Refugios unipersonales de las posiciones republicanas de Mediana, fines de 1937.
A lo largo de nuestros proyectos hemos excavado docenas de abrigos de tropa en primera y segunda línea de frente, tanto republicanos como franquistas. En todos los casos, se trata de pequeños refugios excavados o semiexcavados en la tierra o en la roca. En los de dimensiones más reducidas apenas si cabría un soldado. Este es el caso del sitio que denominamos "Little Gallipoli" en Mediana de Aragón: una ladera perforada por casi un centenar de abrigos, la mayor parte de los cuales alojarían a uno o dos combatientes.
En general, todas las estructuras que hemos documentado tienen menos de 20 m2. En ese espacio máximo se podría refugiar un pelotón (15-25 soldados) en caso de ataque. Lo más habitual, sin embargo, son los abrigos para cuatro o cinco hombres. Pese al pequeño tamaño, a veces están muy arreglados, como este de Abánades, que tenía un hogar de ladrillos macizos y cemento:
Abrigo de la posición franquista de El Castillo, Abánades, fines de 1938-1939.
El sustrato geológico explica en parte el tamaño de los abrigos: picar piedra no es fácil. En la Ciudad Universitaria, los suelos arenosos facilitaron la construcción de abrigos algo más espaciosos. A cambio, el esfuerzo de mantenimiento era más grande.
Abrigo republicano de la Ciudad Universitaria, fines de 1938-1939.
Sin embargo, la geología no es necesariamente el principal motivo por el que los refugios de tropa de la Guerra Civil son de pequeño tamaño. De hecho, tenemos algunos ejemplos de grandes estructuras excavadas en la roca viva con ayuda de explosivos, en los que podría refugiarse una compañía entera en primera línea. Pero no es lo habitual. Otro motivo que explica los abrigos pequeños es que las trincheras tenían por lo general una baja densidad de ocupación, porque el frente en España era extremadamente largo y los mandos no querían destinar gran cantidad de tropas a sectores inactivos.
Sin embargo, la razón fundamental para construir abrigos pequeños es de tipo táctico y tiene un origen histórico.
Al comienzo de la Primera Guerra Mundial, eran muy frecuentes las grandes estructuras en las que podían refugiarse cientos de soldados. Llegó a haber auténticas ciudades bajo tierra. Sin embargo, una serie de desastres obligaron a cambiar de modelo. El 20 de mayo de 1917, un ataque artillero francés cerca de Reims provocó el hundimiento de un abrigo subterráneo alemán: perecieron cerca de 600 soldados. Exactamente tres meses más tarde, los cañones franceses volvieron a destruir un refugio enemigo, esta vez causando la muerte a 170 hombres. Los colegas franceses excavaron hace poco un abrigo en Alsacia en el que recuperaron los cuerpos de 21 combatientes del Káiser: habían quedado sepultados por el fuego artillero en marzo de 1918. A partir de mediados de 1917, aunque los grandes abrigos ya construidos siguieron en uso, se empezaron a generalizar las estructuras de pequeño tamaño. Construir espacios pequeños fue, definitivamente, una gran idea, pues se evitan las muertes en masa.
Los tratados de fortificación españoles usados en la Guerra Civil están basados en los manuales europeos que salieron de la Gran Guerra. La experiencia de este conflicto probablemente salvó de una muerte horrible a muchos soldados españoles.
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