jueves, 22 de agosto de 2013

El tiempo al revés


La historia es progreso: según avanza, más complejas son las sociedades, más sofisticada la tecnología, más civilizado el comportamiento de los seres humanos. Esa es la perspectiva de la historia que caracteriza el mundo moderno occidental, aunque el desastre de las guerras mundiales, los totalitarismos y los genocidios del siglo XX la hayan hecho tambalear un poco. Aún así seguimos pensando que, independientemente de ciertas recaídas en la barbarie, la historia humana es una historia de progreso más o menos continúo, desde los habitantes de las cavernas hasta la posmodernidad.

La arqueología nos enseña que esto no siempre es así. No sólo por lo que respecta al grado de supuesta civilización de las personas o la complejidad de las sociedades, sino también en cuanto a la cultura material que crean y usan.

En la fotografía se puede ver un chozo de pastor en Abánades. Es una forma de arquitectura vernácula de raíces prehistóricas: mampuestos de piedra seca, bóveda por aproximación de hiladas. El uso nos habla de tradiciones antiquísimas también -el pastoreo de ovejas y cabras, que comenzó en el Próximo Oriente hace unos 10000 años. Lo que contemplamos es, por lo tanto, un paisaje agrario de orígenes prehistóricos, que nos hace ver que, junto a la historia del progreso unilineal, hay historias paralelas de resistencia al cambio, historias de tradiciones que sobreviven a cambios sociales y revoluciones tecnológicas.

Pero hay algo más que pone en tela de juicio nuestras historias de progreso.

El chozo está construido encima de una trinchera republicana de la Guerra Civil, colmatada con piedras después de la guerra. En su interior seguramente hay cartuchos de fusil y latas, inventos punteros de la Segunda Revolución Industrial del siglo XIX. Las trincheras de la Guerra Civil, en sí mismas, son también un símbolo de modernidad: tal y como las conocemos hoy en día representan un desarrollo técnico de la Primera Guerra Mundial. Se trata de una forma de defensa adecuada a la guerra industrial que nació con el siglo XX. La única forma de resistir los ataques masivos de artillería y el fuego de las ametralladoras es esconderse bajo tierra -en 1914 y en 2014.

La fotografía, por lo tanto, nos muestra una estructura típicamente neolítica que sella una típicamente moderna. Es una estratigrafía invertida y un reto a las historias evolucionistas de progreso. No solo porque lo más arcaico es, aquí, lo más reciente, sino porque nos recuerda que ni la Prehistoria es siempre bárbara ni la modernidad civilizada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Casi por casualidad he encontrado este blog... SENSACIONAL! Yo también soy arqueólogo y me gusta este tema, ya que la arqueología bélica es algo interesante, aunque en España no se haga mucho.

Os animo a seguir adelante, es fabuloso!

Jorge PF dijo...

Gran entrada