Eso es lo que hacemos -o tratamos de hacer- los arqueólogos. Al excavar identificamos las unidades estratigráficas (UEs) que componen el depósito arqueológico, las documentamos con fichas y las dibujamos. Cada estrato tiene una historia particular: un episodio constructivo (la excavación de una trinchera, por ejemplo), o destructivo (un estrato de incendio, el derrumbe de un muro), la colmatación de un hoyo que ya no se usa... Al seguir los estratos vamos leyendo la historia del sitio que excavamos.
Naturalmente, en un sitio de ocupación tan breve como una trinchera de la Guerra Civil, las historias son poco complejas. Una corta ocupación y un relleno inmediato al acabar la contienda.
En la imagen se puede ver el corte estratigráfico que documentamos al sur de los abrigos. Se observa fácilmente que al excavar las estructuras se destruyó un nivel de época medieval, del que sólo se salvó una estrecha franja: la que coincide con la pared de tierra que separaba ambos abrigos.
Al acabar la guerra, la Estructura 02 se rellenó sobre todo con tierra: los distintos tipos de tierra que se utilizaron para tapar la estructura se perciben en forma de lentejones de diferente textura y color. En la Estructura 01 se arrojaron en cambio gran cantidad de piedras, primero grandes y después de menor tamaño (cascajo).
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