domingo, 22 de septiembre de 2019

Hermanos de sangre

Dependencia principal del hospital nº 7 en el monte Jabornica en 1943. 

El coronel Djordje Dragic publicó una serie de monografías en la postguerra sobre la organización de los servicios médicos en los campamentos guerrilleros yugoslavos. En ellas recoge la experiencia partisana como posible ejemplo a seguir en una guerra de guerrillas.Todo un manual de supervivencia. Cómo atender a los heridos en contextos marcados por la superioridad técnica del enemigo, por el peligro constante de asedio, por la necesidad de moverse constantemente por el territorio, por la ineludible obligación de mantener la moral de lucha en los hospitales, por la nula accesibilidad a servicios y recursos básicos, como puede ser el agua potable. A diferencia de los ejércitos regulares, que tienden a la concentración de enfermos y heridos para maximizar los recursos de intendencia, la guerrilla se ve obligada a dispersarlos. Así mismo, la llegada de suministros es muy limitada, debido a la política de tierra quemada del enemigo, que destruye los apoyos de la guerrilla del Llano (pueblos enteros quemados, masacres, quema de almacenes y campos de cultivo).

Interior de la cueva en el entorno del hospital nº 7. Restos de la estructura de madera sobre la que se asentarían los camastros de los enfermos y heridos. (Foto de Carlos Otero).

Hacia finales de 1942 los hospitales en Croacia estaban organizados de tal manera que cada comando regional partisano tuviese un hospital propio en su zona. En este contexto debemos ubicar el hospital nº 7 que estamos estudiando, un auténtico modelo de esos hospitales secretos ubicados en zonas boscosas dentro de territorio liberado. Cuando se desataba una ofensiva enemiga, normalmente en primavera-verano, la táctica empleada por los responsables de estos hospitales era evacuar a los heridos más graves a refugios subterráneos ubicados a una distancia de no más de 10 minutos a pie. Los refugios podían ser construidos o podían consistir en cuevas naturales, muy abundantes en este paisaje kárstico. Un ejemplo bien conocido es el hospital de Pavla en Eslovenia o la evacuación de 95 heridos graves de los hospitales de Lika a la cueva de Bajnovac, durante la séptima ofensiva enemiga. Se habilitaron siete plataformas de madera y allí estuvieron los heridos durante una semana, atendidos por quince enfermeras. La cueva, de 50 m de largo, contaba con una letrina e incluso un área de enterramiento al fondo.

Piezas pertenecientes a un equipo de oxígeno de campaña, documentadas en el interior de la cueva (Foto de Carlos Otero).

Djordje Dragic analiza en su manual los problemas de abastecimiento de medicinas y equipamientos, que se solventaban de dos maneras: o echando mano de recursos locales o mediante la organización de misiones destinadas a capturar en las posiciones enemigas ese tipo de material. Así por ejemplo, para abastecer al hospital del monte Borija, sobre la localidad de Teslic (en uso entre 1941 y 1942), se organizó un golpe de mano para acceder al interior del hospital de Kotor Varos. Este tipo de ataques sorpresa también tuvieron lugar en Krasic en septiembre de 1942 y en el psiquiátrico de Popovaca al comienzo de 1944, por poner algunos ejemplos (Dragic, 1965: 81-82). Así mismo, ante ofensivas partisanas a mayor escala, los encargados de la sección farmacéutica organizaban la evacuación a los hospitales de retaguardia de todo el material, para evitar su deterioro en el traslado a las montañas. Así se hizo en la toma de Bihac (1942) y Banja Luka (1944). Ante la escasez, lo más apremiante era hacerse con vendas, instrumentos quirúrgicos, termómetros, vacunas (antitetánica, sobre todo), jeringuillas, narcóticos y desinfectantes.

Frasco documentado in situ, con el líquido todavía en su interior (Foto de Carlos Otero).

La ayuda aliada que llegaba por el aire fue también muy importante, sobre todo en todo lo que se refiere a alimentos envasados. Las fuentes escritas de que disponemos se centran sobre todo en la descripción de los bunkers subterráneos que fueron construidos por las unidades partisanas, con espectaculares entibados y estructuras de madera. Sin embargo, no conocemos tan bien cómo funcionaban esos hospitales improvisados dentro de cuevas naturales. Por eso es tan importante el contexto cerrado, fosilizado, que nos aporta la cueva en el entorno del hospital nº 7.

Latas de conserva y frascos de vidrio correspondientes a medicamentos. Localización in situ dentro de la cueva (Foto de Carlos Otero).

La sima se ubica a menos de 15 minutos andando desde la zona donde se emplazaban la farmacia y el habitáculo ocupado por los enfermos de tifus. Nos podemos imaginar las terribles condiciones de vida de los pacientes dentro de la gruta. La necesidad de evitar la humedad y las filtraciones de agua explican el esfuerzo a la hora de habilitar superficies de madera para ubicar los camastros, así como el uso de lonas de tiendas de campañas. La ventilación se solventaba con pequeñas salidas para el aire, como los dos agujeros que se abrieron a la derecha de la entrada, en un abrigo rocoso. Lámparas de petróleo (petroleikas) aportaban un mínimo de iluminación.

Lámpara petroleika. Localización in situ dentro de la cueva (Foto de Carlos Otero).

En el interior de la cueva no encontramos en superficie restos de munición ni de armas, pero sí numerosos objetos que remiten a usos médicos, quirúrgicos y asistenciales: elementos asociados a una bombona de oxígeno (con un manómetro probablemente fabricado en Milán), varias botellas de medicamento del Ejército italiano, un envase minúsculo que aún conserva el líquido en su interior (¿morfina?) e incluso otro con las iniciales D.R.G.M. (Deutsches Reichsgebrauchsmuster) que podríamos traducir como diseño registrado en el Imperio alemán. Esta marca se usó desde antes de la 1ª Guerra Mundial y perduró hasta el fin de la 2ª.

Frascos de medicinas documentados en el interior de la cueva, la mayoría procedente del Ejército italiano.


El angosto acceso a la cueva da buena cuenta de la dificultad para introducirse en ella. En la roca se esculpieron dos semicírculos con el espacio justo para que se adentre una persona de pie sin lesionarse en la cabeza. Después, unos cuatro metros de pared, posiblemente salvados con una escalera de madera. Estremece pensar en el sufrimiento de los enfermos y heridos aquí evacuados. El papel de las enfermeras era crucial. En muchos casos fueron las personas que asistieron a los partisanos en el momento de su muerte. Una de ellas se llama Vera. De ella escribiremos mañana.

 Soporte metálico para instrumental quirúrgico (Foto de Carlos Otero).

Referencia:

Dragic, Dj. 1965. Partisan Hospitals in Yugoslavia. Belgrado: Vojnoizdavacki Zavod.

Proyecto Heritage from below. Traces and memories. Dreznica 1941-1945.

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