La historiografía franquista
acuñó el tópico de la Galicia fiel al Movimiento desde el primer día,
convertida en granero de hombres para el glorioso ejército sublevado. La
realidad fue otra, como lo corrobora la brutal represión desatada en el verano
de 1936. Lo que no se suele contar tampoco es la cantidad de gallegos y
gallegas que defendieron la República durante la guerra civil. Políticos,
sindicalistas, marineros y obreros huyeron por mar a Francia y el Norte leal y
se incorporaron a la lucha. Ahí tenemos al Batallón
Galicia en Asturias o al Batallón
Celta de la CNT en el Ejército de Euzkadi. En Madrid, gallegos residentes,
segadores que se encontraban en los pueblos del entorno, se integraron en las Milicias Gallegas para después combatir
a las órdenes de Líster en los principales escenarios del conflicto, entre
ellos la ofensiva sobre Zaragoza de agosto de 1937. Los gallegos intentaron
conquistar Fuentes de Ebro, sin conseguirlo.
En julio de 1936 Rubén Gotay
Montalvo (1914-2000) era un estudiante de Derecho puertorriqueño de ascendencia
gallega en la Universidad Central de Madrid. Identificado con la causa
republicana, se convierte en corresponsal de guerra, elaborando crónicas para El Miliciano Gallego. Fue también uno de
los fundadores del semanario Nueva
Galicia, además de redactor jefe de Pasaremos.
Integrado en el Comisariado de Guerra de la famosa 11ª División escribía bajo
el pseudónimo de El Jíbaro. En julio
de 1938 abandonó España y rápidamente escribió unas memorias tituladas Mientras arde la hoguera. Apuntes de un corresponsal
combatiente (Puerto Rico, 1939).
En este libro, Rubén dejó constancia
de su paso por Caspe, capital del Aragón republicano y base de operaciones del
Ejército del Este en los ataques a Mediana, Pina, Quinto, Fuentes de Ebro y
Burgo de Ebro. Evidentemente, estamos ante una crónica propagandística, pero
también ante un testimonio único que nos hace volver a 1937 mientras en
septiembre de 2014 prospectábamos y excavábamos estas tierras yermas de Mediana
de Aragón, que esperamos volver a visitar en pocos días. Así nos relata el autor la conquista de Mediana (26 de agosto de 1937):
Es indudable que nuestra operación sobre Fuentes de Ebro ha fracasado. Limpio
de enemigo el terreno donde actuamos, tenemos ante nosotros otro objetivo:
Mediana de Aragón. El Mando fascista no cuenta con una ofensiva nuestra por
este sector, así que si organizamos un ataque de gran envergadura para capturar
Mediana, el enemigo puede advertir nuestros preparativos y oponernos una fuerte
resistencia. Hay, pues, que ingeniárselas de alguna manera.
Terrón, el Comisario del cuarto batallón de la 100ª Brigada, monta a
caballo; luego llama a algunos de sus hombres.
_Muchachos –les dice-, hay que dar aquí un golpe de efecto. Tenemos que
coger Mediana. –No dice más.
Bajo el sol abrasador de Aragón marchan los ametralladores, hundiendo
los pies en la blanda arena, de la que se levanta un vaho caliente, que marea.
No hay ni una gota de agua, pues el río queda distante y es imposible acercarse
a él, por estar la orilla opuesta en poder del enemigo, que barre con las
ametralladoras todas las cercanías. Por otra parte, el camión algibe (sic) no ha llegado aún.
Y los soldados marchan adelante, sin una protesta, con los labios
hinchados por la sed, pero sin osar tocar el depósito de refrigeración de sus “máquinas”,
de las que depende mayormente el éxito de la operación que se va a realizar.
Van dando la vuelta al cerro que queda detrás del pueblo. Terrón, el Comisario
y algunos caballistas suben a las alturas que dominan Mediana y entonces, desde
allí, bajan a todo galope de sus caballos, gritando ‘¡Arriba España! ¡Viva
Franco!’, en dirección a la entrada del pueblo. Las guardias fascistas y de
requetés no les dan el alto, confundiéndolos con jinetes propios que han ido a
hacer algún reconocimiento.
Después de dar una vuelta por la población, Terrón y sus jinetes
vuelven a la montaña. Ya las ametralladoras republicanas están debidamente
emplazadas y abren fuego sobre la plaza facciosa. La desmoralización cunde en
las filas enemigas y Mediana, se rinde, creyendo que tras aquellas lomas hay
grandes contingentes del Gobierno, prestos a caer sobre el pueblo.
En las casas del lugar conquistado pueden verse pintados los colores
monárquicos y en alguna otra tapia hay pegados carteles de las J.O.N.S.
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