viernes, 21 de septiembre de 2018

Súbeme la radio, el parte es mi canción

Antenas de RNE en Arganda del Rey

Las marquesinas de las calles de Madrid están repletas de carteles promocionales de una serie de éxito: Las chicas del cable. Uno de los responsables de arte de la serie, Miguel, es un asiduo al ciclo de conferencias y de visitas guiadas que hacemos en Rivas-Vaciamadrid. Incluso ha participado de voluntario en las excavaciones. Según nos comenta, le hace tremenda ilusión conocer de primera mano el pasado fosilizado en el lugar en el que vive. Esta producción televisiva nos cuenta los avatares de un grupo de mujeres que llegan a la capital en los años 20 para trabajar en el incipiente sector de las comunicaciones, en la única compañía telefónica del país. Los nuevos medios de comunicación emergen como una herramienta más para el desarrollo y modernización de la España que salía de la Restauración. La radio, en concreto, se convierte en un medio de difusión codiciado por los políticos que gobiernan el país.  Unión Radio y su revista Ondas, monopolizaban la radiodifusión en aquella época.


Enseguida los sublevados echaron mano de la radio no solo como medio propagandístico, sino como una herramienta más para imponer a la población el nuevo status quo. Las alocuciones de Queipo de Llano desde Radio Sevilla, incitando a la violación de mujeres republicanas, son algunas de las páginas más negras de la historia reciente de nuestro país. Es curioso cómo este tipo de personajes sanguinarios se vinculan a los primeros momentos de formación de lo que será Radio Nacional de España. Así pues, Millán-Astray fue el primer responsable de esta entidad, que empezó a emitir desde el Palacio de Anaya de Salamanca el 10 de enero de 1937. De allí pasó a Burgos, en donde intelectuales fascistas formaban una suerte de think tank para poner a andar el Nuevo Estado, vinculados a la Oficina de Prensa y Propaganda. Uno de ellos era un paisano mío de la terra de Lemos, el falangista Luis Moure Mariño, en cuyas memorias podemos encontrar abundante información sobre esos comienzos bélicos de RNE. Las primeras emisiones fueron posibles  gracias a un aparato Telefunken, donado por la Alemania nazi. Aún hoy en día mucha gente llama el parte al telediario o a las noticias horarias de la radio. El parte (concepto militar, claro) se iniciaba a toque de cornetín y más adelante con la Generala, adaptación de una llamada  militar a reunión del siglo XV. Esta querencia por las marchas militares explica que cuando se da un golpe de estado reaccionario, desde el Ejército, siempre se interrumpen las emisiones para dar paso a música marcial. Todo un anticipo de lo que viene.


Desde lo alto del macizo del Piul tenemos una soberbia panorámica de la zona de Arganda del Rey. Entre la llanada destacan, como cipreses metálicos, las antenas de lo que fue, durante décadas, el centro emisor de Radio Nacional de España, la zona cero de la radiodifusión en el franquismo y gran parte de la democracia. En la recta de la carretera de Chinchón, en la cuneta, se pueden ver sillas, supuestamente sin dueño, y al lado, depósitos de basura, con bebidas, condones, pañuelos y demás cultura material, restos de un área de actividad reciente vinculada a la prostitución. A ambos lados de la carretera, cercadas y con vigilancia 24 horas, se encuentran los edificios abandonados de RNE. Los primeros se construyeron en 1944 y el último (edificio principal y almacén de materiales) en 1954. El estilo arquitectónico se inscribe claramente en el monumentalismo fascista, aquel que seguía la consigna de Franco:

Es necesario que las piedras que se levanten tengan la grandeza de los monumentos antiguos, que desafíen al tiempo y al olvido, y que constituyan lugar de meditación y de reposo en que las generaciones futuras rindan tributo de admiración a los que les legaron una España mejor.

Franco supervisa el proyecto del Valle de los Caídos.

Sobreimponer esta arquitectura sobre el paisaje de la batalla del Jarama fue un medio más para sancionar la Victoria y condenar al olvido a los vencidos. El autor de estos edificios para la onda corta fue Diego Méndez (1906-1987), arquitecto de la Casa Civil de Franco y Consejero de Arquitectura de Patrimonio Nacional. Él fue quien modeló el paisaje del nacionalcatolicismo, metiéndole mano al palacio del Pardo, los palacios reales de Aranjuez, Riofrío, La Zarzuela, los Alcázares de Sevilla... Pero sin duda, pasó a la historia por haber proyectado el Valle de los Caídos.
En una entrevista a ABC el 21de julio de 1957 hablaba de la pesadilla que supuso para él diseñar una cruz de hormigón y cemento de más de 200.000 mil toneladas, con 150 metros de altura desde la base y 46 metros de longitud en sus brazos:

Un día, de modo inesperado, mientras aguardaba que mis cinco chiquillos se vistieran para ir a misa, absorto, casi iluminado, casi instrumento pasivo, el lápiz en la mano con el que hacía arabescos en un papel, sin darme cuenta dibujé exactamente la Cruz tal y como está ahora en su material clavada en la elevación poderosa.

Méndez reconoció que había ochenta condenados (sic) entre los 2.000  operarios del valle de los Caídos, que han jugado, día a día, con la muerte...  Y triunfado de ella.
Sin palabras.

Fotografía de Javier Marquerie.


Referencia hemerográfica
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Israel Viana. 2013. La "pesadilla" de construir la cruz del valle de los Caídos, ABC, 23-9-2013.

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