lunes, 25 de abril de 2016

Memoria y espacio público (I): el pozo de los Poza


Algunos de los que editamos este blog hemos vivido gran parte de la infancia y de la adolescencia en la ciudad gallega de Pontevedra a lo largo de la década de 1980 y primera mitad de los 90. Por aquel entonces, lo que hoy llamamos memoria era reivindicado sobre todo por el nacionalismo gallego que conmemoraba el Día da Galiza mártir cada verano, recordando el asesinato de Alexandre Bóveda, uno de los líderes (católico para más INRI) del Partido Galeguista eliminado por los golpistas. Y poco más. El recuerdo vívido de la represión se mantenía en tertulias, en librerías, en conversaciones furtivas. Todo el mundo sabía lo que había pasado. El médico Lis Quibén, asesino en serie, dirigió la temida Guardia Cívica, artífice de atrocidades de todo pelaje. Pasada la postguerra, quien había hecho el trabajo sucio para aquellos que no se manchaban de sangre pero medraban dentro del Régimen, fue marginado socialmente en la ciudad. Se le recuerda siempre a Lis Quibén solo en una cafetería pontevedresa. La gente huía de él como de la peste. Toda esta historia oral quedaba camuflada bajo el paisaje presente del franquismo que formaba parte de nuestra cotidianidad. En el trayecto entre casa de mis padres y la Biblioteca Pública yo me daba de bruces con la Cruz de los Caídos en la Alameda, con la plazoleta de la División Azul y con viejos inmuebles en los que todavía se conservaba, pintado en rojo, el indicador: Refugio para ataques aéreos. El espacio público fue ocupado por los vencedores de la contienda, quienes se empeñaron en eliminar la cultura liberal, republicana y galleguista de Pontevedra. En unos casos se invisibilizó y en otros se canibalizó, como hizo el director del Museo de Pontevedra, el preboste franquista Filgueira Valverde, con la memoria del líder galleguista Castelao, fallecido en 1950 en el exilio en Argentina.
La memoria siempre vuelve. Como el Guadiana o el cementerio aquel de Poltergeist, los fantasmas del pasado, en ocasiones, emergen de la tierra. La Arqueología es la herramienta perfecta para visibilizar aquello que se quiso ocultar en su día. Y Pontevedra no iba a ser menos.

  [Fuente: Diario de Pontevedra]

Hace un par de semanas, todos los medios de comunicación de la ciudad se hacían eco de un curioso hallazgo. En una excavación urbana para instalar conducciones de agua, los obreros se dieron de bruces con un misterioso túnel subterráneo que cruzaba la calle Andrés Muruais de lado a lado. Esta galería fue mandada construir en su día por el médico republicano,  masón y librepensador Celestino Poza Cobas (1868-1954) para conectar su vivienda con su sanatorio, uno de los más avanzados de Galicia por aquel entonces. Héroe de la guerra de Filipinas, fundó el Centro Republicano de Pontevedra y se adhirió al radicalsocialismo. En febrero de 1936 salió elegido diputado por Pontevedra (Unión Republicana). Con el golpe de Estado su sanatorio fue saqueado. Los falangistas se hicieron con los equipos de radiología y al no saber usarlos dejaron que se perdiesen en un almacén. Se le incautaron todos los bienes y a él se le envió al campo de concentración de la isla de San Simón. en donde compartió prisión con su hijo Luis. Se dejó crecer la barba, jurando que no se la cortaría hasta ganar la guerra... Falleció en 1954 con una barba tan larga como la de Valle-Inclán.

Celestino Poza Cobas (1868-1954)

Su hijo Luis era un joven culto (aficcionado a la Arqueología y la Etnografía) que colaboraba con el Seminario de Estudos Galegos, como así consta en documentación que se guarda en el Museo de Pontevedra y que hemos podido consultar. Afiliado al Partido Galeguista desde 1935 fue el secretario particular de Alexandre Bóveda. Tras el control de la ciudad por los golpistas, Luis es detenido y sometido a consejo de guerra. Es ejecutado el 12 de noviembre de 1936 con otros nueve republicanos de la ciudad. Estos fusilamientos encajan con la estrategia represiva seguida por los golpistas en las ciudades de retaguardia, instigada por el criminal Mola. Fue todo un aviso a navegantes, ya que se liquidaba a maestros, médicos, libreros, impresores de todas las ideologías y clase social. Aquel día cayeron con él los médicos Amancio Caamaño y Telmo Bernárdez, los maestros Paulo Novás, Germán Adrio y Benigno Rey, el abogado José Adrio, el periodista Víctor Casas, el capitán Juan Rico y el librero Ramiro Paz.


El túnel de los Poza sirvió de refugio para rojos que huían de la represión en los años de la guerra y la inmediata postguerra. La noticia de su redescubrimiento nos dejó un dato importante. La primera vez que se exhumó fue, según un empleado municipal bien informado, a comienzos de los 80, pero se decidió tapar de nuevo y no darlo a conocer. Como en el caso de las exhumaciones de fosas, el golpe de estado de 1981, el miedo escénico y el pacto de silencio y olvido explican en parte esta segunda muerte del túnel que sirvió de refugio a demócratas republicanos. Por aquel entonces no existía una voluntad política para llevar a cabo políticas públicas de memoria. 
 
Inauguración del monumento del 12 de noviembre en Pontevedra  (2014).

En 1999 accedió a la alcadía de Pontevedra el médico nacionalista Miguel Anxo Fernández Lores quien en las elecciones municipales una y otra vez saca los colores al PP en la ciudad natal del presidente Rajoy. Las sucesivas corporaciones que ha dirigido han hecho hincapié en la dignificación del recuerdo de ese pasado republicano de la ciudad pontevedresa: estatuas en plazas, nombres de calles, placas conmemorativas, eliminación del callejero franquista e inauguración de monumentos. En 2014 el ayuntamiento inauguró un monumento a los ajusticiados en la saca del 12 noviembre de 1936; éste es el nombre de una de las nuevas avenidas de Pontevedra.


En el monolito del monumento se recogen los nombres de los ajusticiados por defender un gobierno legal. Entre ellos Ramiro Paz Carbajal (1861-1936), dueño de la imprenta La Libertad, de donde salía publicado el semanario socialista La Hora. Los sublevados no sabían que los Libros arden mal (sensu Manuel Rivas). Las hogueras de obras judeomasónicas y el saqueo de sanatorios, centros de investigación e imprentas (la de Ánxel Casal, alcalde de Compostela, también asesinado) fue un arma de destrucción masiva en manos de unos fascistas que detestaban todo aquello que oliese a librepensamiento, educación o progreso. Ochenta años después, la librería Paz sigue abierta en Pontevedra, especializada en cómic, literatura gallega y fantástica. Todo un monumento a la memoria colectiva.

P.S. El año pasado la Real Academia Galega honraba al alcalde franquista de Pontevedra Filgueira Valverde al dedicarle el Día das Letras Galegas.


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