Cada vez que sale a la luz una colección de fotografías de la Guerra Civil no puedo evitar preguntarme ¿me habré quedado sin trabajo? ¿Nos permitirán las imágenes adentrarnos en todos esos aspectos cotidianos que documentamos los arqueólogos?
Repaso la extraordinaria colección de fotografías de la guerra que ha hecho públicas la Biblioteca Nacional y me encuentro el material de siempre. Es decir, no exactamente el de siempre, porque la mayor parte de las imágenes son inéditas, pero los temas, la estética, el encuadre son los que se podrían esperar. La información que proporcionan es, por supuesto, valiolísima, pero no invalidan la labor arqueológica. Hay mucho que se queda fuera de cuadro.
El concepto "fuera de cuadro" es un término que se emplea en la fotografía y el cine para referirse a aquello que en una imagen queda fuera del campo visual que cubre la lente de la cámara. La lente de la cámara no deja de ser la extensión del ojo de una persona y las personas son seres sociales y culturales, que ven la realidad de una determinada manera. También son seres políticos, y más en una guerra. La propaganda insistirá en las alta moral de las tropas propias y las barbaridades del enemigo.
Los parámetros de la sociedad en que vivimos también condicionan la mirada de los arqueólogos (por eso hacemos arqueología de la Guerra Civil, para empezar). Sin embargo, nuestra elección del cuadro se limita exclusivamente a eso: a delimitar un espacio para excavar en el terreno. Lo que nos encontremos allá no dependerá de nosotros. Al contrario que el fotógrafo o el cineasta no discriminamos lo que debe ser objeto o no de atención. Todo lo es: desde los granos de arena a un cadáver.
La imagen que ilustra esta entrada ejemplifica bien lo que quiero decir. Es una fotografía estupenda y en buena medida única, porque representa una actividad -la trastienda, por así decir, de una batería artillera- que no suele ser objeto habitual de la mirada periodística o de la propaganda. El fotógrafo, como cabría esperar, se ha centrado en lo importante, que es la acumulación de enormes vainas y los soldados sentados sobre una báscula. Es una imagen que nos habla de las dimensiones sobrehumanas de la guerra industrial: la escala de las armas empleadas, la proliferación inaudita de materiales de guerra. Podría representar una escena de fábrica, de hecho.
Pero en la foto hay algo más, que en cierta manera contradice esa visión de la guerra supermoderna: es el abrigo hecho con chapa ondulada y lona que se ve al fondo. Una especie de cabaña primitiva que choca en este contexto, aunque encaje perfectamente. La cabaña nos dice algo también sobre el conflicto. Nos recuerda que toda guerra contemporánea es una mezcla de tecnología supermoderna y arcaísmo.
Esto es lo Roland Barthes llamó el punctum de una fotografía. Algo que es secundario al tema de la imagen y que sin embargo revela una verdad profunda. El punctum puede ser más poderoso que lo que Barthes llamó el studium, la parte consciente y selectiva de la imagen.
La arqueología difícilmente podrá dar con un contexto como el de la fotografía que comentamos. Al menos en el caso de la Guerra Civil, es difícil que nos vayamos a encontrar un espacio con docenas de vainas de artillería in situ, por las labores de reciclado de posguerra (y de coleccionismo más recientes). Pero la arqueología sí puede hacer algo que el fotógrafo no quiso hacer: observar en el interior de la cabaña.
Excavación de un grupo de chabolas republicanas en Mediana (Zaragoza).
Eso es lo que llevamos años haciendo: estudiamos aquello que queda sistemáticamente fuera de cuadro, que es como decir fuera de la memoria y de la imaginación.
Excavamos el punctum de la Guerra Civil.
2 comentarios:
Estupenda entrada.
Después de la fascinación por los búnkers, puede que estén cobrando interés estas formas frágiles de habitar un conflicto. Y es que son estas 'cabañas primitivas', que de tanto en tanto nos vemos empujados a levantar, las que renuevan una y otra vez lo mítico que tiene la acción de habitar/construir. Más cercanas al cuerpo, más adaptadas a la topografía y los recursos, más amateurs, pero más conectadas con la acción gestual de los cuerpos que les dan forma.
Vuestros levantamientos gráficos, con la organización de fragmentos que encontráis, son como la otra mitad de la imagen. Ya no hay cabaña, fungible, hay por un lado aliento vital en la imagen, y por otro la explosión de señales que deja el vivir directamente sobre la tierra. Y estos dos planos de la cosa, una vez desaparecida, están como vivos. Son lo vivo que hay en ella, y el punctum sería lo que logra atravesar el tiempo, estaría en la acción de mirar la imagen o en la de poner el cuerpo a excavar...
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