Comienzo de la excavación en el Asilo de Santa Cristina, campaña de 2017. Foto de Álvaro Minguito.
No hace mucho. No muy lejos.
Con estas perturbadoras palabras se anuncia la exposición
sobre Auschwitz en Madrid. Ese podría ser el lema de la arqueología de la Guerra Civil
¿Por qué excavar los restos de una guerra que conocemos tan bien y de la que
hay tantos documentos? En realidad no hacen falta explicaciones muy laboriosas.
Llega con decir eso: que fue no hace mucho y no muy lejos. De hecho, en el
parque donde jugábamos de niños, en las calles por las que paseamos, en las
carreteras por las que viajamos. Es así literalmente: en el parque que hoy cubre las ruinas del asilo de Santa Cristina nos encontramos cánicas y juguetes infantiles en el nivel que sella los restos de la contienda. No hay ninguna superficie bella sin una profundidad terrible decía Nietzsche. Y ese podría ser también el lema para la arqueología de la Guerra Civil.
Restos de los años 80 sobre los niveles de la Guerra Civil en el Asilo de Santa Cristina.
A cinco minutos andando del intercambiador de Moncloa por el
que pasan cientos de miles de personas todos los días, a cinco minutos, están
sepultados los vestigios de una guerra implacable. A un palmo escaso de la superficie
hay casquillos y balas, granadas y proyectiles de mortero, insignias de la
Falange y esvásticas. Un palmo de tierra es lo que nos separa del pasado. Pero
un palmo es también la distancia que hay entre la dictadura y la democracia,
entre la guerra y la paz. Al excavar ese palmo de tierra uno se da cuenta de
qué frágil es el orden del mundo en el que vivimos. Qué fácil es retirar esa delgada capa de tierra.
Decía el dramaturgo Juanma Romero, en un acto reciente, que los
arqueólogos al excavar no removemos el pasado, sembramos el futuro. Es una
frase hermosa y quiero pensar que cierta. No removemos el pasado, es verdad, al menos no
en el sentido en que lo afirman nuestros detractores, pero sí removemos la tierra. Y
esta es una diferencia importante. Las plantas crecen más sanas
cuando se abre el suelo y lo que está enterrado se mezcla con lo que está en la
superficie. Cuando se airea la tierra. La democracia, como las plantas, crece
con más fuerza cuando le da la luz a lo que está sepultado. La arqueología oxigena.
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