En estos momentos estamos
empezando un nuevo proyecto financiado por la Agencia Nacional de Investigación
e Innovación (ANII) del gobierno de Uruguay, dentro del Grupo de Investigación en Antropología Forense (GIAF) de la Universidad de la
República, para comparar "la arqueología de la represión y la
resistencia" a ambos lados del charco. Pretendemos comparar los proyectos
españoles de arqueología de la guerra civil y el franquismo con los de terrorismo
de Estado realizados en Uruguay, Argentina y Chile. Queremos estudiar desde un
punto de vista historiográfico cómo y por qué se configuran estos proyectos, cómo
se engarzan con las demandas sociales de reparación y de justicia (familiares,
asociaciones de memoria histórica...), cómo se configuran las luchas por la
memoria a partir de la intervención en estos espacios o, si por el contrario,
los lugares de memoria no tienen que ver con estos particulares
"yacimientos arqueológicos".
Pese a las coyunturas históricas
particulares de cada contexto, y pese al salto cronológico entre algunos de los
contextos intervenidos, existen numerosos elementos que permiten la
comparativa. En la novela Andamios de
Mario Benedetti leemos un diálogo entre dos represaliados de la dictadura
uruguaya que se reencuentran. El que regresa de España después de diez años de
exilio y su viejo amigo que, por haberse quedado, ha sufrido diez años de
cárcel y torturas. El desexiliado le
dice a su camarada de luchas:
No sé si es bueno que no hablemos del pasado entre nosotros, porque, de
lo contrario, ¿con quién vamos a hablar? Tengo la impresión de que para los
chicos de ahora somos cliptodontes, seres antediluvianos. En España, por
ejemplo, ya casi no se habla del franquismo. Ni a favor (salvo uno que otro
taxista) ni en contra. La derecha no habla a favor, porque ha aprendido de
apuro un dialecto más o menos democrático y, en un momento que tiene la
obsesión de ser centro y de privatizarlo todo, hasta Jesucristo, no quiere que
le recuerden su querido apocalipsis. En cuanto a la izquierda, cierta parte no
habla en contra para que no la tilden de rencorosa o vengativa, pero otra
porción se calla porque también se ha encandilado con el centro. Hay tantos
marxistas que reniegan de Marx como cristianos que abominan de Cristo. John
Updike cuenta en su autobiografía que a su abuelo, todo un erudito, la familia
le tomaba el pelo diciendo que "sabía estar callado en doce idiomas".
Pues bien, ahora ha proliferado otro tipo de silenciosos, que saben estar
callados en tres o cuatro ideologías.
Reivindicamos para los arqueólogos ese papel
antediluviano de romper el silencio mediante un trabajo científico que
desenmascare las trazas materiales de estas formas extremas de violencia que
han caracterizado al s. XX. Creemos que no hay mejor modo de poner de nuevo
estos hechos en boca de todos que rescatando las pruebas materiales de la
represión y convirtiendo estos lugares en anclajes para la memoria. Por ello,
una de nuestras principales labores será la marcación y contramarcación de
estos espacios. Y cuando hablamos de materialidad nos referimos tanto al propio
resto físico del detenido - desaparecido como a los lugares de represión y
resistencia.
Plano del túnel de los anarquistas de la fuga del penal de Punta Carretas (Montevideo), a partir de López Mazz, J.M. (2006) "Una mirada arqueológica a la represión política en Uruguay (1971-1985)", en P. P. A. Funari & A. Zarankin (Eds.), Arqueología de la Represión y la resistencia en América Latina 1960-1980, Encuentro Grupo Editor, Córdoba: 147-158.
Precisamente el penal de Punta
Carretas, en Montevideo, es uno de estos espacios represivos que arranca de
mucho antes de la dictadura. Pero para muchos habitantes de la ciudad es
también un sitio de resistencia, ya que ha sido protagonista de alguna de las
fugas más sonadas de la historia penitenciaria uruguaya, como bien tiene estudiado
el profesor José López Mazz. Una primera fuga de anarquistas en 1931 puso de
relieve la importancia del conocimiento de la red de cloacas como mecanismo de
resistencia, ya que el túnel trazado para la fuga fue a conectar con la red de
saneamiento. La segunda gran fuga se desarrolló 40 años después, y
protagonizada por guerrilleros tupamaros fue tan masiva (111 presos) que ha
pasado a la historia como "el abuso". Sin lugar a dudas el penal de
Punta Carretas es uno de esos puntos o lugares significativos de Montevideo a
partir del cual la resistencia a la dictadura se territorializa. Pero, al igual
que en el caso español, se trata de memorias subalternas que no tienen ningún
correlato, ningún marcaje, en el espacio arquitectónico actual. Una visita hoy
día al penal de Punta Carretas nos mostrará un desmesurado centro comercial (o
shopping como le dicen por aquí) sin ninguna referencia a la historia reciente
de este lugar.
A veces los silencios en tres o cuatro ideologías
tiene ropajes de arquitectura neoclásica.