Con el desbroce del perímetro de los barracones han salido a la luz otras evidencias del mismo. Junto a las ventanas de lo que identificamos como las letrinas de los presos, la cocina y la enfermería, han aparecido las improntas de las cañerías de entrada del agua en el penal. Tanto en estos casos como en el del baño de los guardias no quedan restos de las tuberías, únicamente su negativo sobre el cemento. No es difícil imaginar que tras el cierre del penal en 1952 la gente del pueblo aprovechó cualquier cosa de valor que hubiese quedado allí.
Junto a los jalones, las marcas de las cañerías en el cemento
Sólo quedaba encontrar la fuente de donde sacaban el agua, y ahí estaba: el manantial se encuentra unos metros por encima del penal, entre los canchales de gneis. Hoy prácticamente seco y comido por la maleza, aún conserva en un lateral un pequeño murete semicircular que haría las veces de dique.
Esta fue otra de las múltiples obras que realizaron los presos en el complejo penal (además de construir el edificio de los barracones, los almacenes y cuadras, la fragua, el chalé del director del penal, las chabolas para sus familias, el tendido eléctrico… sin olvidar, por supuesto, la construcción del ferrocarril). Y es que no sólo de embalses vivía el franquismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario