sábado, 7 de enero de 2017

Tras la estela nazi... destrucción, memoria y urgencia

Estela alemana de Urbina en la actualidad.
Hace tiempo que quienes trabajamos con el legado arqueológico de la Guerra Civil y el Franquismo reclamamos dos cosas: por un lado, la necesidad de intervenciones que estudien y visibilicen este patrimonio olvidado y frágil, y por otro lado, que exista algún tipo de interés en este legado de cara a su “protección” o, al menos, la toma de conciencia respecto a su existencia. El debate sobre qué hacer con el paisaje simbólico del Franquismo (o Paisaje de la Victoria) está servido, si bien la Administración pública parece relegarlo a comisiones de memoria histórica poco activas o, simplemente… pasa del asunto.
Durante y tras la guerra, el Régimen de Franco puso en marcha una “colonización simbólica” del territorio: los monumentos a los/sus Caídos, las cruces conmemorativas y los vía crucis a los mártires formaban parte de la legitimación del sistema mediante un recuerdo manipulado del conflicto. Franco debía su poder a una victoria militar y eso fue lo que en un principio quiso dejar claro en su relato de “vencedores” y “vencidos”. Esa es la razón por la que nuestro espacio público está lleno de hitos que reproducen ese discurso de poder autoritario y antidemocrático.


Imagen de la plataforma en defensa de la Cruz a los Caídos de Callosa de Segura, Alacant.
Nuestro país es cuanto menos diverso y complejo. En Callosa de Segura (Alacant), el pasado mes de diciembre se vivieron momentos tensos debido a la orden municipal de retirar la “Cruz a los Caídos” que preside la plaza de la iglesia. Cientos de vecinos, animados por la “Plataforma Ciudadana en Defensa de la Cruz”, incluso llegaron a vigilar el monumento durante toda una noche para evitar su retirada hasta que consiguieron paralizar la labor. La extrema derecha, ávida de atención mediática y apreciando la “noble lucha” de estos vecinos de Callosa de Segura, se presentó allí y, con el canto del Cara al Sol por bandera, defendieron el monumento. (Siempre hay que pensar que compañeros de cama tiene uno). La plataforma ciudadana negó su vinculación con la ultraderecha y se limitó a defender la presencia del monumento en base a su valor patrimonial y religioso. Madre mía… ¡qué cruz!


Falange y su apoyo a la Cruz de Callosa de Segura, 2016.
Por otro lado, en otro rincón de la Península, en el pueblo alavés de Urbina, hace unos meses ya nos hicimos eco en este blog de la existencia de una estela funeraria en recuerdo a tres artilleros alemanes de la Legión Cóndor (parte I y parte II). Meses después de que aquí publicásemos su historia, el diario El Correo –el más leído por estos lares– dedicó unas líneas a este monumento conmemorativo (aquí). La pregunta que nos hicimos en aquel momento era clara: ¿qué hace una estela nazi como tú en un pueblo abertzale como éste? El legado franquista de monumentos y cruces del Paisaje de la Victoria ha sido fuertemente perseguido en el País Vasco: la memoria antifranquista goza de un amplio consenso en la zona y eso significa que hay un gran rechazo social por estos símbolos.
Sin embargo, además de apreciar el valor incómodo de este legado material, como alguien que se dedica a la arqueología y la socialización del patrimonio conflictivo más reciente, no pude evitar hace hincapié en una reflexión que me suscitaba esta estela: si Franco negó toda participación alemana en su favor durante y después de la guerra –como cuando negó el bombardeo de Gernika–, ¿este tipo de vestigios de la Legión Cóndor no son acaso “evidencias empíricas” de su mentira? ¿Esta materialidad nazi en nuestro territorio no puede ser vista como precisamente el referente de un discurso antifranquista que denuncia su manipulación del pasado y su barbarie?
 Un patrimonio incómodo hasta para el propio Franco: 
estela de Urbina durante la Dictadura y en enero de 2016.
Esta reflexión ha parecido no importar mucho a quien ha destruido recientemente el campo epigráfico de la estela de Urbina. Las marcas de destornillador o algún utensilio similar son el único mensaje ahora legible en este polémico monumento. Ya no se leen los nombres de quienes murieron por una explosión –seguramente producida por algún cañón defectuoso– el 31 de marzo de 1937, el primer día de la ofensiva de Mola sobre Bizkaia, el día en que empezó la guerra relámpago en el mundo, precisamente aquí, en este rincón del País Vasco, y el día en el que también la localidad vizcaína de Durango fue salvajemente bombardeada y catorce presos republicanos de Vitoria –entre ellos el último alcalde democrático– fueron fusilados muy cerca de aquí. El próximo 31 de marzo se cumplirán 80 años, aunque parece que sin pena ni gloria (literalmente).  



Destrucción de la inscripción de la estela, en noviembre-diciembre de 2016. 
Desde la labor arqueológica sobre la Guerra Civil y el Franquismo, las medidas que tomamos en torno a esta cuestión han sido sencillas: primero, conocer la historia de esta estela; segundo, documentar su estado actual –incluso hicimos un modelo fotogramétrico en 3D a disposición del público, aquí–; y tercero, proponer un debate abierto y público sobre qué hacer con ella. Este último paso es el que ha quedado empañado a golpe de martillazo y rascado de destornillador. La inscripción de este monumento ahora parece una esquizofrénica declaración escrita con símbolos del Lejano Oriente. Creo que hemos perdido un recurso didáctico y polisémico de cara construir una memoria democrática y realmente antifranquista. Una de las evidencias más claras de la gran mentira de Franco.
En cualquier caso, esta acción subraya algo que venimos defendiendo mucho tiempo: tenemos el deber de una “Arqueología de la Guerra Civil de urgencia”. Con la implicación de múltiples agentes, debemos afrontar este pasado, estudiarlo de forma crítica y tomar decisiones sobre qué hacer con él. El resultado del debate puede ser el de realizar acciones de damnatio memoriae como la efectuada en Urbina, pero ¡ojo!... tras un debate. Estos elementos son bien común público y por eso la multivocalidad que reclamamos no debe quedar en manos de quien motu proprio blande el martillo y se cree representante de toda voz colectiva. 80 años después… la estela (y sus posibles significados) se difumina(n).

Agradecimientos
El estudio de la estela de Urbina no habría sido tan multidisciplinar y rico sin la ayuda de gente como Laia Gallego, Xabier Herrero, Ane Urrutxua y Xabi Mtz. de Guereñu.

Post by Josu Santamarina Otaola.

1 comentario:

Alfonso dijo...

No respetar la memoria de los muertos es, cuando menos, de cobardes y sectarios, sean del signo que sean. Nada democrático, odio stalinista, en este caso, que ciega y que algún día traerá desgracia.