Ángel Barcia, obrero madrileño, comisario comunista,
en Mediana y fallecido en combate en el Ebro.
Tras sobrevivir a un ataque de
aviación italoalemán y perder su caballo, Rubén
consigue llegar a su destino, buscando
los lados de la montaña que están a cubierto de los disparos de la artillería
fascista. Por fin la línea telefónica me lleva a la Comandancia de la 9ª
Brigada. El Comisario, Ángel Barcia, está en la puerta de la cueva donde tiene instalado
su observatorio. Mientras dirige sus prismáticos al campo enemigo, me dice:
-En términos generales, hay que elogiar a toda la Brigada. La brillante
actuación del 4º Batallón, que manda Justo Hernández, fue decididamente
respaldada y apoyada por los demás.
Yo no he venido con intenciones de distraer al camarada Barcia. Por
eso, después de cambiar impresiones con él, me despido para ir a recorrer las
líneas que están allá abajo, en las huertas frente a Mediana.
Sigo el fondo de las vaguadas, para evitar ser visto por los telemetristas.
Al llegar a donde los soldados, acaba de empezar el combate. El estruendo de
las bombas de mano atruena el espacio, resonando en las cavidades de las rocas
y deslizándose a lo largo de los desfiladeros. No se escucha un solo disparo de
fusil.
Un soldado se presenta. Es el cabo de Enlaces de la Comandancia del 4º.
-¡Salud, mi Comisario! -dice al camarada que ostenta este cargo en el
Batallón-. Déjeme usted subir a la avanzadilla.
-Ahora no puede ser. Es muy peligroso y tú haces falta aquí.
-No me ocurrirá nada, mi Comisario, déjeme usted ir, por favor.
-¿Pero no comprendes que tu misión es tan importante como la del
compañero que está ahí delante, disparando contra el enemigo? Suponte que uno
de los cañonazos enemigos cause una avería en la línea telefónica y que no
podamos comunicarnos con la Brigada para pedir refuerzos. Si hubiera menester.
Yo no puedo abandonar mi puesto. Ninguno de nosotros puede abandonar su puesto;
eso lo sabes tan bien tú como yo.
El cabo insiste. Cree que puede hacer algo útil allá arriba también. Le
conceden el permiso y allá va, repleto el cinto de granadas de mano, gritando a
sus compañeros que se mantienen firmes en sus posiciones.
-¡Adelante camaradas! ¡Viva España republicana!-. Y a la cabeza de las
fuerzas, junto al Comisario y el Comandante, se interna en terreno enemigo,
haciendo huir a los fascistas con sus bombas de mano.
Restos de granadas polacas y Lafitte descubiertas frente a los parapetos republicanos de Mediana, testimonio de un golpe de mano de los sublevados.
El enemigo dispara sus morteros. Una de las granadas de éstos cae cerca
del cabo de Enlace y le hiere en ambas piernas., en el momento en que se dirige
a buscar a los camilleros para que socorran a los heridos.
En la operación, que dura cinco horas, se distinguen, con Paulino
Vergara, el cabo aludido, los tenientes Raimundo Cuesta, Jesús Vergara y Ramón
Ortega. El feudo decae, poco a poco. Se ha recogido en el campo algunos fusiles
y bastantes bombas de mano, marca ‘Laffite” (italianas).
Nuevamente aparece la aviación fascista. Los antiaéreos fustigan el espacio
con su fuego cerrado. Pero los aviones franquistas siguen avanzando. Entonces,
de las posiciones que ocupa el 1er Batallón, sale un “tac-tac-tac”, persiguiendo
a los cazas enemigos. Los aviones de escolta se confían; bajan demasiado,
ametrallando las posiciones. Nosotros nos tendemos rápidamente en tierra
esquivando el cuerpo a los proyectiles de las ametralladoras de los aparatos.
-¡Tac-tac-tac! ¡Tac-tac-tac!
–vuelve a sonar en las posiciones del 1er Batallón, mientras en el aire un
pájaro negro, de las fuerzas aéreas italianas, deja un reguero de humo y cae en
barrena, rápidamente, para estrellarse con estrépito sobre la verde huerta de
Mediana.
Anochece; el enemigo no se resigna a su derrota. Con la aparición de
las primeras estrellas, los morteros fascistas rompen el silencio.
Distribución de cráteres producidos por granadas artilleras y elementos de metralla. Área de Mediana intervenida en la campaña de 2014.
Mal comienza una noche que prometía ser de calma –le digo al Comisario,
mientras llevando el puño cerrado a la visera me despido del jefe y del
camarada. Al pasar frente al centinela que presta servicio junto a la
Comandancia, semiconfundido en las tinieblas de la noche otoñal, saludo:
-¡Buena guardia, camarada!
-Salud, buenas noches! –responde.
Después de la conquista
definitiva de Belchite el día 6 y del fin de los ataques en el sector de
Mediana, las posiciones alcanzadas se estabilizaron, emitiéndose orden desde el
cuerpo de ejército franquista de fortificarlas. Esta orden se repitió
posteriormente el día 14 de septiembre (mediante telegrama postal) y en
diciembre de 1937. Por parte republicana, los trabajos de fortificación se
iniciaron igualmente el día 7.
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