lunes, 21 de julio de 2014

El Fuerte de San Cristóbal: arqueología de la represión franquista


F. Etxeberria, K. Pla (dirs.), E. Querejeta (ed.) 2014. El Fuerte de San Cristóbal en la memoria: de prisión a sanatorio penitenciario. Arre: Pamiela/Aranzadi/Txinparta. 429 pp.

El Fuerte de San Cristóbal ocupa un lugar de primer orden en la represión del primer franquismo. En esta fortaleza, situada a las afueras de Pamplona, se internó a miles de republicanos a partir del golpe de julio de 1936. Por lo que San Cristóbal es conocido sobre todo es por la fuga masiva que tuvo lugar el 22 de mayo de 1938. Casi ochocientos prisioneros lograron escapar, aunque por poco tiempo. Solo tres llegaron a Francia. 221 fueron asesinados durante la huida y 15 condenados a muerte y ejecutados. Sin embargo, el fuerte debería ser conocido también por otros motivos igualmente siniestros: como prisión-sanatorio fue un lugar de muerte para más de trescientas personas que fallecieron en sus calabozos víctimas de la tuberculosis y otras enfermedades. 

Entre 2007 y 2013, un equipo de la Sociedad Aranzadi dirigido por Francisco Etxeberria exhumó los restos de 45 reclusos fallecidos entre 1942 y 1945. Los resultados salen hoy a la luz en forma de un libro imprescindible para cualquiera que esté interesado en la represión franquista, la antropología física y la arqueología del pasado contemporáneo. Desde este último punto de vista son particularmente relevantes los capítulos dedicados al estudio de las botellas de vidrio y los graffiti carcelarios. Respecto a las primeras, los muertos de San Cristóbal iban acompañados de una botella con un papel en el que se recogían sus datos personales (solo unos pocos documentos se han conservado). El estudio no solo se preocupa del contenido, sino del continente: los frascos en sí, que se analizan en detalle. En cuanto al corpus de graffiti estudiado, es verdaderamente excepcional por su variedad y la calidad de algunos testimonios (que incluye un poema en latín de Ovidio). Se trata de un testimonio de enorme valor histórico y humano. 

Estamos por tanto ante un hito de la arqueología contemporánea en España, un modelo para futuros trabajos arqueológicos y antropológicos sobre la represión franquista. A través del estudio detallado de los huesos, los objetos, los graffiti y los documentos de archivo, los autores de esta obra han logrado cerrar heridas, reivindicar vidas injustamente olvidadas e incorporar a nuestra historia hechos silenciados durante demasiado tiempo.

miércoles, 16 de julio de 2014

Ahora sí, guerra en la universidad


Soy ciudadano español, nacido en 1976. Doctor en Historia. A lo largo de mi trayectoria académica nunca he recibido ninguna clase sobre la guerra civil española. Ni en el colegio (década de 1980), ni en el Instituto (1990-1994), ni en la Universidad (1994-1998). La excusa, siempre y en todo lugar, era la de siempre: que no había tiempo suficiente para dar todo el programa de la asignatura de turno, y como la guerra quedaba hacia el final... Este hecho, dramático, explica por sí solo la precaria situación de la llamada recuperación de la memoria histórica en el Estado español. 
Creo que en Alemania el nazismo se explica a los niños casi en la guardería.


Yo formo parte de una generación de arqueólogos y arqueólogas (a punto de ser cuarentones) que nos hemos interesado por la materialidad de la guerra civil por empatía emocional, por curiosidad, por convicción política o por casualidad, porque en nuestros trabajos de campo aparecían cosas de estas. A partir de aquí nos convertimos en voluntarios de la memoria y hemos intentando integrar la profesión arqueológica en estos menesteres. El trabajo desarrollado en los últimos años comienza a dar sus frutos y el panorama comienza a cambiar. Nuevas generaciones de estudiantes universitarios son los protagonistas del proceso de normalización de la Arqueología de la Guerra Civil Española. El mejor ejemplo de ello es el acto académico que tuvo lugar hoy en la Facultad de Letras de la UPV/EHU en Vitoria-Gasteiz. El alumno Xabier Herrero se ha graduado con Sobresaliente defendiendo el trabajo titulado: Arqueología del Pasado Contemporáneo. Análisis comparativo del Patrimonio de la Guerra Civil Española. Su director ha sido mi compañero Sergio Escribano. Como han señalado los  miembros del tribunal, es destacable que un alumno culmine su trayectoria formativa abordando temáticas hasta ahora ubicadas en los márgenes de la educación formal, y que además lo haga con espíritu crítico, que es lo que se espera de un universitario. ¡Enhorabuena Xabier! Nos vemos en Belchite.


jueves, 10 de julio de 2014

El comienzo de la victoria aliada


Aquí se comenzó a ganar la Segunda Guerra Mundial: la frontera sudanesa desde el fuerte italiano de Maremuha.

Cuando pensamos en las ofensivas que acabaron dando la victoria a los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, automáticamente nos vienen a la mente nombres legendarios: El Alamein y Stalingrado a finales de 1942; más tarde Sicilia, Kursk, Normandía y así hasta Berlín.

Pero la victoria aliada comenzó a fraguarse mucho antes, de forma más modesta y en un sitio bastante menos legendario: Gallabat. La mayor parte de la humanidad desconoce la existencia de este pueblo (y con razón). Si uno es un forofo del frente norteafricano en la Segunda Guerra Mundial es posible que tenga idea de que en esta localidad fronteriza entre Sudán y Etiopía los británicos se vieron obligados a retirarse ante una ofensiva italiana en julio de 1940.

Mussolini acababa de meter a Italia en la guerra y comenzó a aliviar su fervor guerrero con la invasión de los territorios del imperio británico en el Cuerno de África.

Sin embargo, en el villorrio de Gallabat pasó algo más importante que este revés, al menos desde un punto de vista simbólico. Una ofensiva inglesa lanzada en noviembre de 1940 recapturó el lugar y puso en serio peligro un amplio sector del frente. Tanto es así, que los italianos acabarían abandonando todas sus posiciones en la frontera -sin presentar combate- a inicios del año siguiente.

No fue una batalla muy gloriosa ni de proporciones colosales. Involucró a unos pocos miles de soldados, unos cuantos cañones, una docena de tanques y varios bombarderos Wellesley. Las bajas en ambos bandos se contaron por centenas, no por miles. Pero fue un triunfo militar británico. Y un triunfo en 1940, el año que cayó Europa en poder de los nazis y en el que el Reino Unido luchaba desesperadamente por sobrevivir, no era ninguna tontería. En cierta manera, fue el comienzo del largo, larguísimo camino hacia la victoria final.

En noviembre de 2013 tuvimos la oportunidad de excavar las trazas de la esta primera victoria aliada de la guerra. Como la misma batalla, los restos son humildes: un puesto de control junto al río Atbara, fortines en los cerros que rodean Metema (la Gallabat etíope), más fuertes y campamentos en sitios remotos y aislados. Los hallazgos son botellas de cerveza y vino de los italianos, baterías de las radios de campaña, trozos de loza, alambre de espino, cargadores y casquillos del viejo fusil Mannlicher de 1890 que llevaban las tropas coloniales...


Materiales relacionados con la ofensiva británica: munición de Mannlicher, mortero inglés, hebillas, pinzas de batería, moneda italiana.


El sitio más interesante es un monte volcánico al lado de Metema, Mare Muha, situado a solo 2,5 km del fuerte inglés de Gallabat. Tiene una excelente visibilidad sobre todo el entorno, pero es también un blanco fácil.

Vista de la fortificación italiana (triángulo blanco) desde las posiciones capturadas por los británicos en noviembre de 1940.

El fuerte italiano se ubica en la parte más alta del cerro y está sembrado de metralla de los morteros británicos: es posible que los italianos aprendieran así que no es buena idea levantar un fuerte en la cumbre de un monte. No si tu enemigo tiene artillería y bombarderos.


Plano del fuerte italiano de Maremuha con localización de hallazgos: se concentran en el oeste, que es por donde venían los ingleses.


Distribución de materiales en el interior de un refugio italiano.

Hablamos de británicos e italianos, pero esto es poco correcto. Los "británicos" eran, en su mayor parte, indios. Los "italianos", eritreos y libios. Su lucha ha quedado doblemente olvidada: por haber tenido lugar en un frente secundario y por ser sujetos coloniales.

Como sucede con la Guerra Civil, la arqueología nos cuenta la Segunda Guerra Mundial de otra manera: nos recuerda sitios que han quedado marginados en las grandes narrativas del conflicto y nos los muestra de la forma menos gloriosa (como son en realidad todas las guerras): un reguero de latas, vidrios y casquillos de rifles obsoletos en un lugar donde no se le había perdido nada a nadie.

martes, 8 de julio de 2014

Tercera campaña de excavación en el centro clandestino de detención La Tablada / Base Roberto

Acabamos de terminar la primera parte de la intervención arqueológica que hemos diseñado desde el GIAF para el centro clandestino de detención (CCD) La Tablada / Base Roberto. Los almanaques y periódicos que se encuentran en las diversas estancias de este edificio indican claramente que su último uso, como cárcel, fue en octubre del 2012. Ahora mismo están comenzando las obras que lo va a convertir de nuevo en un centro represivo, en este caso del Instituto del Niño y del Adolescente del Uruguay (INAU): un centro de alta seguridad para menores. Precisamente estas reinterpretaciones del edificio en clave represiva durante la democracia suponen los principales inconvenientes a la hora de poder interpretar la espacialidad, morfología y uso del edificio en 1977, cuando se instaló allí el CCD mencionado.

El edifico que observamos actualmente es obra de los arquitectos Eugenio P. Baroffio y Buenaventura Addiego, quienes en 1925 recibieron del estado la orden de reformar y ampliar el edificio previo, que data de 1868. De aquel se conserva la torre y fachada central. Siguiendo un estilo encuadrable en el eclecticismo historicista, de clara influencia neoclásica, se añadieron alas laterales a esta torre central de dos pisos así como todo un nuevo sector hacia el norte.

Fachada principal del edificio en donde se aprecia la diferencia entre el cuerpo original (1868), asociado a la fachada principal, y la ampliación de 1925. 

Todas estas ampliaciones guardan una clara simetría y se desarrollan sobre un eje principal sur-norte. En la planta baja del edificio original pasaron a albergarse las oficinas bancarias y de telégrafos. Las alas laterales fueron dotadas de galerías porticadas, y se destinaron a salón restaurante y cocinas -la occidental- y administración -la oriental-. Siguiendo el eje principal del edificio, llegamos a la gran sala de transacciones, epicentro del negocio ganadero, rodeada de pequeños despachos que fueron ocupados por los consignatarios, aquellos representantes de los ganaderos del interior que intentaban sacar el mejor precio de la venta del ganado ante los representantes de los frigoríficos, un trust en manos estadounidenses. El final de esta gran sala se corresponde con la fachada trasera del edificio, la septentrional, que nuevamente fue cerrada mediante una galería porticada. El piso superior era propiamente el hotel de La Tablada, en donde se alojaban los ganaderos y hacendados que se desplazaban desde el interior del país hasta Montevideo. Fuera del edificio, más allá de la valla que delimita el jardín que rodea el edificio, existe un gran conjunto de estructuras que tiene que ver directamente con el ganado: corrales, básculas, bañeras, etc. Todo este conjunto estuvo en uso hasta los años 50, cuando quedó abandonado.

Planta de la Tablada Nacional tras la remodelación de Baroffio y Addiego.

En plena dictadura, entre los años 1977 y 1983, se instaló el mencionado centro clandestino de detención, tal y como explicamos en otra entrada. Seguramente el hecho de que se encuentre en las afueras de Montevideo, pero en una zona escasamente poblada, que incluso hoy presenta grandes vacíos constructivos, y la versatilidad del edificio, cuya disposición arquitectónica fue fácilmente traducible en términos represivos, estuvieron detrás de la elección del lugar como CCD.

De este modo la parte principal del edificio fue reinterpretada como lugar de descanso y vida cotidiana de los militares, mientras que la parte trasera -la gran sala de transacciones y los escritorios de los consignatarios- fueron propiamente dicho el campo de concentración. En un primer momento los secuestrados permanecieron sentados en sillas, con las manos atadas y las capuchas puestas, en la sala de transacciones, dejando pasillos para la guardia, y los hombres separados de las mujeres. Por la noche las sillas plegables se recogían y cada uno dormía en ese mismo lugar tirado sobre el piso. Las salas laterales se destinaron para la recuperación de los torturados. Más adelante cambió el uso del espacio concentracionario, y los secuestrados pasaron a ocupar exclusivamente los escritorios de los consignatarios, perimetrales a la gran sala central. El piso superior tuvo un uso mixto, ya que funcionó tanto como salas de tortura especializadas como lugar de descanso para los militares de menor rango. También había oficinas donde, por ejemplo, los torturados eran obligados a firmar sus declaraciones. La mitad septentrional del edificio, o parte trasera, es la destinada a fines concentracionarios, mientras que la mitad meridional, la de la fachada principal, en donde están los principales salones, fue de uso exclusivamente militar. De hecho los secuestrados eran ingresados por la galería porticada trasera, en donde se les hacía un reconocimiento médico, y se les asignaba un número y un código de colores. Así la planta baja quedaba dividida claramente en dos sectores, funcionalmente bien delimitados.

Según podemos inferir de la evolución arquitectónica del edificio, así como de los testimonios de los informantes, en ese momento de uso como CCD la estructura del edificio prácticamente era la misma que cuando fue Tablada Nacional. Es decir, los militares, y en concreto el Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA) que operaba en la Base Roberto, reutilizaron el edificio sin apenas modificaciones. Es más, fue decorado con cuadros y muebles que habían sido robados de las casas de los secuestrados. Algunos de los detenidos recuerdan cierto aire señorial del edificio, como por ejemplo cortinones de terciopelo, que sin duda provenían del antiguo centro administrativo y hotel vinculado al negocio del ganado.

En 1985, con la vuelta de la democracia, fue traspasado del Ministerio de Defensa al de Transportes y Obras Públicas, quien comenzó a realizar unas obras de adaptación para convertirlo en un reformatorio para menores. En el año 1986 fue declarado Monumento Histórico Nacional. Esta declaración se hizo sobre la finca del padrón que ocupa la Tablada Nacional, pero no fue redactado ningún expediente de declaración, ni se realizó estudio histórico o planimétrico alguno. Fue inaugurado como reformatorio en 1988 y estuvo en uso durante los años 90. En torno al año 2002 se convirtió en cárcel. Duró hasta el año 2012, como indicábamos más arriba.

Todo apunta a que es durante fines de los años 80 y comienzos de los 90 con las remodelaciones para hacer el centro de menores, como durante todos los 90 cuando fue convertido en cárcel, cuando se hicieron las remodelaciones arquitectónicas más notables. A los grandes salones de la planta baja se les añadieron entrepisos de hormigón armado, destinados a las visitas de los familiares. Para ello se añadieron muros y escaleras de subida en el lugar donde originalmente estaban las rejas que marcaban la entrada a los dos grandes salones simétricos, que eran idénticas a las que aún se conservan en el pasillo central de acceso. La gran altura de estos salones queda así interrumpida en la mitad septentrional de los mismos por nuevos módulos de hormigón sustentados en pilares. Las cocinas también fueron radicalmente modificadas, cambiando por completo su distribución interna. El paso a la sala de transacciones también fue modificado, colocando una puerta en lugar de una reja corredera "como de cine" que cerraba un vano mayor, y que algunos de los presos políticos que pasaron por aquí recuerdan bien. Los escritorios de los consignatarios fueron convertido en celdas, cambiadas sus puertas y ventanas, y añadiendo nuevos vanos para la ventilación y el alumbrado. La galería posterior del edificio fue clausurada y sustituida por ventanas con barrotes. Las escaleras simétricas de mármol que conectan con el piso superior, aquellas que los presos políticos prácticamente ni pisaban cuando era llevados por los militares hacia la tortura, terminaban en una gran distribuidor que marcaba el paso hacia las habitaciones de hotel de las alas este y oeste. Ese distribuidor fue segmentado en nuevas habitaciones y las habitaciones del hotel convertidas también en celdas. 

En la parta superior una imagen tomada del periódico El País (1988) a propósito de la inauguración del centro para menores. Se aprecia la fachada trasera con la galería porticada y los arcos que comunican dicha galería con la sala de transacciones. Abajo el estado actual de la fachada trasera con la galería clausurada y sustituida por ventanas con barrotes. 

La primera campaña de excavación fue realizada en zonas exteriores al edificio, durante el año 2007, cuando todavía estaba en uso como cárcel. Se valoraron los testimonios tanto directos como indirectos, se realizó un estudio de la evolución del paisaje mediante el análisis y comparación de fotografías aéreas de los años 70 y 80, y se decidió intervenir en diferentes zonas: pozos, aljibes, bosquecillos de pinos, balanza de ganado y bañeras de ganado. No se pudieron documentar restos humanos en ninguno de los sectores intervenidos.

Sectores intervenidos arqueológicamente en la campaña de 2007.

La segunda campaña fue en el año 2013, ya con el edificio abandonado. Esta vez se decidió intervenir en el centro de la gran sala de transacciones, levantando un gran parcheado de cemento con la "forma del mapa de Uruguay", que tampoco dio ningún resultado en cuanto a restos humanos, pero sí en cuanto a la cimentación y obra del edificio de 1925, así como a la cimentación de la sala de transacciones previa, la de fines del s. XIX. Hoy sabemos que seguíamos una pista falsa y que ese parcheado fue realizado tras un motín en la cárcel en el que se quemaron muebles y las baldosas originales estallaron. En esta última campaña de excavación que está ahora mismo en proceso también estamos sondeando en la sala de transacciones, valorando el potencial de dos tapaderas que había en el suelo hasta los años 80 y que en los 90 fueron selladas. Asimismo queremos localizar las bodegas subterráneas que estaban instaladas bajo la cocina, y que también fueron colmatadas y selladas durante los años 80. Las importantes remodelaciones de este último sector están dificultando esta tarea. En breve esperamos poder contaros los resultados.

A la izquierda sala de transacciones en 1925 y a la derecha en la actualidad, con los dos sondeos practicados.