miércoles, 6 de junio de 2018

¿Cuánto daño hace una bala?


Para volverse pacifista, no hay nada mejor que leer los artículos médicos donde se describen las heridas producidas por armas de guerra. La bibliografía científica en este sentido se incrementó a partir de la década de 1880, en relación al uso generalizado de nuevos cartuchos de fusil con balas de chaqueta metálica (full metal jacket) y alta velocidad inicial (muzzle velocity).

La guerra greco-turca de 1897 fue uno de los primeros conflictos en los que se utilizó munición moderna a gran escala (similar a la que todavía predomina hoy en los campos de batalla). Además, contó con numerosos médicos internacionales que dejaron testimonio del efecto de la nueva munición. 
Su relato difiere bastante de las imágenes edulcoradas que predominaron en la época, como esta:


A continuación copiamos un párrafo de uno de estos artículos, en el que se describe el daño causado por una bala de Máuser alemán. Una bala similar a las que se dispararon a millones durante la Guerra Civil Española.


Las heridas pélvicas son muy serias y suelen ser causa de piemia [infección generalizada con estafilococos y neumococos que invaden la sangre]. Vimos un caso muy severo. El paciente era un voluntario garibaldino, de 17 años. Estaba luchando contra la Brigada de Máuseres Turca y fue alcanzado en el hipogastrio izquierdo (...)”


[Cuando fue atendido por el médico] “los tejidos abdominales se estaban desprendiendo. La bala había perforado el intestino delgado, atravesado la vejiga y el recto (...) y salido a través de la nalga. Hubo peritonitis localizada. El intestino, enmarañado, se salió de la pelvis, que se convirtió en una cavidad llena de pus, plasta, orina, el contenido de intestinos y cuajada sin digerir. Todo lo cual teníamos que vaciarlo y vendarlo cada cuatro horas. 

Tuve que introducir la mano derecha en la pelvis a través de la abertura abdominal para sacar el hediondo contenido con la palma. Nunca he visto una situación tan espantosa y repugnante. El pobre hombre estaba completamente demacrado, pero se aferraba a la vida con una tenacidad increíble. Finalmente murió de agotamiento.*

Si la generación que fue a combatir voluntaria y alegremente a la Primera Guerra Mundial hubiera sido educada con la bibliografía médica de la época, en vez de con cuadros heroicos y relatos épicos de guerras remotas, seguramente habría habido menos voluntarios y menos alegría. Quizá incluso no habría habido Primera Guerra Mundial.
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*Davis, H. J. (1897). Gunshot Injuries in the Late Grecoturkish War, with Remarks upon Modern Projectiles. British Medical Journal, 2(1929): 1789-1793.


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