Imagen área de 1946 con la localización de la estela de Urbina.
Debemos hacer un viaje al 31 de marzo de 1937, primer día de la Ofensiva sobre Vizcaya, dirigida por el general Mola. Tras diversos fracasos por parte del bando franquista en Madrid, se tomó la decisión de liquidar el aislado y precario Frente Norte republicano. El punto de partida de acciones tan conocidas como el bombardeo de Durango (31 mar. 1937), el bombardeo de Gernika (26 abr. 1937), la caída de Bilbao (19 jun. 1937) o el Pacto de Santoña (24 ago. 1937) fue la ruptura del frente precisamente aquí, en este montañoso rincón del norte de Álava.
Vista del emplaste de mortero del basamento de una cruz que coronaba la estela,
antes de que fuese derribada en un accidente de tráfico.
Ese día, la plana mayor del ejército sublevado en el
Norte, con Mola a la cabeza, y varios asesores alemanes, observaron desde
Urbina la primera operación combinada de
“guerra aire-tierra” en la historia militar (Jiménez de Aberasturi 2003:
178). La Legión Cóndor, por primera vez, quería poner a prueba esta táctica que
luego sería tan crucial en la Segunda Guerra Mundial.
Más de cien piezas de artillería bombardearon las
posiciones republicanas de los montes Albertia y Jarindo. En todo momento,
recibieron el apoyo de la Legión Cóndor y la Aviazione Legionaria que operaban
desde el cercano aeródromo de Salburua, en Vitoria-Gasteiz. Las Brigadas Navarras
reptaban por las desnudas y empinadas laderas de los montes. “Para facilitar el
avance había soldados con flechas blancas pintadas en la espalda que, cuando
localizaban un punto fuerte, se tumbaban en el suelo señalándoselo a los
aviones” (Huidobro 2005: 113). Ante semejante demostración de guerra (sobre)moderna y despliegue de “logística de la
destrucción”, las posiciones del Euzko Gudarostea tuvieron que ser
abandonadas rápidamente. El frente ya se había roto. La “guerra relámpago” se
acababa de revelar como una forma nunca antes vista de conquista y destrucción.
Bombarderos Junkers Ju 52 en formación [Fuente:ejercitodelaire.com]
Pero, esta demostración de tecnología y precisión, tuvo
su contrapartida. Y es que, tres cabos (gefreiter)
del Cuerpo Antiaéreo Motorizado F/88 de la Legión Cóndor que manejaban un cañón
en Urbina, sufrieron un “accidente”. Las causas exactas son desconocidas por el
momento, pero apuntamos a dos hipótesis principales. Por un lado, una explosión
producida por la propia pieza, debido a algún defecto de manejo o de
fábrica. O por otro lado, el fuego “amigo”: sabemos que unos Junkers Ju 52
bombardearon el puesto de mando de la IV Brigada de Navarra, “sufriendo heridas
su jefe de Estado Mayor e incluso el general Sperrle que presenciaba la acción
desde un observatorio en sus proximidades estuvo en peligro de ser alcanzado”
(Arias 2003: 161). La Guerra Relámpago,
en su primer día de vida (y muerte) parece que resultó ser peligrosa incluso
para quienes la ponían en práctica. Poco a poco, a lo largo de esta “guerra-experimento”,
los técnicos alemanes irían perfeccionando sus sistemas de aniquilación.
Cañón alemán defectuoso. [Fuente: foro.elgrancapitan.org]
En esta Arqueología de la Sobremodernidad (sensu González
Ruibal), ponemos especial énfasis en el poder destructivo de los sistemas totalitarios
como la Alemania nazi. Pero resulta que de ese ejercicio destructivo surgieron
construcciones que persisten hoy en día. La de Urbina no es la única estela
funeraria de la Legión Cóndor en el País Vasco. Por lo menos, hay otras tres:
en Zarimutz (Eskoriatza, Gipuzkoa), en Larrabetzu (Bizkaia) y en Galdakao
(Bizkaia). Se trata de elementos patrimoniales que han caído en el olvido. Un
olvido en parte promovido por la propia política de memoria del franquismo:
durante casi cuarenta años, la versión oficial negó la participación alemana en
la Guerra Civil. Por lo tanto, estos
vestigios materiales que muestran la presencia de la Legión Cóndor son pruebas empíricas
de una de las grandes mentiras del Régimen de Franco.
Materialidades y discursos.
Nuestra labor, desde la Arqueología, es la de documentar,
catalogar y caracterizar esta materialidad para contribuir así a la socialización de un debate abierto sobre el
espacio público, las políticas en torno a pasado y presente, la educación para
la convivencia, etc. Y todo esto empieza desde rincones como Urbina, una
aldea marcadamente de la izquierda abertzale,
que está presidida por una estela estratificada por el conflicto: sobre los
nombres de los artilleros, vemos esvásticas, cruces celtas, “arribas a España”,
tachones de spray rojo… Todo un ejemplo de materialidad y conflicto.
Para acabar, os dejamos un enlace a una representación 3D
de este monumento, realizado por alumnos y alumnas del Máster en Gestión del
Paisaje de la UPV/EHU.
Agradecimientos a Xabi Mtz. de Guereñu y Ane Urrutxua por su trabajo en equipo
y ejemplo de labor interdisciplinar en torno a este “patrimonio en conflicto”.
Post by Josu Santamarina Otaola.
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