del hombre. Juan Tizón, alcalde de Monforte, se ocultó en la parroquia de Torbeo, en donde nació uno de los guerrilleros muertos en Repil, O'Porreto. El alcalde consiguió huir y afincarse en Oporto, en donde fue acogido por Mario Soares. Allí se convirtió en agente de los servicios secretos británicos, falleciendo en 1945. El alcalde de A Pobra do Brollón, Antonio Reboiro, republicano, masón, miembro de un partido agrarista, fue fusilado en 1939, acusado de auxilio a la rebelión. Como los Amaro, había regresado de América con ideas nuevas, tan locas como la de montar una biblioteca.
El alcalde de A Pobra do Brollón, Antonio Reboiro, fusilado en 1938.
Escuadras negras sembraron el terror. Hombres convertidos en topos, eran denunciados, torturados y vilmente asesinados, como el concejal socialista de Monforte, Ramón Somoza, exhumado por la ARMH en 2016 en la vecina parroquia de Castroncelos. Este contexto ayuda a explicar por qué se echaron al monte unos huidos que acabarían convertidos en guerrilleros.
Exhumación en junio de 2016 en el atrio de la iglesia de Castroncelos (ARMH).
Mientras todo esto pasaba, la familia Amaro veía como su casa recién estrenada se encontraba en el epicentro de un territorio militarizado, con guardias custodiando la vía del tren, la carretera y el paso a nivel. Con la guerra llegó otra desgracia: en 1937 fallecía el cabo da casa, Maximino. Su viuda, Teresa, quedaba a cargo de una familia extensa en la época más mísera y miserable que se recuerda.