San Prudencio de Armentia.
Las élites locales diseñan, proyectan y organizan el desarrollo de las ciudades. Mediante la arquitectura y el urbanismo (o la falta de él), controlan y domestican a los viejos (y nuevos) habitantes de la urbe. La Geografía Humana de raíz marxista, tan en boga en la España de los 70 y 80, tenía estas cosas muy claras. Estas mismas élites de las que hablamos son las que moldean la imagen de la ciudad hacia el exterior. En el caso de Vitoria-Gasteiz (daos un paseo por el stand de FITUR) se vende la Green Capital, la ciudad europea, la senda verde, el sitio en donde más se cuida el patrimonio histórico.
Dentro de este ideosistema, una de las postales turísticas de la capital vasca es la basílica de San Prudencio de Armentia, una joya del románico internacional del siglo XII. Estamos en la zona cero del espíritu alavesista. La campa del patrón, cada 28 de abril, es el campo de juego en donde se escenifican un sinfín de performances que contribuyen a reforzar el sentimiento vitorianista y la identidad del Territorio Histórico de Álava. Identidad, Patrimonio y Turismo. Armentia es referente de identidad, posee un enorme capital simbólico que, a nivel inmobiliario, se traduce en promociones de lujo. Armentia es el top residencial a día de hoy en la capital alavesa.
Armentia: zona residencial de lujo en la actualidad.
Esta postal turística esconde un paisaje marcado también por el conflicto, la violencia y el trauma. La necrópolis medieval anexa, excavada a comienzos de este siglo XXI, ha aportado un amplio conjunto de tumbas, en las que se documentaron esqueletos (alguno con las espuelas puestas) con evidencias de aparatosas heridas de guerra. El equipo forense de Paco Etxeberria llegó a registrar casos espectaculares de trepanaciones, operaciones quirúrgicas a las que sobrevivieron determinados individuos. La guerra volvería por estos parajes con las guerras napoléonicas. Cada año, recreadores se apostan para escenificar algunos pasajes de la batalla de Vitoria (1813), un acontecimiento histórico que entusiasma a la élite política vitoriana. A su vez, la primera guerra carlista (esa ya no interesa tanto) convirtió los paramentos murarios de la basílica en un inmenso paredón en donde liberales fueron fusilados a destajo.
Paramento de Armentia reconvertido en paredón en las carlistadas.
Pero si las guerras carlistas no merecen mucho recuerdo colectivo, qué vamos a decir de la guerra civil española. El 80 aniversario de la principal batalla librada en suelo alavés, la de Villarreal (diciembre de 1936), no ha entrado en la agenda conmemorativa de ninguna administración local, foral o autonómica. Durante la guerra civil se plantearon proyectos para adecentar y urbanizar la senda hacia Armentia. Justo al acabar el conflicto, se erigió el monumento a San Prudencio, concebido como un Ángel de la Paz. Tallado en mármol, el pedestal es un bloque retirado de las obras paralizadas de la Catedral Nueva de Vitoria.
Monumento a San Prudencio.
Los vencedores de la guerra comenzaron a apropiarse del espacio público. El nacionalcatolicismo impregnaba la vida cotidiana. A los requetés les iba mucho eso de poner sus tercios bajo la protección de advocaciones patronas y patrones (Virgen Blanca, Nuestra Señora de Estíbaliz, Begoña, etc...). El tradicionalismo carlista estuvo hábil al fundir Cruzada, religiosidad popular e identidad. La fotografía de la procesión camino al monumento, el 28 de abril de 1940, es espectacular, por dos motivos. Porque nos muestra la realidad de la Álava rural (semillero requeté) y de una ciudad, Vitoria, que no se podía entender sin el mundo del campo, antes de la industrialización de fines de los 50. Pero por otro lado, nos muestra la realidad de la inmediata postguerra. El obispo de Vitoria (trasunto de San Prudencio) lidera a su grey, a su rebaño. Detrás de él, vemos a héroes de guerra, a capitanes carlistas con sus insignias colgadas de la pechera.
Procesión camino del monumento a San Prudencio, el 28 de abril de 1940.
Fotografía expuesta en la exposición organizada por la Fundación Sancho el Sabio:
Europa en llamas. Ecos de la Alemania nazi en Vitoria (1939-1945)
y comisariada por Virginia López de Maturana, Guillermo Marín y Xavier Sagasta.
Los vencedores apostaban por un modelo determinado de sociedad, si bien existían divergencias notables entre ellos (carlistas vs falangistas). Armentia se va a convertir en la década de 1940 en el solar en el que se va a intentar materializar un proyecto de ingeniería social puramente fascista. Para conocerlo, tenemos que desviar la vista de los canecillos y ajedrezados de las arquivoltas románicas y dirigirnos a un descampado inhóspito. Aquí se encuentra una antigua promoción de vivienda obrera. Estas casas, conocidas por los vitorianos como las casas frías, se despachan en dos líneas en el plan Director de Puesta en valor de Armentia. Estas casas baratas, humildes y anónimas nos muestran en toda su crudeza lo que supuso el fascismo en los años 40 para esta ciudad.
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