El último número
monográfico de la revista
Desperta Ferro recoge diversos
trabajos sobre la batalla del Ebro, entre ellos, una síntesis de las
excavaciones realizadas por nuestro equipo en La Fatarella
(Tarragona) en septiembre de 2011. Otro de los artículos, firmado
por Angela Jackson, se centra en el heroico trabajo desarrollado por
las enfermeras y camilleros del bando republicano. En las mismas
condiciones actuaron los sanitarios y camilleros del bando nacional.
Uno de estos camilleros
fascistas fue Manuel Lema Otero
(1906-1991). Nacido en la parroquia de Borneiro (Cabana de
Bergantiños, A Coruña), este personaje cunqueiriano fue en la
postguerra albañil, carpintero, encofrador, agricultor e inventor. Fue el
artífice de ingenios como la teja plana de cemento, una bomba
automática de subir agua sin gasto de energía, un sistema de alarma
antiincendios, un sistema de elaboración de gas metano a partir del estiércol,
una escopeta de caños, un libro de quinielas, un molde para la
elaboración de capiteles para cruceros, un termómetro para medir la
temperatura de los hornos y una serie de juguetes articulados. En
todo caso, el invento patentado que le dio algo de dinero fue una
incubadora de pollos. El éxito de este artilugio en la comarca de
Bergantiños hizo que se le conociese como Manolo “o dos pitos”.
Pero la creatividad de Manuel alcanzaba su mayor expresión en la
pintura.
La Batalla del Ebro (1980).
En 1982 participó en el Concurso de arte naïf o
ingenuista gallego organizado por la Fundación Barrié de la
Maza y ganó el primer premio. Presidiendo el tribunal se encontraba
José Filgueira Valverde, galleguista tradicionalista en la
preguerra, franquista convencido que hizo carrera política en la
dictadura, y Conselleiro de Cultura en el gobierno autonómico de
Alianza Popular. La Fundación que organizaba el certamen había sido
fundada por Barrié de la Maza, banquero e industrial coruñés,
amigo de Franco desde la juventud, que financió el golpe de Estado y
recibió como contrapartida los beneficios de los embalses
construidos por el régimen en Galicia. De hecho Franco le concedió
el título de conde de FENOSA. Su viuda fue la encargada de dar el
premio a Manuel Lema Otero, por su obra naïf titulada: La batalla
del Ebro.
Este cuadro forma parte de la aficción por la historia
de Manuel, que entremezcla con sus experiencias personales. Fruto de
su paso como cantero por las excavaciones arqueológicas en el castro
de A Cidá de Borneiro, son una serie de cuadros en los que recrea el
pasado céltico de su pueblo o las ofrendas de los druidas en el
dolmen de Dombate.
Recreación del castro de A Cidá de Borneiro (años 80).
Este es el testimonio de
Manuel, recogido por el periodista Ezequiel Pérez Montes en una
entrevista surrealista para El Ideal Gallego a raíz de la
concesión del premio en 1982:
Es que yo hice la
guerra civil. Yo estuve con Franco, que era una buenísima persona,
al que admiro mucho. Fui camillero en el Ebro. Y vi el desastre:
árboles sin ramas y en cada rama, un trozo de brazo o de muslo. O
chiquillos de 14 años con la cabeza atravesada por un balazo. Y
fotos de las novias y de las madres, empapadas en sangre y en manos
de moribundos. Y pinté, pinté lo que recuerdo como el primer día.
Este cuadro no es mentira, es mi vida como yo la veo y mi tristeza de
aquel tiempo como la recuerdo. De verdad. Yo no sé si esto es
ingenuo, pero es muy triste. También estuve en la toma de Madrid y
de Barcelona. No quise ser cabo. Me hirieron dos veces en la
mandíbula y en los dientes. Me los saltaron. Nunca me los puse.
Ahora, con este dinero [200.000 pesetas], me los voy a poner.
Porque yo quiero comer lacón con grelos y me gusta el vino de la
tierra. También juego a las quinielas y me tocaron tres premios
pequeniños. No aún no fui a ver la exposición a la que
presenté diez cuadros pero en cuanto termine de hablar con usted, me
voy a escape.
Evacuación de heridos en la batalla del Ebro (1980): Recuerdo para los que fueron heridos en las terribles guerras del pasado. Evacuación por altas montañas inaccesibles a la locomoción.
En
La batalla del Ebro, Manuel refleja una visión apocalíptica
de los horrores de la guerra, que coincide con el testimonio de los
supervivientes de aquella carnicería. Sobre los esqueletos, a los
que acuden moscas azules, se levanta un remolino. Las campanas del
cielo y de la tierra repican entre nubes invadidas por los colores de
la batalla. En el remolino se lee: En el tiempo y en el espacio
han sonado las campanas del cielo y de la tierra, pero no les hemos
hecho caso…
Este es un tema que
todavía está por estudiar. La plasmación artística del recuerdo
de la guerra y los efectos del shock postraumático en esos soldados
que siguen siendo piezas anónimas en el discurso historiográfico
sobre la guerra civil que todavía predomina hoy.
P.S. El gran sueño de Manuel era ir a Turín a conocer la Sábana Santa e iniciar una investigación para intentar descifrarla.