Lafitte bajo el Clínico.
Una cosa interesante que se deduce de los trabajos es que se empleó mucho menos derrumbe de obra en las labores de reconstrucción del parque de lo que uno pudiera pensar. La explicación es sencilla: la mayor parte del ladrillo y la teja se recuperó cuidadosamente para su reutilización en las casas y edificios públicos de Madrid (incluidas las facultades complutenses). La penuria económica explica que se reciclara todo lo reciclable.
Otra cosa interesante que hemos aprendido es que no todo el parque sufrió una alteración significativa de su topografía original. Esto no es necesariamente obvio en las fotos aéreas. La visión a ras de suelo resulta fundamental. Pese a que casi no se aprecian construcciones de la guerra en superficie, la realidad es que el suelo en determinadas partes se mantiene en su aspecto original. Esto lo sabemos porque estamos encontrando una gran cantidad de material de la guerra a pocos centímetros de la superficie.
Fondo de una granada de tonelete localizada cerca del Clínico.
Entre ese material, destacan docenas de restos de granadas e incluso granadas enteras. El panorama lo componen fundamentalmente bombas Laffite y granadas de fragmentación de tonelete, ambas reglamentarias en el Ejército español antes de comenzar la guerra. La mayor parte de los fragmentos (e incluso algunos elementos completos) aparecen muy cerca unos de otros, lo cual seguramente nos indica que en esas zonas se efectuaron golpes de mano. Algunos de los restos se relacionan probablemente con los asaltos al Clínico en noviembre de 1936, pero los asaltos localizados se sucedieron en este sector hasta los últimos días de la guerra.
Es difícil identificar los elementos con una fase u otra de la guerra. Algunas de las granadas aparecen sobre tierra removida por las grandes explosiones de minas que ocurrieron hasta principios de 1939 ¿Significa esto que los golpes de mano son tardíos? No necesariamente. Las explosiones mezclaron restos de 1936 con restos de 1938, sacaron a la luz cerámica de la Edad del Bronce y demolieron edificios del asilo de fines del siglo XIX. Crearon un nuevo estrato arqueológico multitemporal.
Encontrar las granadas a los pies del Clínico es toda una experiencia. Nos recuerda que la guerra está aún bajo nuestros pies, en espacios que conocemos bien y por lo que pasamos todos los días. Son dos mundos extraños que se encuentran superpuestos. Hace 80 años, estos dos mundos también estaban superpuestos. No en vertical, en este caso, si no en horizontal: mientras los soldados se batían a granadazos a las puertas de Madrid, la gente intentaba hacer su vida normal (dentro de la normalidad que permite una guerra) a unos pocos cientos de metros del frente. Hacían la compra, acudían a los bares, viajaban en metro, leían los periódicos, trabajaban.
Lo que hoy nos hemos acostumbrado a que pase a unos miles de kilómetros de nuestros hogares, los madrileños se habituaron a que sucediera a unas pocas paradas de tranvía de su barrio.
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