No siempre las
fuentes históricas encajan. Más aún cuando no hay documentos oficiales, los
testimonios orales de los supervivientes provienen de personas que estuvieron
permanentemente encapuchadas, y la arquitectura ha sido una y otra vez
remodelada. Sin embargo la visita de ayer por la mañana a La Tablada, programada y auspiciada por la Secretaría de Derechos Humanos del gobierno uruguayo, nos ha
permitido historizar mucho más de lo que a priori pensábamos. La Tablada fue un
hotel estatal que estuvo en uso hasta los años 50, destinado a alojar a los hacendados
(primera planta) y los "troperos" (empleados que llevan el rebaño, en
la planta baja) en su camino desde el interior del país a la Tablada Nacional,
en Montevideo. Entre 1977 y 1983 fue reconvertido en centro clandestino de
detención, alojando a muchos de los secuestrados que se encontraban en el
"300 Carlos". Las antiguas alcobas fueron reutilizadas como celdas.
La arquitectura del edificio se prestaba a este nuevo uso sin tener que hacerle
excesivas reformas. El responsable del mismo fue el Organismo Coordinador de
Operaciones Antisubversivas (OCOA). Estos militares vestían de paisano y se
hacían llamar por seudónimos, nombres falsos cuya primera letra coincidía con la
primera letra de su apellido. Sabían cuál era su trabajo. Por si acaso, un
cartel a la entrada les recordaba la frase de un general norteamericano en
Vietnam sobre cómo un buen soldado ha de saber "mancharse con el
barro" para ganar la guerra.
Las víctimas de
estos represores de la Base Roberto fueron principalmente miembros del Partido
Comunista de Uruguay (PCU) y de la sección universitaria de la Unión de la
Juventud Comunista (UJC) dentro de la conocida como "Operación
Morgan". La explicación la daba el general Luis A. Forteza a un periódico
en 1973: "Democracia y Marxismo son incompatibles. Su eliminación es
imprescindible para la convivencia en paz y progreso (...). Su acción falaz,
ruin y traidora debe ser definitivamente extirpada, como debe ser extirpado el
cáncer, en bien de la vida".
Se estiman dos
momentos diferentes en donde el patrón de funcionamiento del centro clandestino
cambiaría: 1977 y 1980. En un primer momento en la planta baja estarían los
presos y en la planta alta se torturaba y asesinaba. Hay constancia de que en
algún caso se tiró un cadáver por una ventana del segundo piso, directamente a
la camioneta que lo llevaría a la fosa clandestina. En un segundo momento ambas
plantas estarían ocupadas por presos, con una ocupación más intensa del
espacio.
Tras el fin de la
dictadura, en 1985, funcionó como reformatorio del INAME (Instituto Nacional
del Menor), y posteriormente fue adaptado como cárcel, sin excesivas reformas. Tres
son las zonas en las que hemos podido identificar mayores cambios: el hall del
primer piso a donde llegan las escaleras ha sido compartimentado con nuevos
tabiques para generar cuerpos de guardia, sala de visitas, etc.; a los grandes
salones o comedores de la planta baja se les ha añadido un entrepiso construido
en hormigón en la mitad de los mismos para ganar algunas estancias más; y la fachada trasera del edificio, que
originalmente era porticada al igual que las alas laterales, y por la que se
accedía a la gran sala o patio cubierto que distribuía las habitaciones de la
planta baja, ha sido cegada, añadiendo un muro con ventanas. Los vanos de las
celdas (puertas, ventanas y ventanucos) son los originales de las alcobas del
hotel, pero ventanas y puertas han sido sustituidos por otras afines a los usos
carcelarios. La estructuración interna de las celdas mantiene el mobiliario de
obra original del hotel (estanterías, escritorio / mesa, taburete, retrete y
lavamanos, como demuestran los detalles en mármol en estos últimos, los
ladrillos macizos, la ferralla de tipología antigua o las baldosas hidráulicas
del suelo).
La mayor parte de
estas modificaciones seguramente se hayan realizado en momentos posteriores a
1985, cuando el edificio pasó a ser reformatorio y cárcel. No obstante hay una
modificación que debió acometerse en el momento de uso como CCD, ya que por los
testimonios y por la lógica interna de la cadena represiva no puede ser de otra
manera. Nos referimos a la galería abierta de la fachada trasera, que tuvo que
ser tapiada de algún modo.
Sin embargo el muro
que vamos actualmente y las ventanas enrejadas en el mismo se corresponden con
la fase carcelaria del edificio. De todos modos hemos podido constatar que el
edificio, pese a los usos cambiantes del mismo, casi siempre con fines represivos,
mantiene bastante bien la fisonomía y distribución interna del hotel original
y, por extensión, del centro clandestino de detención. Por todo ello también
podemos deducir que la reconversión del hotel en centro clandestino en 1977 no
conllevó reformas sustanciales (cierre de la galería porticada trasera y
cegamiento de los vanos, seguramente con planchones metálicos). Este carácter
casi improvisado es coincidente con el hecho de que , como veremos más abajo,
se mantuvieran incluso elementos decorativos del hotel, como son los grandes
cortinones de terciopelo del acceso a los comedores de la primera planta.
En el año 2007 el
Grupo de Investigación en Antropología Forense (GIAF) realizó varias
excavaciones arqueológicas, principalmente en los alrededores del edificio y
una en el interior del mismo, en la gran sala donde estaban concentrados los
presos. Se buscaban los cuerpos de trece detenidos-desaparecidos. Actualmente
espera una nueva reforma para ser reconvertido, una vez más, en reformatorio.
En el trabajo de
investigación realizado por el grupo de historiadoreas de la Universidad de la
República en paralelo al del GIAF (Rico, Á. Ed. 2007. Tomos I-IV. Investigación Histórica sobre Detenidos Desaparecidos. En
cumplimiento del artículo 4º de la Ley Nº 15.848. Montevideo: IMPO,
Universidad de la República, Facultad de Humanidades) podemos leer algunos
testimonios:
- Testimonio 1:
Al ingresar al predio, se recorría un trayecto en
pendiente de pedregullo.
A los presos se los hacía ingresar al recinto por una
puerta chica ubicada a un costado de la casa.
En la planta baja, estaban todas las celdas y calabozos
que daban a un patio principal con un piso cubierto de baldosones rojo y
amarillos,
era el único lugar
donde había luz natural que penetraba por una claraboya.
Las paredes exteriores "incluyendo la oficina del
comandante", tenían las ventanas tapiadas. Se ascendía al primer piso por
una escalera ancha de mármol cuyas paredes tenían pajaritos pintados a relieve.
En la planta alta existían diferentes piezas. En una, se
le sacaban fotos a los presos
y se les hacía la ficha. En otras se torturaba; estaba la
del "gancho",
en otra el "tacho" para el submarino,
en otra se "picaneaba",
en todas había aislamiento para el sonido; además, había
una habitación con un colchón donde tiraban a los presos que debían
"reponerse".
En esta planta,
había cortinados de terciopelo rojo y una terraza exterior desde donde sólo se
veía campo y algunos árboles a lo lejos.
- Testimonio 2
(Eduardo Platero, 24/07/1985):
(. . .) Después de una marcha larga del camión, que fue
recogiendo gente de distintos lados y haciendo esperas, nos llevaron al local
que nosotros identificamos como "El infierno de la Tablada ". Era un
local de aproximadamente treinta metros de largo por quince o veinte de ancho,
que tenía en uno de sus lados cortos la puerta de entrada; que sus dos
costados, o lados largos, tenían celdas; había trece celdas de alrededor de 2
metros de ancho. En algunas oportunidades estuve en alguna de ellas y estimo
las dimensiones en dos metros por tres.
En la pared opuesta a la que estaba la puerta por la que
nos ingresaron, después de trasponer unos escalones
estaban los baños,
lo que ellos llamaban la cocina y la escalera hacia el
segundo piso, que era donde se practicaba la tortura.
(. . .). Allí el personal que estaba era de civil y el
régimen era de inmediata compartimentación, es decir, nos numeraban, nos
colgaban del cuello un número que a su vez tenía rayas de colores que
identificaban a los distintos departamentos o sectores que nos estaban
interrogando. Había un color para los jóvenes, otro color para los
sindicalistas, otro para los del aparato central del partido; supongo que
también los había para los distintos equipos que nos interrogaban, porque en el
transcurso de mi detención fui cambiado de color y de equipo de torturadores.
La guardia abajo también se regía por un régimen militar; hacían turnos de 12
horas, con descansos de 24 horas y entonces volvían los mismos que habían
estado. La disciplina era la de cuartel: cambiaba la guardia, se hacía la fajina,
se ubicaba a los presos, se los contaba, se revisaba el estado de las vendas y
de las capuchas, se los llevaba para arriba y comenzaban los interrogatorios.
- Testimonio 3
(Eduardo Platero, 06/03/1985):
Fui detenido el 13.06./977 y llevado a "La Tablada". (. . .). Las posibilidades de hablar eran prácticamente nulas por la
separación que había entre las sillas y los ruidos que emitían los altavoces
que estaban constantemente prendidos. Sólo se podía oír la voz del que estaba
al lado, algunas voces, cuando pedía para ir al baño o algo así. Las
posibilidades de contacto físico eran también limitadas. Se sabía de la
complexión de cada uno por la manera de caminar, de golpear en el piso cuando
caían o cuando chocaban con uno por distintos motivos. También por determinadas
bromas podía saberse que un compañero era pelado. (. .. ) Yo conocía el sitio
porque enfrente quedaba la Cantera de La Tablada, y antes fue una dependencia
municipal, queda en la calle La Tablada, antes del cruce de la vía, estaba en
una elevación, tenía un piso de baldosas de dos tamaños, una de 2O x 20, color
ocre y otras más azules, color celeste de 1O x 1O.
El barracón estaba orientado en forma tal, que mirando en
la dirección que nos ponían cuando nos tenían de plantón, que digamos daba de
frente por la puerta de donde nos entraban y sacaban y de espalda a la
escalera,
que nos subían al
2º piso que era donde nos torturaban, el sol de la tardecita a la mano derecha
nuestra orientado de norte a sur el largo y que tenía unos 30 metros de largo.
Yo lo estimo porque creo recordar que tenía 13 celdas de cada lado que tenían
alrededor de dos metros de ancho cada uno, yo estimo que el largo era de unos
30 metros y el ancho libre de unos 15 metros, que estaba techado con zinc y
cerca de madera.
Otra cosa que estoy absolutamente seguro, que me detuvo,
que me custodió allí y me torturó era personal militar; con régimen militar y
aplicando a las rutinas militares que después aprendí a conocer durante mi
detención en los diversos cuarteles. Ese personal salvo los oficiales, para los
cuales había una ley aparte, estaba obligado a vestir de civil, inclusive
recuerdo que un soldado que vino a la custodia, que iba con ropa de civil, pero
con las botas militares se le arrestó.