El capitalismo también conlleva una economía de mercado de la memoria.
Ayer se cumplieron exactamente 25 años de la Revolución de Terciopelo.
Estos 25 años han generado, otra vez, nuevos procesos de recuperación de la memoria histórica. Para empezar, en 1993 se deshace el Estado checoslovaco. Dos nuevos países, Chequia y Eslovaquia, comenzaron entonces una nueva relectura del pasado. En el caso eslovaco, el tema trae cola, ya que el precedente directo fue el Estado satélite pronazi gobernado a comienzos de los 40 por un cura católico antisemita. Ahí es nada.
Dos revoluciones (1968, 1989), pero debajo de los adoquines no está la playa.
En este cuarto de siglo último, Plsen se ha convertido en un destino turístico. Capital de la buena cerveza, es todo un santuario para los anglosajones. Manadas de británicos fuera de control se desplazan a Chequia en Ryanair para pasar fines de semana etílicos y despedidas de soltero rodeados de rubias, normalmente cervezas, únicamente. En todo caso, Plsen apuesta también por el turismo cultural de calidad. En 2015 será capital europea de la Cultura. Los adoquines levantados nos muestran una urbe que quiere dar su mejor cara el año que viene. Dentro de este contexto, la Embajada estadounidense está haciendo un buen trabajo a la hora de conmemorar los viejos tiempos.
En Plsen lo yanki mola.
Hace poco se abrió el Museo Patton, rememorando la liberación de 1945. Todo muy a lo yanki. El discurso expositivo ofrece una descripción detallada de cada una de las operaciones militares, justificando los daños colaterales y las víctimas civiles, debido a la vesania nazi. Se hace hincapié en los choques habidos con las experimentadas divisiones de las SS, en la maldad de los políticos nazis locales, que preferían suicidarse en el momento de la rendición. La muestra acaba con un panel en el que veteranos de guerra firman para la posteridad, ataviados con sus gorras de béisbol y con su sempiterno buenrrollismo.
Fachada del Museo Patton en Plsen.
En las salas se desata toda una fiesta de los maniquíes. A cada instante se recuerda el gozo popular, los contactos entre las bellas mujeres locales ataviadas con el traje regional y los salvadores de Europa. Una minisala de cine reproduce una y otra vez el film propagandístico estadounidense de la liberación de 1945. Como contrapunto, el período comunista se muestra dentro de una jaula. Estas rejas son la metáfora material de la memoria histórica de gran parte de la población checa.
Sala enjaulada sobre el comunismo en el Museo Patton.
Ayer mismo, en un acto oficial en Praga, el presidente checo fue abucheado. Sus guardaespaldas tuvieron que protegerlo con sendos paraguas negros, para evitar una lluvia de huevos lanzados con certera puntería por parte de una ciudadanía que considera al Jefe del Estado como un vil prorruso.
Días atrás, el zar Putin organizaba en la Plaza Roja de Moscú un desfile militar a modo de réplica del que organizó Stalin cuando tenía al ejército alemán a menos de 100 km de la capital de la URSS. Un desfile que hizo la delicias de los amantes de la militaria, con los soldados vestidos como en 1941. El propio Putin persigue judicialmente a las pocas asociaciones que se han empeñado en recordar los crímines estalinistas. Todo esto en 2014.
Tócala otra vez Sam (Museo Patton).
Mientras tanto, aquí, en Bohemia, arqueólogos de la universidad local como Radek Svetik y Pavel Vareka llevan a cabo un ambicioso proyecto de Arqueología y Antropología del Telón de Acero.
Mientras tanto, aquí en Pilsen, la ciudad se prepara para celebrar en 2015 el Festival de la Liberación, setenta años después de la llegada de los hombres de Patton. Siguiendo con esta historia cíclica cabe preguntarse: ¿quienes serán los próximos liberadores de Plsen dentro de 25 años? Vayan preparando los picos, bohemios soñadores, que monumentos hay y habrá a punta pala.
En 2015 la capitalidad cultural de Plsen tendrá como plato fuerte el Festival de la Liberación.
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