Cuando pensamos en la Primera Guerra Mundial, las imágenes que nos vienen a la mente se corresponden siempre con las trincheras embarradas del Frente Occidental. Pero la guerra se desarrolló en otros campos de batalla, algunos en territorios tan remotos (respecto a Europa) como Tanzania o Samoa. Un frente que ha calado poco en la imaginación popular es el de los Alpes, pese a la tremenda carnicería que se desató allí entre austro-húngaros e italianos de 1915 a 1918. Sólo por parte italiana murieron 650.000 personas y cerca de un millón resultaron heridas.
Las iniciativas de recuperar el patrimonio bélico en el norte de Italia son todavía tímidas, en comparación con el despliegue que se viene adviertiendo desde hace años en países como Francia o Bélgica. Sin embargo, algunas de las iniciativas revisten un gran interés. Una de las musealizaciones más populares y efectivas es la del Forte Belvedere o Werk Gschwent. Se trata de una fortaleza austríaca construida en 1908 en las montañas del Trentino (actualmente en Italia, pero entonces parte del Imperio Austrohúngaro) con el objetivo de defender la frontera meridional de Austria ante un hipotético ataque italiano. El fuerte estaba compuesto por una serie de galerías subterráneas y puestos de artillería.
Forte Belvedere es el único ejemplar de su tipo que se ha conservado. El resto de los fuertes austríacos perecieron durante la posguerra debido al saqueo del hierro empleado en su construcción -un fenómeno bien conocido en España y que afectó a muchas fortificaciones de la Guerra Civil.
La musealización del fuerte es original y novedosa. Emplea recursos audiovisuales modernos y propone una exhibición de elementos de la época poco convencional: en las vitrinas encontramos, por ejemplo, muchos objetos herrumbrosos y rotos (algunos recuperados en las trincheras que abundan en esta zona), lo que le da a la exposición un aire muy arqueológico.
Sin embargo, quizá lo más interesante de la musealización es cómo ha preservado perfectamente el espíritu del sitio: la humedad, la oscuridad, el frío constante, la sensación claustrofóbica. Uno sale del fuerte con una cierta sensación de angustia. Frente a otro tipo de intervenciones patrimoniales que arreglan, reconstruyen e interpretan en exceso los vestigios bélicos -hasta casi convertirlos en parques temáticos, aquí se ha logrado conservar la materialidad cruda de la guerra. Un buen ejemplo a seguir para nuestras propias fortificaciones.
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