Estela alemana de Urbina en la actualidad.
Hace
tiempo que quienes trabajamos con el legado arqueológico de la Guerra Civil y
el Franquismo reclamamos dos cosas: por un lado, la necesidad de intervenciones
que estudien y visibilicen este patrimonio olvidado y frágil, y por otro lado,
que exista algún tipo de interés en este legado de cara a su “protección” o, al
menos, la toma de conciencia respecto a su existencia. El debate sobre qué hacer con el paisaje simbólico del
Franquismo (o Paisaje de la Victoria)
está servido, si bien la Administración pública parece relegarlo a comisiones
de memoria histórica poco activas o, simplemente… pasa del asunto.
Durante
y tras la guerra, el Régimen de Franco puso en marcha una “colonización
simbólica” del territorio: los monumentos a los/sus Caídos, las cruces
conmemorativas y los vía crucis a los mártires formaban parte de la
legitimación del sistema mediante un recuerdo manipulado del conflicto. Franco debía
su poder a una victoria militar y eso fue lo que en un principio quiso dejar claro
en su relato de “vencedores” y “vencidos”. Esa es la razón por la que nuestro
espacio público está lleno de hitos que reproducen ese discurso de poder
autoritario y antidemocrático.
Imagen de la plataforma en defensa de la Cruz a los Caídos
de Callosa de Segura, Alacant.
Nuestro
país es cuanto menos diverso y complejo. En Callosa de Segura (Alacant), el
pasado mes de diciembre se vivieron momentos tensos debido a la orden municipal
de retirar la “Cruz a los Caídos” que preside la plaza de la iglesia. Cientos
de vecinos, animados por la “Plataforma Ciudadana en Defensa de la Cruz”,
incluso llegaron a vigilar el monumento durante toda una noche para evitar su retirada
hasta que consiguieron paralizar la labor. La extrema derecha, ávida de
atención mediática y apreciando la “noble lucha” de estos vecinos de Callosa de
Segura, se presentó allí y, con el canto del Cara al Sol por bandera, defendieron el monumento. (Siempre hay que
pensar que compañeros de cama tiene uno). La plataforma ciudadana negó su
vinculación con la ultraderecha y se limitó a defender la presencia del
monumento en base a su valor patrimonial y religioso. Madre mía… ¡qué cruz!
Falange y su apoyo a la Cruz de Callosa de Segura, 2016.
Por
otro lado, en otro rincón de la Península, en el pueblo alavés de Urbina, hace
unos meses ya nos hicimos eco en este blog de la existencia de una estela
funeraria en recuerdo a tres artilleros alemanes de la Legión Cóndor (parte
I y parte
II). Meses después de que aquí publicásemos su historia, el diario El Correo –el más leído por estos lares–
dedicó unas líneas a este monumento conmemorativo (aquí).
La pregunta que nos hicimos en aquel momento era clara: ¿qué hace una estela nazi como tú en un pueblo abertzale como éste?
El legado franquista de monumentos y cruces del Paisaje de la Victoria ha sido fuertemente perseguido en el País
Vasco: la memoria antifranquista goza de un amplio consenso en la zona y eso
significa que hay un gran rechazo social por estos símbolos.
Sin
embargo, además de apreciar el valor incómodo de este legado material, como
alguien que se dedica a la arqueología y la socialización del patrimonio
conflictivo más reciente, no pude evitar hace hincapié en una reflexión que me
suscitaba esta estela: si Franco negó toda participación alemana en su favor durante y después de la guerra –como cuando negó el bombardeo de Gernika–,
¿este tipo de vestigios de la Legión Cóndor no son acaso “evidencias empíricas”
de su mentira? ¿Esta materialidad nazi en nuestro territorio no puede ser vista
como precisamente el referente de un discurso antifranquista que denuncia su
manipulación del pasado y su barbarie?
Un patrimonio incómodo hasta para el propio Franco:
estela
de Urbina durante la Dictadura y en enero de 2016.
Esta
reflexión ha parecido no importar mucho a quien ha destruido recientemente el
campo epigráfico de la estela de Urbina. Las marcas de destornillador o algún
utensilio similar son el único mensaje ahora legible en este polémico
monumento. Ya no se leen los nombres de quienes murieron por una explosión
–seguramente producida por algún cañón defectuoso– el 31 de marzo de 1937, el
primer día de la ofensiva de Mola sobre Bizkaia, el día en que empezó la guerra
relámpago en el mundo, precisamente aquí, en este rincón del País Vasco, y el
día en el que también la localidad vizcaína de Durango fue salvajemente
bombardeada y catorce presos republicanos de Vitoria –entre ellos el último
alcalde democrático– fueron fusilados muy cerca de aquí. El próximo 31 de marzo
se cumplirán 80 años, aunque parece que sin pena ni gloria (literalmente).
Destrucción de la inscripción de la estela, en
noviembre-diciembre de 2016.
Desde
la labor arqueológica sobre la Guerra Civil y el Franquismo, las medidas que
tomamos en torno a esta cuestión han sido sencillas: primero, conocer la
historia de esta estela; segundo, documentar su estado actual –incluso hicimos
un modelo fotogramétrico en 3D a disposición del público, aquí–;
y tercero, proponer un debate abierto y público sobre qué hacer con ella. Este último paso es el que ha quedado empañado
a golpe de martillazo y rascado de destornillador. La inscripción de este
monumento ahora parece una esquizofrénica declaración escrita con símbolos del
Lejano Oriente. Creo que hemos perdido un recurso
didáctico y polisémico de cara construir una memoria democrática y
realmente antifranquista. Una de las evidencias más claras de la gran mentira de
Franco.
En
cualquier caso, esta acción subraya algo que venimos defendiendo mucho tiempo:
tenemos el deber de una “Arqueología de la Guerra Civil de urgencia”. Con la implicación de múltiples agentes, debemos
afrontar este pasado, estudiarlo de forma crítica y tomar decisiones sobre qué hacer con él. El resultado del
debate puede ser el de realizar acciones de damnatio
memoriae como la efectuada en Urbina, pero ¡ojo!... tras un debate. Estos
elementos son bien común público y por eso la multivocalidad que reclamamos no
debe quedar en manos de quien motu proprio
blande el martillo y se cree representante de toda voz colectiva. 80 años
después… la estela (y sus posibles significados) se difumina(n).
Agradecimientos
El estudio de la estela de Urbina
no habría sido tan multidisciplinar y rico sin la ayuda de gente como Laia
Gallego, Xabier Herrero, Ane Urrutxua y Xabi Mtz. de Guereñu.
Post by Josu Santamarina Otaola.
1 comentario:
No respetar la memoria de los muertos es, cuando menos, de cobardes y sectarios, sean del signo que sean. Nada democrático, odio stalinista, en este caso, que ciega y que algún día traerá desgracia.
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