jueves, 31 de diciembre de 2015

Rencor, venganza e incultura


La decisión de cambiar los nombres de calles madrileñas dedicadas a personajes destacados del franquismo y la rebelión militar de 1936 ha dado lugar a un sinfín de críticas en medios conservadores. Todos coinciden en denominar el acto de revanchista y rencoroso. Además, según estos críticos, es una prueba de ignorancia e incultura.

Cuando hablan de incultura se refieren a los errores en la descripción biográfica de algunos personajes que dejarán de ser homenajeados en las calles. Incultura es una palabra excesiva, aunque es cierto que hay errores, algunos graves y ya subsanados. Los errores, en este caso, son especialmente perjudiciales porque acaban siendo utilizados por parte de la ultraderecha para machacar una iniciativa loable. 

En un contexto distinto, esto es lo que ha pasado con una concejal de IU que definió a Pemán como "fascista, asesino y misógino". Los primeros dos términos son incorrectos históricamente o al menos muy poco precisos. Y lo peor es que son innecesarios, porque uno puede perfectamente colocar al individuo en su lugar con datos históricamente objetivos y contrastables: "vulgar poeta, dramaturgo mediocre y articulista ligero. Un autor menor que brilló en la peor época de la historia de España, el franquismo, dada su afección al régimen". Una afección que solo se puede calificar de servilismo abyecto, como han demostrado, entre otros, Antonio Cazorla. Como dice Jorge M. Reverte, a Pemán no hace falta buscarle acusaciones, basta con leer sus poemas. 

Criticar el pasado requiere rigor. 

Ahora, ese requerimiento no justifica la moción a la totalidad. Los personajes que acaban de perder sus calles en Madrid no merecen ser conmemorados en una democracia. Como mínimo, porque los valores que rigen nuestra vida política difieren radicalmente de los suyos. De la misma manera que no dedicamos calles a Atila, a Calígula o a Servio Sulpicio Galba, no se la debemos dedicar a los hermanos García Noblejas. Porque toda la historia debe ser recordada, pero no toda debe ser conmemorada. Este es un matiz que parece escapar a muchos. La conmemoración es históricamente contingente: conmemoramos aquello que creemos que debe ser alabado porque representa actitudes cívicas y valores morales que consideramos ejemplares. Por eso hay un monumento a Gandhi en Londres y una placa a José Martí en Madrid, pese a que ambos lucharon contra los imperios en cuyas capitales ahora se les honra. 

Entre todos los comentaristas, Alfonso Ussía merece un comentario, porque es particularmente representativo del pensamiento ultraconservador y sus paradojas. En su artículo de La Razón escribe:
Eliminar la calle del heroico Capitán Cortés, defensor del Santuario de la Virgen de la Cabeza, en la sierra de Andújar, es un insulto innecesario a la Guardia Civil. Eliminar la calle del General Millán-Astray, militar monárquico, fundador de la Legión, es un insulto a quienes van a cumplir el primer centenario del Tercio, que tan brillante papel lleva ejerciendo, durante décadas en sus misiones internacionales. La Guardia Civil y la Legión representan la ley, el orden y la lealtad institucional la primera, y el heroísmo, la abnegación y el deber el segundo.
Daré la razón a Ussía para poder desmontar su argumento: la Guardia Civil y la Legión representan efectivamente la ley, el orden y la lealtad institucional, el heroísmo, la abnegación y el deber. Si partimos de estas premisas, entonces más que nunca desearíamos eliminar del callejero al Capitán Cortés y a Millán-Astray, pues ambos rompieron con lo que se esperaba de los cuerpos a los que servían: defender la ley, el orden, las instituciones, etc. Porque el señor Cortés sería un gran héroe, pero incumplió la ley y se levantó contra un régimen constitucional y democrático. Y Millán-Astray en vez de defender al gobierno legalmente constituido puso sus tropas al servicio de la sublevación. La Guardia Civil y la Legión, de hecho, deberían ser las primeras en pedir que se deje de conmemorar a dos personajes que traicionaron claramente la misión que se les había encomendado. Derrocaron la ley, fomentaron el desorden, fueron desleales e incumplieron su deber. No hace falta ser de izquierdas para querer que estos personajes pierdan su lugar en el espacio público. 



Guardias civiles en Santa María de la Cabeza recordando la sublevación en 1950.

De la misma manera, no es necesario ser de derechas para opinar que una calle dedicada a Santiago Carrillo es muy desafortunada. Y en esto tiene razón Ussía. La investigación histórica ha dejado claro que Carrillo desempeñó un papel en uno de los peores crímenes contra la humanidad que tuvieron lugar en la guerra: las masacres de Paracuellos. Eliminemos pues, el paseo que este político tiene en Getafe. Ninguna víctima merece que se conmemore a sus verdugos.



Reinhumación de asesinados en las masacres de Paracuellos.

Sugiere Ussía que en vez de eliminar, añadamos. Que añadamos grandes personajes republicanos a los "grandes" personajes que ya se conmemoran desde la dictadura. El problema es que encontrar personajes conmemorables en el bando vencedor es difícil, porque sus valores, por definición, van contra los nuestros (recordemos algunos: libertad de conciencia y expresión, libertad de asociación, división de poderes, estado aconfesional, etc). Desde luego, ninguno de los que ahora pierden calle merecen estar ahí. Además, añadir a Azaña junto a Millán-Astray (vamos a darlo por "grande") significa que valen lo mismo. Y no es así. No bajo ningún parámetro democrático.



Si queremos conmemorar a alguien del bando sublevado, porque hasta entre los franquistas hubo gente decente, recordemos a personas como Sebastián Romero Radigales, Julio Palencia Tubau o Bernardo Rolland de Miota, diplomáticos del régimen que salvaron a miles de judíos del Holocausto. Porque sus acciones representan valores que todos compartimos o deberíamos compartir.

Los ultraconservadores no se dan cuenta de que eliminar las trazas de la dictadura supone un acto orientado a la cohesión, no a la venganza. Porque venganza sería sustituir la calle Millán Astray por la calle André Marty o Enrique Líster, cosa que no va a suceder. Cambiar el callejero es un acto que nos debería unir como sociedad porque refuerza lo que compartimos en democracia y destierra lo que atenta contra ella. 

Y si aún así los defensores de la memoria franquista insisten en llamarnos rencorosos, aceptemos esta etiqueta: el escritor Jean Améry nos daría la razón. Este superviviente del exterminio nazi demostró de forma contundente que el resentimiento de las víctimas es mucho más noble que el heroísmo de los verdugos. 

martes, 29 de diciembre de 2015

Mantenimiento de trinchera


Así NO era la vida cotidiana en las trincheras de la Guerra Civil.

Las trincheras son para pegar tiros y defenderse. Sin embargo, esto no es lo que los soldados hacían la mayor parte del tiempo. En realidad, en lo que los combatientes de ambos bandos invertían más esfuerzos era en tareas de mantenimiento.

Este no es un asunto menor. Un grupo de arqueólogas feministas viene llamando la atención desde hace años sobre la importancia de las tareas de mantenimiento: desde limpiar una casa a cocinar. Estas actividades han sido muy descuidadas tradicionalmente por parte de los arqueólogos, que estaban más preocupados en asuntos como la organización social, la guerra o las costumbres funerarias que en aspectos cotidianos que parecen a primera vista irrelevantes. En realidad, como demuestran estas arqueólogas, no lo son en absoluto. Sin actividades de mantenimiento no hay posibilidad de reproducción social.

Las arqueólogas feministas han señalado que el desinterés por estas labores cotidianas se debe a que, al contrario que otras actividades de tipo político o religioso más llamativas, se encuentran en manos de las mujeres y de grupos subalternos (como los esclavos o siervos en sociedades estatales). El caso de los contextos que nosotros excavamos es bastante peculiar, porque tareas habitualmente femeninas como la limpieza o la cocina corrían generalmente a cargo de hombres -especialmente en primera línea del frente. 


Herramientas de la posición franquista de El Castillo (Abánades, Guadalajara): sierra improvisada, alicates, lezna y cincel.


Pese a ello, también han quedado olvidadas por la historiografía. El énfasis se ha puesto en aspectos políticos y económicos de la guerra, el desarrollo de grandes operaciones militares y en los episodios de combate. Pero sobre el tiempo que los soldados no estaban pegando tiros y los políticos discutiendo se ha escrito bastante menos. De hecho, esta es una de las razones de que estudiar arqueológicamente la Guerra Civil sea pertinente.


Mazo para construir trincheras. Posición franquista de El Castillo (Abánades, Guadalajara.

Porque lo que nosotros detectamos en el registro arqueológico es, en buena medida, tareas de mantenimiento: desde el campo de batalla a los cuerpos de los combatientes.
Restos de una pala utilizada para construir y arreglar las trincheras republicanas de la Ciudad Universitaria (Madrid).

Algunas de las tareas si han pasado a la mitología de la guerra por la peligrosidad que implicaban: es el caso de los tendidos de cable telefónico o de alambre de espino, que podían resultar letales. La mayor parte del tiempo, sin embargo, los soldados rehacían las trincheras de tierra que se derrumbaban, reconstruían los parapetos de piedra que destrozaban los morteros y limpiaban los refugios. Algunas de las tareas tenían un papel importante no solo para el mantenimiento físico del campo de batalla, sino también el mantenimiento psicológico de los soldados. Realizar trabajos manuales era una forma de soportar la terrible monotonía de las trincheras. 


Sierra encontrada en las trincheras republicanas de la Ciudad Universitaria.

Si bien el arte de trinchera español no alcanzó las cotas del de la Primera Guerra Mundial, tenemos algunos ejemplos muy llamativos, como por ejemplo estas piezas de ajedrez realizadas con cartuchos de 7,92 mm:


El virtuosismo artesano no se reducía a los objetos muebles. Las tareas de mantenimiento fueron mucho más allá de las meras necesidades funcionales en la construcción de fortines y otros elementos defensivos en los frentes más estáticos. Buena muestra de ello son las espectaculares defensas de Fresnedillas de la Oliva (Madrid), donde el mantenimiento se convirtió en un arte.


viernes, 11 de diciembre de 2015

La verdad de las bombas



Inevitablemente, las bombas nos fascinan. Tanto es así que algunos las coleccionan, infringen la ley y ponen en riesgo su integridad física e incluso su vida. Cuando damos con ellas durante nuestras investigaciones arqueológicas, son siempre un hallazgo emocionante: todo el mundo acude a verlas con una mezcla de atracción y miedo. Lo que nos atrae es esa capacidad de destrucción enorme en un contenedor tan pequeño. También el hecho de que ese artefacto del pasado (a veces ya remoto) siga activo ahora en el presente y continúe siendo tan peligroso hoy como hace 80 años. Las granadas de artillería, además, son una figura icónica de la guerra contemporánea: no han cambiado mucho desde 1914. Por eso, todos sabemos lo que significan sin necesidad de mayor explicación. Esto es lo que los filósofos denominarían "anámnesis". Una forma inmediata de comprender la historia, de golpe.

¿Pero comprendemos realmente? No del todo. Existe un límite a nuestra imaginación. Nos cuesta visualizar el daño que causan las bombas y aún si lo visualizamos, no podemos sentir el dolor, ni oler la heridas. Por eso a veces conviene recordar el efecto del alto explosivo. Porque si no lo hacemos, corremos el riesgo de convertir la guerra en un juego inofensivo. 

Bombardeo del mercado de Sarajevo, 1994.

Lo queramos o no, la guerra la trivializan los recreadores, que reconstruyen batallas incruentas como si fueran un juego de rol; también los historiadores militares, al describir operaciones bélicas a modo de partida de ajedrez, y los arqueólogos, cuando encontramos estos artefactos con el aspecto ya de antigüedades arcaicas y los exponemos al público como tales. Quiénes han vivido bajo las bombas sí comprenden lo que significan. Se puede argumentar que es obsceno enseñar imágenes de cuerpos rotos. Pero personalmente considero que es más obsceno contar la guerra como si no mutilara y deformara a la gente, como si fuera apenas una especie de deporte de riesgo. 


Gueules cassées, caras rotas: víctimas de la artillería en la Primera Guerra Mundial.

El escritor Henri Barbusse, que vivió bajo el fuego artillero en la Gran Guerra, nos dejó una buena descripción de su efecto en las personas. El autor le pregunta a un compañero, Marchal, que acaba de volver de primera línea por el resto de los camaradas. La mayor parte han caído víctimas de las bombas:

"-Barbier ha muerto.
 -Nos lo han dicho ¡Barbier! 
 -Fue el sábado, a las once. Tenía la parte de abajo de la espalda arrancada por el obús, dijo Marchal, y como cortada por una cuchilla. Besse recibió un trozo de obús que le atravesó el vientre y el estómago. A Barthélemy y Baubez les alcanzaron en la cabeza y el cuello. Nos pasamos toda la noche corriendo al galope por la trinchera, de un lado a otro, para evitar las ráfagas. El pequeño Godefroy ¿lo conoces? La mitad del cuerpo arrancado: se vació de sangre en el sitio, era extraordinario toda la sangre que tenía; hizo un arroyo de al menos cincuenta metros en la trinchera. Gougnard tenía las piernas como carne picada por los fragmentos. Cuando lo recogimos no estaba muerto del todo".
(Henri Barbusse, Le Feu. Journal d'une Escouade. Paris, 1916.)

Los monumentos de la Primera Guerra Mundial se olvidaron de lo que fue verdaderamente el conflicto. En vez de sangre y visceras, presentaron figuras épicas y sentimientos sublimes de heroicidad y gloria. Irónicamente, la guerra reclamó realismo al arte al menos en un caso. En Trévières el monumento a los caídos erigido tras la Gran Guerra mostraba una típica figura femenina idealizada. Durante la batalla de Normandía, treinta años después del comienzo de la Primera Guerra Mundial, un proyectil impactó en la estatua y la convirtió en una gueule cassée. Ahora sí es un recordatorio de la violencia real de la guerra.


lunes, 7 de diciembre de 2015

La materialidad de la violencia


Dice Olivier Ranzac que para visualizar la violencia política del siglo XX llega con un trozo de alambre de espino. Y no le falta razón. Esta tecnología de mediados del siglo XIX ha quedado estrechamente vinculada a la brutalidad contemporánea: las alambradas se utilizaron primero para expropiar a los nativos norteamericanos de sus tierras, que fueron ocupadas por rancheros blancos; posteriormente se usaron para defender las trincheras de la Primera Guerra Mundial y en ellas quedaron colgados los cadávares de cientos de miles de combatientes; tras la Segundad Guerra Mundial el alambre ha quedado fijado en nuestra imaginación como metáfora material del Holocasuto. 

El alambre de espino de los campos de batalla, de concentración y de exterminio hace referencia a la violencia física moderna y en concreto a sus efectos más evidentes: la creación de distancias, barreras y zonas de control y exclusión. Sin embargo, la violencia moderna se caracteriza por otros dos elementos fundamentales: la proliferación de formas de violencia simbólica y la burocratización. 

La burocracia, entendida como un sistema eficiente y racional, es un elemento clave del estado moderno -como señaló en su día el sociólogo Max Weber. El problema es cuando la eficiencia y racionalidad burocráticas se ponen al servicio de la violencia extrema. Esto es lo que sucedió en la Alemania nazi: en opinión de Zygmunt Bauman, la burocracia fue un elemento clave en el éxito del genocidio perpetrado por los nazis, más que el antisemistmo (la burocracia alemana funcionaba perfectamente; el antisemitismo, en cambio, no: muchos alemanes no eran antisemitas o no hasta el extremo de albergar intenciones genocidas). A una escala diferente, la burocracia fue fundamental en muchas otras dictaduras. 

En el caso del franquismo, la materialidad de la violencia no la forman solo los paredones donde se fusilaba, el alambre de los campos de concentración o los muros de las prisiones. También son parte de la violencia los papeles de la dictadura: los que condenaban a alguien a 30 años de cárcel o lo dejaban en libertad vigilada. Papeles como el que ilustra esta entrada marcaron a la gente tanto como la estrella de David a los judíos del Reich. Los documentos de condena son metáforas de una violencia física real: la que lleva al reo al paredón y acaba con su vida. Los documentos de puesta en libertad son ejemplos de violencia simbólica, porque, sin necesidad de provocar un daño físico, agreden -y mucho, porque causan un daño moral duradero. De hecho, a través de la estigmatización que provocan y que se prolonga en el tiempo pueden ser más efectivos políticamente que las balas. 



En el documento de la fotografía se observa otro efecto de la violencia simbólica de la burocracia franquista. Se trata de lo que podríamos denominar "violencia historiográfica". Desde los inicios de la guerra, los sublevados se vieron en la necesidad de legitimar su postura. Para ello nada mejor que acusar a los otros del crimen que ellos habían perpetrado: rebelión militar. La persona a la que se refiere el documento fue condenada a treinta años de cárcel por rebelión militar (cumplió siete). Era un ferroviario sindicalista de UGT cuyo delito fue su afiliación política y haber permanecido fiel a la República. La fidelidad se convirtió en rebelión.

Es natural que debatamos sobre las raíces de la Guerra Civil Española, que no nos pongamos de acuerdo sobre todos los factores y actores que influyeron en su desencadenamiento, sobre las violencias de unos y de otros. Pero aceptar las tesis de la dictadura, de forma explícita o implícita, y acusar a los republicanos del origen de la guerra es perpetuar la violencia simbólica e historiográfica que iniciaron los sublevados en julio de 1936.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Operación Pathfinder (y III)


¿Cómo se desarrolló finalmente la operación Pathfinder Express I? Aquello fue todo un acontecimiento para las jerarquías del Ejército vencedor de la guerra civil española. En la tribuna de invitados los aliados estadounidenses compartían asiento con veteranos luchadores del ejército hitleriano como el capitán general y vicepresidente del Gobierno, Muñoz Grandes, el afamado jefe de la División Azul que lucia orgulloso su Cruz de Hierro, con dos cojones. Tampoco faltaron fieles lacayos de Franco, con experiencia en Marruecos y en la guerrra civil como Camilo Menéndez Tolosa (ministro de Defensa en aquel entonces), Maroto González o el aviador-historiador Salas Larrazabal, también curtido sobre los cielos de Moscú.
El Ejército de Franco lo flipaba en 1967. Por fin se arrimaba a la Premier Class de la milicia mundial. Para hacer un balance de las  maniobras vamos a tomar como guía una delirante carta firmada por los oficiales españoles  del Estado Mayor de Cassidy en la operación Pathfinder y que se publicó en la revista ilustrada de las Armas y Servicios del Ministerio del Ejército (Ejército, junio 1967, nº 329: 3-6). La misiva se contagia de los aparentes aires modernizadores que pululaban por la España different de las suecas y de Manuel Fraga, incluso rezuma un buenrollismo que rompe de lleno con el deje solemne, retórico e imperial tan característico del Ejército de la Victoria:

Mi General, en nuestra opinión, el Ejercicio Pathfinder ha sido un éxito que será muy difícil superar en el futuro. Y tenía que ser así, entre otras cosas por el alto valor militar y humano que poseen todas las fuerzas americanas que formaron parte de la Joint Task, que obligaron a las fuerzas españolas a 'echar el resto', como aquí se dice, para no quedar mal. [...] La llegada exacta cada veinte minutos de los C-130 del General McLaughin a la base de Morón fue verdaderamente impresionante. [...] La fase de espera preparando la ejecución queda definida por la frase sacramental repetida en todos los 'briefings' por su J-4 que tan bien suena al Mando: En el aspecto logístico: 'no problems'.

Ya sabíamos que Franco no había estudiado en West Point. Aún así vemos como se echa por la borda el lastre nazifascista y se abraza la causa estadounidense, dando cera y asimilando inluso terminología del inglispitinglis. A pesar de estos esfuerzos casposos, la verdadera naturaleza del régimen asoma la cabeza a la mínima, como lo demuestra este arranque nacionalcatólico con una velada referencia a la Virgen del Pilar, símbolo de la verdadera España:

[...] Se pudo hacer el lanzamiento, en uno de los días más favorables que han existido en el extremado clima zaragozano. Bueno, en este punto dos sabemos que jugó usted con ventaja, pues hubo ciertas visitas por su parte a una Excelsa Abogada que no le podía abandonar. El espéctáculo en el aire de la totalidad de las fuerzas ya lanzadas, con dos Generales saltando en cabeza, no se olvidará nunca por parte de todos los que lo vieron en aquella maravillosa madrugada del 22. 

Pathfinder generó su propia cultura material: 
zippo sellando la amistad hispano-estadounidense.

El espectáculo hubiera sido ver al General Franco saltando en paracaídas... pero no. El dictador dejó a sus subalternos que se divirtiesen con los soldaditos de plomo y los aparatos de la superpotencia amiga. En la última parte de la carta, el tono de la misiva se acerca muy mucho al guión de La Vaquilla, con arranques carpetovetónicos y etnofolklóricos propios de Ocho apellidos vascos. Aquí van dos joyas castizas:

Los rostros de todos, un poco cansados pero alegres, hablaban bien claramente del éxito de la operación, en la que no hubo el menor incidente, antes bien, parece que el concepto de la paella  y de las judías con chorizo deben ser tenidos en cuenta por el Mando americano para la confección de las raciones C [...] La Prensa creemos que lo vio todo bien, y ya conoce usted la impotancia que han dado al asunto, usted sabe lo listos que son, y desde el primer momento captaron que el Ejercicio iba a ser muy interesante. Ya vió como preguntaban por todo y en cambio nosotros vimos cómo usted respondía; hemos pensado que si tendrá usted algún antepasado gallego.

Olé que olé. Lo que llamaban Prensa eran artículos que no desdecían una coma las recomendaciones enviadas desde arriba. El éxito del ejercicio fue total a pesar de pequeños contratiempos, daños colaterales, que se mencionaban de la siguiente manera: 

El 'más difícil todavía',  a cargo de los heroicos artistas, aunque también soldados, de la caída libre con el cruce de bastones, hombres americanos y españoles, empañó nuestra alegría y en aquellos segundos la oración de todos los que allí estábamos salió de nuestros corazones, preparando la llegada ante el Señor del único caído de la operación Pathfinder, tributo doloroso pero corriente en nuestro quehacer guerrero, pero que sirvió para explicar al mundo la categoría y el riesgo de estas operaciones.


Un paracaidista estadounidense se mató y otro quedó gravemente herido, con fracturas que ni se sabe. La baja española fue un cura que, procedente del reino de  los cielos, se estampó contra una escombrera. El capitán capellán de la Roger de Flor se partió las piernas. Es lo que se llama tributo doloroso.
A esta operación Pathfinder (los ejercicios de aerotransportes más importantes de Europa desde que terminó la segunda guerra mundial) le siguió en septiembre otra en los Pirineos, con el citado simulacro de guerra de guerrillas. El periódico ABC (23 de mayo de 1967, p. 71) mostró claramente las esperanzas franquistas: Se concede gran importancia a las maniobras porque aunque España no es miembro del [sic] O.T.A.N. -se dice-, las mismas acercan a España al sistema de defensa occidental.
La geopolítica define también los paisajes. Aunque España tardaría en entrar en la OTAN diecinueve años, estas tierras de Zaragoza, el frente de Aragón, se convirtieron verdaderamente en campo de maniobras del sistema de defensa occidental. Los tiempos cambian, pero la idea permanece.


En octubre de 2015 tropas de treinta países escenificaron aqui el mayor ejercicio de la OTAN desde la Guerra Fría (El Heraldo de Aragón). Unos 30.000 militares protagonizaron la operación Trident Juncture 2015. En los supuestos tácticos ya no había rojos ni azules, pero sí guerrillas y terroristas malencarados y globales. En la presentación del ejercicio en julio de 2015 el ministro de Defensa, Morenés, dijo lo siguiente: El terrorismo no funciona igual en cada zona, pero sí es importante mostrar al mundo y los que quieren atentar contra nuestro modo de vida que estamos dispuestos a defender nuestras sociedades y valores... le faltó añadir defender sus intereses como comerciante de armas (bombas de racimo y esas cosas).
El presidente del Reino de España, Mariano Rajoy (éste sí que tiene antecedentes gallegos) está encantado de verse de nuevo como el centinela de Occidente, garante de la cristiandad occidental, eso sí, mientras estas maniobras sigan siendo ficticias y no le supongan tener que ir a guerras con castigos electorales. Debajo de su losa en el Valle de los Caídos, Franco (otro con antecedentes gallegos) se debe estar descojonando, satisfecho con su obra. Los aeródromos aragoneses que albergaron a la Legión Cóndor en la Cruzada o guerra justa siguen cumpliendo su cometido. Ya lo advertían los autores de la misiva a Cassidy al final de la carta:

Sólo le pedimos una cosa: Que cuente lo que ha visto y oído en este viejo país que tiene muchos defectos, pero también algunas cualidades, y entre ellas la lealtad y el agradecimiento, y que cuando la causa es justa sabe responder a la voz de 'GO'.

Esto lo podría firmar en 2015 Fernández Díaz, Margallo o el presidente del Reino de España, herederos políticos de aquellos que defendieron una guerra justa.
Let's Go Mariano.
Ready Steady Go.




miércoles, 25 de noviembre de 2015

Operación Pathfinder (II)

 Cena de altos mandos de la VIII División de Infantería 
del Ejército de EEUU en Europa (junio de 1964). Cassidy es el segundo por la izqda.

En un post precedente os presentamos al general Patrick F. Cassidy, dispuesto a viajar desde la RFA para dirigir unas maniobras militares conjuntas con el Ejército de Franco en tierras aragonesas en mayo de 1967. Recordemos al personaje. Cassidy era un veterano de las fuerzas aerotransportadas. Tomó parte en la IIª Guerra Mundial al mando de un batallón de la mítica 101 División Aerotransportada que tanto hizo en la lucha antifascista en Europa. Este hombre se distinguió en las  operaciones de Normandía y Holanda, ganando la Cruz de Servicios Distinguidos, la segunda condecoración que por servicios de guerra se concede en los USA. Pero desde entonces, pasaron muchas cosas. La Guerra de Corea y la Guerra Fría convirtieron al amigo español de Hitler y Mussolini en un aliado silencioso, en baluarte anticomunista del Mundo Libre (sic). El establecimiento de las bases norteamericanas en España fue la moneda de cambio para el reconocimiento internacional del régimen y para olvidar el pasado (condena en la ONU, marginación con respecto al Plan Marshall, etc...). El abrazo con Eisenhower en 1959 aseguraba que Franco moriría en la cama, apoyado por un Ejército fiel que recibía ahora ayuda bélica estadounidense. Así pues, en el Desfile de la Victoria la protagonista indiscutible no fue la hija de Franco sino la batería del Grupo de Lanzacohetes Hawk. Sí amigos, se trataba del mismo ejército nacional que  treinta años antes ganaba la guerra gracias a la ayuda fascista italiana y nazi. El mismo Ejército que se enfrentó a los norteamericanos de la Brigada Lincoln en el frente de Aragón.



Por eso la España tardofranquista era different. Como señala Ángel Viñas, algunas cosas cambiaron en la milicia española, si bien otras permanecieron, como la obsesión por el enemigo interno. Así pues, la operación Pathfinder Express I tenía como objetivo real valorar las posibilidades de acciones de contrainsurgencia en España. El tema fue escandoloso y para maquillarlo ahí estuvo el mago Manuel Fraga Iribarne, el mismo que aportaba una imagen de pseudomodernidad con la promoción turística y una Ley de Prensa que intentaba acercar al régimen a los países occidentales. El mismo que mentía como un bellaco. Gracias a la prensa libre alemana (Frankfurter Allgemeine Zeitung)  y estadounidense (Washington Post) se supo cuál era el supuesto táctico que guiaba esas maniobras: la simulación del aplastamiento de una revolución contra el régimen de Franco, ni más ni menos. Un país aliado con el nombre de Samland (hábil e ingenioso trasunto de EE.UU.) acudía en ayuda de España a fin de deshacer una revuelta interna. Don Manuel Fraga Iribarne calificó de falsos y maliciosos esos informes periodísticos, a pesar de basarse en documentos firmados por los investigadores del Subcomité de Relaciones Exteriores del propio Senado estadoounidense. Claro, la democracia y sus comisiones de investigación despistaban un poco a los jerifaltes franquistas. Y ahí salió Fraga, a lo campeón, dándole la vuelta a la tortilla: Para planear y llevar a cabo el ejercicio «Pathfinder Express» se creó una situación táctica y estratégica en la cual la nación imaginaria de Iberia es invadida por la República Agresora (RA); el Gobierno de Iberia pidió apoyo militar de Iberia occidental, en caso de ataque. Iberia occidental acordó disponer de una limitada fuerza militar para la defensa de Iberia en caso de agresión; a pesar de estas consideraciones la República Agresora invadió Iberia el 31 de marzo de 1967. Como se puede ver fácilmente todo el supuesto táctico estaba montado sobre la base de una invasión exterior y no de una insurrección interna. El Gobierno y el pueblo de España no consentirían nunca la utilización de una fuerza foránea en un asunto interno de nuestro país.



Lo de República agresora se queda pequeño si atendemos al supuesto táctico del ejercicio combinado El Sarrio (realizado con posterioridad a Pathfinder Express I y II), en el que se hablaba de rojos y azules, y a diferencia de la canción de Torrebruno, no todos podían ser los campeones: tras una prolongada situación de tensión entre los países azul y rojo, este último había lanzado un ataque por sorpresa, como consecuencia del cual ha conseguido avanzar hasta el sistema central de la Península, donde ha sido momentáneamente detenido. Las medidas represivas impuestas por el país rojo sobre el territorio ocupado y la hostilidad de los habitantes hacia las fuerzas, rojas han dado lugar a movimientos de resistencia dispersos y no combinados, efectuando acciones de sabotaje, dificultados por la falta de equipo y la ausencia de coordinación.
Al margen de estas polémicas, los USA querían por aquel entonces que España fuese aceptada en la OTAN, ya que consideraban a Franco un fiel aliado. En este proceso, la operación Pathfinder fue un hito en las relaciones hispano-estadounidenses. Un puente aéreo ente Alemania y España permitió traer a la base de Morón de la Frontera las fuerzas aerotransportadas dirigidas por Cassidy. Dos campamentos se establecieron en la base. En el campamento español entrenaban los paracas de la I Bandera Roger de Flor. Algo debían de tener los almogávares para que el Ejército franquista los tuviese tan en cuenta. Treinta años antes el Tercio de Almogávares era exterminado en Belchite, en donde combatió la Brigada Licoln. Ahora, en 1967, paracas españoles serían lanzados al cielo de Zaragoza, honrando al líder almogáver Roger de Flor. 
Continuará...

martes, 24 de noviembre de 2015

Colonias para hombres: la película


Gracias a los servicios multimedia de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea, siempre tan profesionales, ya podés visionar los vídeos de las conferencias y debates que tuvieron lugar en el marco del Seminario Colonias para hombres: Arqueología de la colonización agraria e industrial el franquismo (Vitoria-Gasteiz, 21-28 de octubre de 2016). Un buen elenco de ponencias que nos ofrece una visión panorámica del tema con estudios de caso de Euskadi, el Bierzo, Galicia, Extremadura, Aragón y Catalunya. 
El seminario contó con un ayuda de la Facultad de Letras y otra subvención del Vicerrectorado del Campus de Araba.

http://ehutb.ehu.eus/es/serial/2070.html



Comité organizador: Sonia García, José Mª. Señorán, Xurxo Ayán, Sergio Escribano y Josu Santamarina.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Espacios pequeños, grandes ideas

Refugios unipersonales de las posiciones republicanas de Mediana, fines de 1937.

A lo largo de nuestros proyectos hemos excavado docenas de abrigos de tropa en primera y segunda línea de frente, tanto republicanos como franquistas. En todos los casos, se trata de pequeños refugios excavados o semiexcavados en la tierra o en la roca. En los de dimensiones más reducidas apenas si cabría un soldado. Este es el caso del sitio que denominamos "Little Gallipoli" en Mediana de Aragón: una ladera perforada por casi un centenar de abrigos, la mayor parte de los cuales alojarían a uno o dos combatientes. 

En general, todas las estructuras que hemos documentado tienen menos de 20 m2. En ese espacio máximo se podría refugiar un pelotón (15-25 soldados) en caso de ataque. Lo más habitual, sin embargo, son los abrigos para cuatro o cinco hombres. Pese al pequeño tamaño, a veces están muy arreglados, como este de Abánades, que tenía un hogar de ladrillos macizos y cemento:

Abrigo de la posición franquista de El Castillo, Abánades, fines de 1938-1939.

El sustrato geológico explica en parte el tamaño de los abrigos: picar piedra no es fácil. En la Ciudad Universitaria, los suelos arenosos facilitaron la construcción de abrigos algo más espaciosos. A cambio, el esfuerzo de mantenimiento era más grande.

Abrigo republicano de la Ciudad Universitaria, fines de 1938-1939.

Sin embargo, la geología no es necesariamente el principal motivo por el que los refugios de tropa de la Guerra Civil son de pequeño tamaño. De hecho, tenemos algunos ejemplos de grandes estructuras excavadas en la roca viva con ayuda de explosivos, en los que podría refugiarse una compañía entera en primera línea. Pero no es lo habitual. Otro motivo que explica los abrigos pequeños es que las trincheras tenían por lo general una baja densidad de ocupación, porque el frente en España era extremadamente largo y los mandos no querían destinar gran cantidad de tropas a sectores inactivos. 

Sin embargo, la razón fundamental para construir abrigos pequeños es de tipo táctico y tiene un origen histórico. 

Al comienzo de la Primera Guerra Mundial, eran muy frecuentes las grandes estructuras en las que podían refugiarse cientos de soldados. Llegó a haber auténticas ciudades bajo tierraSin embargo, una serie de desastres obligaron a cambiar de modelo. El 20 de mayo de 1917, un ataque artillero francés cerca de Reims provocó el hundimiento de un abrigo subterráneo alemán: perecieron cerca de 600 soldados. Exactamente tres meses más tarde, los cañones franceses volvieron a destruir un refugio enemigo, esta vez causando la muerte a 170 hombres. Los colegas franceses excavaron hace poco un abrigo en Alsacia en el que recuperaron los cuerpos de 21 combatientes del Káiser: habían quedado sepultados por el fuego artillero en marzo de 1918. A partir de mediados de 1917, aunque los grandes abrigos ya construidos siguieron en uso, se empezaron a generalizar las estructuras de pequeño tamaño. Construir espacios pequeños fue, definitivamente, una gran idea, pues se evitan las muertes en masa.

Los tratados de fortificación españoles usados en la Guerra Civil están basados en los manuales europeos que salieron de la Gran Guerra. La experiencia de este conflicto probablemente salvó de una muerte horrible a muchos soldados españoles.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Arqueología del Carlismo


El Carlismo como fenómeno histórico cuenta ya con unas cuantas monografías enciclopédicas e incluso con un museo específico en la antigua capital legitimista de Lizarra-Estella (Navarra). Sin embargo, este interés apenas se ha visto reflejado en el ámbito de la Arqueología. Fortificaciones y restos materiales de las guerras carlistas del siglo XIX desaparecen sin remisión ante la ausencia de protección legal y el desinterés de la Administración y de la Academia. Como ha ocurrido con la guerra civil española, en sitios como Euskadi se abordaban restos del conflicto de rebote, al ir a excavar castros de la Edad del Hierro, por ejemplo.


Este panorama ha comenzado a cambiar y las guerras carlistas también han llegado a la Arqueología universitaria. Sergio Escribano e Ivan Roldan reivindican toda una Arqueología del carlismo en un trabajo de investigación que verá la luz en breve en el monográfico sobre Arqueología del Conflicto editado por la revista Arkeogazte de la Facultad de Letras de Vitoria-Gasteiz. En su estudio analizan cinco fortificaciones carlistas relacionadas con el cinturón defensivo de Lizarra-Estella levantado entre 1875 y 1876.
Nuestro equipo de trabajo participa de esta Arqueología del Carlismo al abordar arqueológicamente los escenarios en los que combatieron Tercios como el de los Almogávares aragoneses en Belchite. Sin duda, ésta fue la cuarta guerra carlista, la única en la que los legitimistas se encontraron entre los vencedores, aunque fue una victoria pírrica: el carlismo fue canibalizado por el franquismo desde el mismo momento en que el Caudillo firmó el Decreto de Unificación de 1937.


En la Semana de la Ciencia en el BIBAT elegimos por distintos motivos el fortín de la Dehesa de la Villa como estudio de caso y decidimos que Josu y Dani se caracterizasen de requetés. En Vitoria-Gasteiz el carlismo era la ideología predominante en 1936 y cientos de gasteiztarras engrosaron las filas de Tercios como el de la Virgen Blanca y otras unidades militares, muchas de ellas distinguidas en la denominada como campaña de Vizcaya. Los visitantes de más edad, vecinos de la capital alavesa, nos aportaron un sinfín de historias de padres y abuelos requetés que habían combatido en el ejército sublevado. Entre las historias, yo me quedo con la del farmacéutico, hoy nonagenario, que participó de joven en la conquista franquista de Belchite en marzo de 1938. En el avance, el tipo se cayó en un pozo negro... y no se quitó el olor en todo lo que quedaba de guerra. Como decían sus compañeros: Llegamos al Mediterráneo y avanzamos en la batalla del Ebro porque mandábamos a éste por delante y los rojos huían por el hedor que desprendía.  La guerra de Gila.


En el BIBAT hemos tenido la inmensa suerte de compartir sala de máquinas con los compañeros y compañeras de la Escuela de Ingeniería, vecinos del campus de Vitoria-Gasteiz, y que han diseñado una impresora 3D con multitud de aplicaciones. La espontánea colaboración entre los dos equipos ha servido para mostrar a la gente las prácticas comunes que compartimos a pesar de venir de ámbitos científicos y técnicos aparentemente muy alejados. Las planimetrías y reconstrucciones 3D que nosotros realizamos como arqueólogos sirvieron de base para que los ingenieros nos imprimiesen en 3D el fortín de la Dehesa dela Villa. Estoy seguro que los Barbis, los ingenieros militares franquistas que lo construyeron estarían flipando con las nuevas tecnologías al verse reflejados en una plantalla de plasma.




lunes, 9 de noviembre de 2015

Con novedad en el frente


Hace años la dueña (que no madam) de la cafetería de un centro de interpretación arqueológico de Galicia me reveló el secreto para que funcione bien un bar: se trata de poner un buen par de tetas detrás de la barra. Esta fórmula tan efectiva como real nos muestra fehacientemente el tipo de sociedad en la que vivimos, pero también nos habla del marketing chabacano, tanto a la hora de ligar como de vender un producto. La compañera Cristina Mato nos recordaba una frase magistral que escuchó en un episodio de Los Simpson: Todo científico que se precie debe tener alma de feriante. Y efectivamente, allí estuvimos tres días 14 grupos de investigación encerrados en el Museo BIBAT de Vitoria-Gasteiz, echando mano de mil argucias para atraer el público a nuestros stands. Unos iban ataviados de bata blanca, icono del científico de verdad; otros se jugaron la carta tecnológica y se trajeron el artefacto más molón del mercado (un scáner 3D o un holograma que te cagas, por ejemplo); los de más allá apostaban sobre seguro planteando actividades para niños (arqueocampo)...


Nosotros no íbamos a ser menos, y nos plantamos en el BIBAT con la recreación de un puesto de la guerra civil (cortesía de la Asociación Lubakikoak) y un stand vigilado por requetés. Esta combinación de balas, armas, ciencia y niños-adolescentes no deja ser polémica, lo sabemos. El impacto visual de la escenografía ciega a muchos de los visitantes. Papás y mamás hacen posar a sus hijos con cascos y fusiles Mauser; tras la foto ni se molestan en acercarse al stand. Adolescentes con cara de psicópata se limitan a hacer como que disparan a sus compañeros. Evidentemente nuestra misión aquí no es convertir esto en un alegato militarista sino todo lo contrario. A través de la cultura material exhumada en nuestras excavaciones arqueológicas en el frente de Belchite intentamos hacer entender  a la gente cuatro ideas básicas:


1. La ciencia no la hace una persona sola. El trabajo en equipo es fundamental. Un fortín de la guerra civil no lo excava un fulano enajenado a su bola. En esta línea mostramos el enfoque interdisciplinar que permite generar conocimiento. Para identificar víctimas de la guerra contamos con la preciosa ayuda de nuestras compañeras del laboratorio de Genética y que regentan otro stand cercano. Para reconstruir la dieta de los soldados empleamos las mismas herramientas metodológicas que muestran nuestros compañeros de Prehistoria en otro puesto feriante. Los vecinos de al lado hacen impresiones 3D con las planimetrías y reconstrucciones virtuales que nosotros también llevamos a cabo a partir de la documentación arqueológica. Cuando los visitantes vienen de escuchar hablar a nuestros compañeros arqueólogos del Carbono-14 y las cronologías relativas, nosotros les enseñamos cómo trabaja la Arqueología del Pasado Contemporáneo, en donde podemos alcanzar dataciones absolutas.


2. La guerra no es bonita. La crueldad de un conflicto armado se ceba en las personas y genera un trauma que persiste durante generaciones. Como si de un capítulo de CSI se tratase podemos reconstruir la masacre que tuvo lugar el 24 de agosto de 1937 en el fortín de la Dehesa de la Villa de Belchite. Los Guardias de Asalto procedentes de Barcelona aniquilaron toda resistencia requeté en esta posición. A partir de nuestra excavación podemos analizar las armas empleadas, podemos demostrar la existencia de combates cuerpo a cuerpo, podemos reconstruir la vida cotidiana en las trincheras...


3. A través de las balas, los proyectiles de artillería y de las armas intentamos hacer ver a la gente cómo la tecnología se emplea para hacer el mal. Muchas innovaciones se aplican primero al ámbito militar y después a la vida civil. El cable telefónico y la luz eléctrica de que disponía el fortín de la Dehesa de la Villa en 1937 no volvería a Belchite hasta dos décadas más tarde. Asímismo, todos los avances tecnológicos acaban siendo objetos arqueológicos, como se puede apreciar en esta sala del BIBAT en donde convive la última generación de impresoras 3D con las máquinas Minerva de fines del siglo XIX, toda una virguería en su momento.


4. En la guerra civil española se enfrentaron diferentes ideologías que defendían modelos antagónicos de sociedad. Tuvo causas políticas y hubo vencedores y vencidos, por eso sigue pesando en el presente. Antológica fue la reacción de algunas profesoras de colegios religiosos al escucharnos hablar del fanatismo de los tradicionalistas carlistas con su Detente Bala. Su cara lo decía todo: ya están estos rojos mezclando la ciencia con las témporas. Lo que no comprende alguna gente es que ésta es una actividad de educación para la paz, un ejercicio para generar espíritu crítico en la ciudadanía. Nuestro recorrido acababa contando el papel jugado por la empresa Fournier en la guerra al servicio del Ejército franquista. En la guerra, los soldaditos en el frente son carne de cañón al servicio de intereses económicos. En los conflictos siempre hay gente que se forra, y eso se puede colegir perfectamente de los objetos que extraemos, desde una mísera lata de conserva.


Los padres de los niños y niñas que se acercaban al stand aplicaban a sus vástagos el modelo museístico al uso: NO TOCAR. Tampoco entendían muy bien qué hacían estos objetos contemporáneos en un museo. A lo largo de estos tres días hemos cumplido nuestro objetivo inicial: contar historias sobre nuestros abuelos y bisabuelos a través de la pasta de dientes documentada en un refugio republicano en Mediana o de un par de casquillos de pistola en un fortín requeté.

Con novedad en el frente: guerra civil y cultura científica, stand de la Semana de la Ciencia de la UPV/EHU regentado por Sonia García (GPAC), Pedro Rodríguez (IBAP), Xabier Herrero (Lubakioak), Josu Santamarina (UPV/EHU), Xurxo Ayán (GPAC), Dani García (Lubakioak) y Nahia Khiari (UPV/EHU).



sábado, 24 de octubre de 2015

Interpretando letrinas

Ortoimagen de las letrinas durante la excavación.

Emulando un post previo, esta entrada podría llamarse "¿Quiénes c...aron en el seminario menor de Belchite?" De la misma manera que hemos podido arrojar luz recientemente sobre los combatientes de Mediana gracias a nuevos documentos de archivo, un documento audiovisual nos permite ahora elucubrar sobre las letrinas que excavamos en el seminario -y sus usuarios. 

Durante la excavación de las letrinas, que se encontraban arrasadas por completo, identificamos dos impactos de proyectiles en la acera exterior. Parecían corresponderse con granadas de espiga. Estas fueron utilizadas con profusión en el asalto a Belchite, como sabemos por los restos que hemos encontrado en la campaña de 2014 en el Saso y en la de 2015 en las fortificaciones cercanas al cementerio. Colegimos de los dos impactos que el edificio de las letrinas: a) era anterior a la guerra (la otra posibilidad que manejábamos es que hubiera sido construido en 1939-40, cuando el sitio se convirtió en campo de concentración); b) que quedaron seriamente dañadas por los explosivos y quizá no volvieron a ser utilizadas. La ausencia de materiales claramente atribuibles al campo de concentración parecía reforzar la teoría del abandono tras el asalto republicano. 

Sin embargo, en un documental republicano sobre la batalla de Belchite (Tres Fechas Gloriosas, Félix Marquet, 1938), se puede apreciar claramente el edificio de las letrinas, aparentemente en perfecto estado, después de que los guardias de asalto tomaran el seminario. Los guardias posan sonrientes levantando el puño con los retretes al fondo: 

¿Quién quiere ir al baño?

Esto aclara algunas cosas y complica otras ¿Qué es lo que complica? La forma en que se llevó a cabo el ataque en este sector. En un principio creímos que el mortero que batió la zona se habría emplazado en la meseta que domina el seminario. Desde esta posición privilegiada, pensábamos, habría podido hostigar a los defensores a placer. Sin embargo, esta hipótesis ahora no parece muy verosímil: la trayectoria del proyectil solo sería posible sí las letrinas no tuvieran tejado (porque hubiera sido destruido previamente). De tenerlo, el proyectil que dejó su huella en la parte septentrional habría impactado casi seguro contra la techumbre. Esto significa que los disparos del mortero de espiga debían proceder más bien de la zona este, por donde discurre la carretera -y donde posan los guardias de asalto. 

Lo que aclara el fotograma es quiénes c...aron en las letrinas. Primero, los soldados sublevados que ocupaban esta posición. Esto ya lo sabíamos. Después, los republicanos una vez que se hicieron con el lugar. Y no de forma eventual (para aliviar la tensión del ataque), sino habitual. Esto significa que algunas tropas del Ejército Popular estuvieron acantonadas en la posición durante un cierto período de tiempo.

¿Cómo deducimos esto? En la excavación encontramos una serie de objetos que ahora podemos interpretar mejor. Se trata de varios elementos relacionados con la higiene personal: restos de dos tubos de pasta de dientes, un peine, un cepillo de dientes y una bacía u orinal. Excepto el orinal, que apareció donde tenía que aparecer (en los retretes), los útiles de aseo los encontramos en una zona que con toda seguridad contenía lavabos.

El ubicuo kit de higinene de la Guerra Civil: tubos de pasta de dientes, cepillo y peine aparecidos en las letrinas del Seminario Menor.

Excavación de la zona de los lavabos.

El cepillo de dientes es de la marca Foramen, de Barcelona. Esto nos llamó la atención en su momento, porque apuntaba hacia los republicanos. De hecho, encontramos este cepillo asociado a un soldado republicano caído en la batalla del Ebro. Cabía, sin embargo, la posibilidad de que fuera un cepillo de antes de la guerra y por lo tanto propiedad de cualquier ciudadano o que un guardia lo hubiera perdido durante el ataque. Ahora sabemos que su dueño era a todas luces un republicano acuartelado aquí. El seminario debió utilizarse durante toda la batalla como una base de segunda línea.

La arqueología del pasado contemporáneo es compleja. En períodos muy breves de tiempo han podido pasar muchas cosas: las huellas efímeras de los eventos se mezclan unas con otras irremediablemente. Y desenredar la madeja de la historia lleva su tiempo. Las letrinas que excavamos son un espacio vulgar -tal vez el más vulgar de los espacios. Sin embargo, este espacio vulgar participó de hechos históricos de primer orden. En un plazo de dos años, las usaron los requetés, las bombardearon guardias de asalto, las reutilizaron soldados republicanos y finalmente, quizá, brigadistas internacionales prisioneros. 

Hay palacios, la verdad, que han visto menos historia.