miércoles, 2 de marzo de 2016

La ciudad donde pasó algo: arqueología del 3 de marzo (y II)


Hoy (1 de marzo) nos hemos levantado en Vitoria-Gasteiz con la noticia de que con nocturnidad y alevosía los monumentos del 3 de marzo situados en el barrio de Zaramaga y el recién inaugurado en Alegría-Dulantzi habían sido atacados. Los agresores pintaron la bandera del Reino de España en cada uno de ellos, invisibilizando parcialmente las placas conmemorativas y los relieves de los monumentos. Andoni Txasko, miembro de la asociación 3 de marzo, denunció los hechos en la sesión de la mañana de las jornadas internacionales por el 3 de marzo celebradas en el Centro de arte contemporáneo Artium dentro de una agenda de actividades por el 40 aniversario de los acontecimientos de 1976. Estos hechos nos demuestran tres cosas: que la materialidad es un campo de batalla en el que la memoria, la ideología y la violencia se resignifican constantemente; que la memoria concreta de los hechos de marzo de 1976 genera aún a día de hoy confrontaciones sociales; y que, por desgracia, los descendientes ideológicos de los culpables de que aquellos terribles hechos ocurrieran siguen ejerciendo la violencia física (sobre los monumentos) y simbólica (sobre las víctimas del 3 de marzo y las luchas que ellos y ellas representaron). Como afirmó Carlos Martín Beristain durante las jornadas celebradas en el museo Artium, nos hicieron creer que vivimos un postfranquismo, pero realmente se trata de un neofranquismo.

Monumento inaugurado en 2013.

La memoria y las políticas de la memoria del 3 de marzo, como adelantamos en el anterior post, son especialmente interesantes para el análisis no solo de la historia contemporánea del Estado español, sino también del devenir político de la sociedad vasca. El espacio que en 1976 fue de terror y violencia paulatinamente se convirtió en espacio de reivindicación y memoria. En términos cuantitativos y geográficos se trata de un caso único. Solamente en los alrededores de la iglesia de San Francisco se encuentran no uno ni dos, sino cinco monumentos al 3 de marzo, el último inaugurado esta misma semana durante el 40 aniversario y que recuerda la encomiable lucha que, como las madres de la Plaza de Mayo argentina, realizaron las mujeres trabajadoras y esposas de los trabajadores en huelga. Un espacio repleto de memoria en el que ha sido fundamental la labor llevada a cabo por la propia asociación 3 de marzo, que, como un auténtico txirimiri vasco, ha ejercido una lucha constante hasta que sus voces han sido escuchadas. Y es que, como constantemente parece repetirse en la historia contemporánea de los países que han sufrido un pasado traumático, únicamente la pelea constante de la sociedad civil por reclamar verdad, justicia y reparación ha logrado presionar a los poderes públicos para posicionarse y, paradójicamente, “tomar partido”.

Mural del 3 de marzo. Inaugurado en 2013.

El ejemplo de la lucha por la memoria de la asociación 3 de marzo y de la sociedad civil gasteiztarra es más que una victoria simbólica. No solo ha logrado, más tarde que pronto, que criminales como Martín Villa, Ministro de Relaciones Sindicales durante los hechos y responsable directo de los mismos, estén actualmente en busca y captura internacional (si bien el estado neofranquista ha decidido no aplicar esta sentencia), sino también que los descendientes políticos de los culpables de los sucesos hayan acabado por apoyar simbólicamente, que no jurídicamente a tenor del caso de Martín Villa, a las víctimas de los sucesos. Así, dos de los monumentos al 3 de marzo, un monolito de metal antropomorfo y un impresionante mural pintado dentro del programa de muralismo de la ciudad de Vitoria-Gasteiz, fueron inaugurados por el gobierno municipal de Javier Maroto (PP) quien, mientras apoyaba a las víctimas del 3 de marzo, pugnaba por retirar las ayudas a la población inmigrante. Paradojas de la memoria o “memorias sujetadas”, como reza el título del magnífico libro coordinado por Gonzalo Compañy y Soledad Biasatti.

Inauguración del monumento del 3 de marzo en Alegría-Dulantzi.

Pero las políticas de memoria de los hechos del 3 de marzo son todavía más sorprendentes. Un pequeño ejercicio de arqueología nos permite vislumbrar un impresionante proceso de lo que se ha denominado “vampirización de la memoria”, esto es, la resignificación en términos políticos y simbólicos de una memoria que en origen no correspondía con su nuevo significado. Uno de los símbolos más visuales del 3 de marzo es un pequeño monolito de cinco tubos de hierro situado en medio de la plaza homónima y que simula un puño cerrado. Un monolito, cuya fecha debe situarse en torno al décimo aniversario de la matanza (1986) y que fue forjado por los compañeros de los obreros asesinados de Forjas Alavesas. Monolito, además, que tuvo que ser colocado con nocturnidad y alevosía para poder evitar que las fuerzas de seguridad impidieran su colocación. De ahí la estética, digamos, “new age” de la base de cemento. En su centro, una placa en la que se ven dos lauburus, símbolo inequívoco de la actual identidad vasca, y unas palabras escritas en euskera: “1976ko martxoaren 3; Gogoan Zaituztegu” (traducido: “3 de marzo de 1976; nos acordamos de vosotros”).

Exterior de la iglesia de San Francisco.

En uno de los muchos paseos que damos por el barrio de Zaramaga nos dimos cuenta un día de la presencia de una pequeña placa situada en la base del actual monumento y que había sido prácticamente arrasada por la colocación del cemento. En esta placa se podía leer lo siguiente:

[compa]ñeros asesinados
…ne a una lucha obre[ra]
…da y solidaria
…hoy más que nunca
…[neces]itamos seguir
…Gasteiz


Placa bajo el monolito del 3 de marzo.

A lo largo de los años 80 y 90 se produjo un curioso proceso por el cual la izquierda abertzale se fue apropiando simbólicamente de la memoria del 3 de marzo. Apropiación porque, recordemos, los hechos del 3 de marzo se generaron por una reivindicación obrera, no nacionalista. De hecho, prácticamente todos los obreros asesinados o no eran vascos o eran descendientes directos de inmigrantes, fundamentalmente extremeños (como Romualdo Barroso). Es decir, lo que en inicio fue una reivindicación obrera se fue transmutando con los años en una reivindicación nacionalista. Este proceso tuvo su representación física y simbólica en las manifestaciones que cada año conmemoran los hechos del 3 de marzo. En inicio, el sindicato Comisiones Obreras y los partidos políticos comunistas fueron los que organizaban las manifestaciones. Con el tiempo, la izquierda abertzale fue consolidándose y desarrollándose en Euskadi, de manera que finalmente su mayoría política y social se trasladó a las propias manifestaciones del 3 de marzo. Finalmente, Comisiones Obreras y UGT abandonaron la convocatoria de esta manifestación. Actualmente, la manifestación del 3 de marzo suele acabar en una pequeña batalla campal en el centro de la ciudad en el que la juventud, abertzale y no abertzale, se enfrenta a las fuerzas policiales. Una re-presentación de marzo de 1976 en la actualidad.

La resignificación política del 3 de marzo no acaba aquí. En 2014, un grupo de universitarios decidieron, precisamente en la iglesia de san Francisco donde fueron asesinados los 5 obreros en 1976, la okupación del barrio de Errekaleor, donde iniciaron un proyecto autogestionario que, frente a las dificultades y las presiones de la administración, continúa a día de hoy. En su particular creación de una renovada identidad para un barrio prácticamente olvidado, los okupas y vecinos del barrio han decidido tomar el 3 de marzo y en particular la figura de Romualdo Barroso (antiguo vecino del barrio) como metáfora de su propia lucha. Una resignificación activa de la memoria de una generación que no vivió directamente los hechos del 3 de marzo, pero que se sienten partícipes en sus consecuencias políticas y simbólicas.

Romualdo Barroso en Errekaelor.

Esa pequeña placa, actualmente desaparecida, simboliza todo un proceso de resignificación política de la memoria y es una metáfora perfecta del devenir de una sociedad con grandes ansias de verdad, justicia y reparación. Esperemos que la destrucción de esa placa y los ataques a los monumentos únicamente sean el chirriar de una puerta que, finalmente, acabará abriéndose, dejando que nuestra casa pueda, por fin, airearse.

La memoria olvidada.


Post by Carlos Tejerizo García

1 comentario:

Txema dijo...

Sólo por matizar, decir que la pintada en Errekaleor es la imagen de Salvador Puig Antich y no a Romualdo Barroso como dice el pie de foto. Recordemos que Puig Antich fue ejecutado a garrote vil el 2 de marzo de 1974, con lo que el recuerdo de su asesinato se produce un día antes del recuerdos de los Sucesos de Vitoria, el 3 de marzo.