Vista de Ollerías y Elosu, desde una tronera del fortín 02.
La arqueología de la guerra civil puede aportar información hasta ahora
inédita sobre acontecimientos y microeventos olvidados o apartados de las
memorias oficiales. En este blog, en más de una ocasión, se ha hablado de cómo
resulta peligroso seguir al pie de la letra aquello que aparece en los partes
de operaciones, en la prensa de la época o en los escritos propagandísticos o
biográficos. Los documentos también mienten. Además, también debemos recordar que
en un contexto en el que todo aquello que se debe relatar es abrumador, hay
sucesos que no son considerados dignos de ser comentados o ser recogidos en la
sacrosanta palabra escrita. Los combates en los fortines de Ketura (Zigoitia,
Álava) parece que pertenecen a este último caso.
Excavación del interior del fortín 02 de Ketura.
Cuando comenzamos nuestras excavaciones en esta posición, el 2 de mayo,
nuestras expectativas no eran demasiado altas en cuanto a la posibilidad de
hacer grandes hallazgos. En cualquier estudio del pasado, la clave no reside
tanto en el hecho de que algo haya sucedido como en que esto haya sido
cuidadosamente guardado o, por lo menos, no haya sido destruido. En Ketura, sabíamos que esto no era así.
En la década de 1950, el régimen de Franco, afectado de pantanitis, construyó sendos embalses en
el norte de Álava. El principal escenario de la Batalla de Villarreal
(noviembre-diciembre de 1936) quedó sumergido bajo las aguas del pantano de
Santa Engracia (hoy, embalse de Urrunaga). Las aguas cubrieron caminos,
parcelas, alguna ermita y, también, el centro de extracción de arcillas de la
comunidad alfarera de Ollerías, tal y como se recoge en el Museo de la
localidad. Modos de vida que habían sobrevivido desde la Edad Media
desaparecieron literalmente bajo el embalse. Al contrario de lo que pueda
hacernos creer la Homeopatía y su boom
comercial new age: el agua no tiene
memoria.
Vuelo americano de 1946 sobre Ketura, con las trincheras aún visibles.
En ese momento, todo el entorno de Legutio, Ollerías y Elosu fue profundamente
alterado. En Ketura se efectuaron parcelaciones que conllevaron trabajos de
nivelación y adecuación del terreno con máquina. Una de las excavadoras, al
parecer, intentó arrancar uno de los fortines, tal y como mencionan vecinos de
la zona y como atestiguan las marcas de fauces metálicas en la cubierta de
cemento. Las trincheras que conectaban ambos fortines también se cubrieron y
los dos fortines de Ketura sobrevivieron a modo de testigos mudos de toda esta
“gestión ambiental” del territorio, propia de una dictadura que caminaba de la autarquía al desarrollismo. Por la parte que nos toca, como equipo
arqueológico, éramos conscientes de que una gran parte del registro material
parecía haberse perdido para siempre.
Vuelo americano de 1956. Trabajos de parcelación con maquinaria y desaparación del registro.
Todo ello ha conllevado que la cantidad y calidad informativa de los
restos arqueológicos en Ketura ha sido “poco emocionante”. Hemos encontrado
restos óseos procedentes del ganado que lleva pastando aquí los últimos 60
años, bastantes clavos pertenecientes a la propia estructura y algunas otras
piezas de material constructivo.
En cuanto a signos de combate, al contrario que en el monte San Pedro en
el que los cráteres de impactos de artillería y aviación han generado un
“paisaje de acné bélico”, en Ketura sólo podemos ver suaves formas en un
terreno alterado que parecen no guardar memoria alguna de ninguna lucha. El 31
de marzo de 1937, Mola encabezó la gran ofensiva franquista sobre Bizkaia,
llevando a cabo la ruptura del frente muy cerca de aquí, en los montes de
Albertia y Jarindo. Pensábamos que en ese contexto de ataque inmediato, el
Batallón ugetista Madrid, habría
optado por una rápida evacuación hacia Ubidea, su posición principal más
cercana. Y sin embargo… resistieron.
Casquillos de fusil checoslovaco y de pistola en el suelo del fortín 02.
Apenas se trata de cinco casquillos de fusil Máuser checoslovaco 7.92, un
fragmento de guía de peine y un casquillo de bala de pistola. Pero, ahí, bajo
la tronera del fortín 02 en la que lo encontramos, parece como si este conjunto
de restos quisiera hablarnos de una lucha “pequeña” y olvidada que, en plena ofensiva sobre Bizkaia, nadie valoraría como digna de ser mencionada en las
fuentes documentales. El grueso del ataque centró su atención unos pocos
kilómetros al este, en frenético avance sobre la localidad vizcaína de
Otxandio. Aquí, en Ketura, parece que estos socialistas revolucionarios optaron
por defender la carretera a Ubidea, bien desde los fortines, bien desde los
parapetos que flanqueaban la vía.
Parapeto de carretera republicano, entre Ollerías y Ubidea.
El progreso franquista por poco hace desaparecer todo testimonio de este
acto de resistencia. El agua no tiene memoria, pero parece que las personas y
los objetos, si se alían, sí que la tienen.
Post by Josu Santamarina Otaola.
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