Excavación del suelo de ocupación del sector 2.
El despegue industrial de Vitoria-Gasteiz en la década de 1950 atrajo a numerosa mano de obra inmigrante, procedente de otras zonas del Estado. En aquellos tiempos se acuñó el término coreanos, en Euskadi (pero también en Asturias y otros sitios) para referirse a estos nuevos habitantes. En la capital alavesa se empleó también el término de cacereños, algo parecido a lo que ocurre en Argentina, en donde todos los españoles son considerados gallegos. Lo de cacereño da una idea del peso de esta provincia extremeña en el ciclo migratorio de aquella época. De los centros étnicos de Vitoria-Gasteiz quizás el Centro extremeño (cacereño en verdad) sea uno de los que goza de mejor salud, con su sede en el barrio obrero de Zaramaga.
José Señorán es un arqueólogo de Montehermoso (Cáceres) que está poniendo su grano de arena en el estudio y recuperación patrimonial del monte de San Pedro. Aquí lo vemos desbrozando las trincheras y fortines de los roturos de San Pedro. La estampa no deja de ser épica. También nos recuerda aquella canción del grupo orensano Los Suaves: Las vueltas que da la vida, el destino se burla de ti, ¿dónde vas,, bala perdida, dónde vas triste de ti?
José con la desbrozadora en los roturos de San Pedro.
Urko ha subido a nuestros excavaciones del monte de San Pedro para hablarnos de su abuelo. Oriundo de Lezama, el abuelo se enroló en el batallón Araba y luchó aquí. El aitite hablaba poco de la guerra, pero cuando lo hacía era para recordar lo duro que fue el invierno en las trincheras que estamos excavando. Más bien reexcavando, porque fue aquel soldado uno de los que hicieron estas estructuras y se cobijaron en estos minirefugios subterráneos, excavados en la roca, que estamos exhumando. El abuelo de Urko se entregó en Santoña y allí, en el penal de El Dueso, inició un periplo penitenciario que lo llevó a un campo de redención de penas en Canarias. Finalmente, la intercesión de un alférez del Ejército nacional le permitió conseguir la libertad.
El abuelo de Urko descansaba en primera línea en estos cubículos
excavados en el lapiaz, en la pared de la trinchera.
Hemos iniciado esta segunda campaña en el monte de San Pedro excavando el suelo de ocupación del tramo de trinchera ubicado en el sector de Aloria. Jano y Xabi van documentando los materiales arqueológicos: casquillos de fusil checo, cable enrollado de cobre, la anilla de una granada polaca... El sedimento limoso y el sustrato calizo han permitido conservar incluso materiales textiles, como un fragmento de la tela de un saco terrero. Jano es un arqueólogo de Boiro, en la ría de Arousa. Es descendiente de aquellos marineros gallegos cenetistas que huyeron a Pasaia por mar y se enrolaron en el Ejército de Euzkadi, integrando los batallones Celta y Bakunin. El Batallón Bakunin es uno de los que combatió precisamente aquí, en los montes Txibiarte, Sobrehayas y San Pedro. Xabi es historiador, arqueólogo y recreador, de la margen izquierda de la ría de Bilbao, descendiente también de emigrantes cacereños. Él está ya preparando unas entradas para este blog en las que se explican con todo detalle las vicisitudes de este Batallón Bakunin por estos lares.
Uxue sube al monte con su perra y su makila desde el caserío Urrutia, en Lezama. En esa casa tienen auténtica devoción por la historia y la genealogía. A raíz de nuestro proyecto, los Urrutia se han puesto a revisar una vez más la documentación, y han encontrado la carta oficial del Gobierno de Euzkadi en la que se ordenaba la evacuación del caserío en marzo de 1937. Esa evacuación fue trágica, porque el bisabuelo de Uxue pereció en ella. Los bueyes se pusieron nerviosos al llegar a un lugar desconocido para ellos, se revolvieron y empotraron al dueño contra la pared. Este recuerdo nos habla del impacto del conflicto en la población civil de retaguardia, la misma que sostenía el esfuerzo de guerra en el frente (voluntaria y/o obligadamente).
Nos sigue impresionando el vínculo entre paisaje y comunidades en esta zona de Araba. Hemos excavado en muchos frentes pero nunca nos habíamos encontrado algo así. Hay sitios en los que nadie visita nuestras excavaciones. Simplemente no interesan. Hay otros en los que la política local impone el silencio y el desdén. A estos parajes suben los habitantes de los pueblos de alrededor y nos cuentan sus historias familiares, aportan información y todos reconocen la importancia de recuperar este lugar de memoria en donde combatieron unos y otros.
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