Un peine de fusil Máuser de 7 mm, el arma reglamentaria del Ejército español en 1936 (c) Álvaro Minguito.
A veces nos preguntan si no es un problema excavar un pasado tan reciente como el de la guerra y la dictadura, un pasado que todavía nos importa tanto. Es posible que sí. El tiempo permite observar la historia con más desapasionamiento. Aunque solo a veces. Los nativos americanos no observan con desapasionamiento la Conquista de América, porque siguen sufriendo sus consecuencias. Como no cambie mucho la situación, dentro de mil años seguiremos discutiendo sobre la Guerra Civil como si hubiera sido ayer.
La arqueología, de todas maneras, es en sí misma un ejercicio de distanciamento. Nuestras técnicas de recuperación de datos y de registro de la información transforman el pasado más próximo a la vez en un objeto científico y en un tiempo extraño.
Pero podemos ir un paso más allá y tratar de imaginar como verán unos arqueólogos dentro de cinco mil años los restos que excavamos hoy. Unos arqueólogos que solo dispongan de información textual fragmentaria e incompleta (como los investigadores que estudian el mundo celtibérico, por ejemplo) y los restos materiales.
Pongamos que estudian, como nosotros, la colina del Hospital Clínico de Madrid.
Se trata de un edificio civil, un hospital, destruido y reconstruido, en cuyas paredes todavía se aprecia el fuego de ametralladora, fusiles y artillería. A sus pies las ruinas arrasadas hasta los cimientos de unos pabellones que pudieron tener una función industrial, quizá, o asistencial. En todo caso, se trata de edificios civiles también, que en determinado momento fueron ocupados por militares.
Entre las ruinas encontramos restos de armamento reglamentario que se corresponde en su mayor parte con el que utilizaba el Ejército español en los años 30 (cartuchos y peines de Máuser español, granadas Laffite y de tonelete). La fecha la conocemos por los marcajes de la munición. También aparece armamento importado, concretamente de la Alemania nazi. Una insignia del cuerpo legionario ratifica la idea de que los ocupantes de las ruinas son una unidad del Ejército español.
Es más difícil saber quiénes son los atacados, porque las balas y granadas entrantes son de una variedad de países (Francia, Unión Soviética, Italia, Alemania, Reino Unido). Como si los atacados hubieran sido cogidos por sorpresa y hubieran tenido que armarse como pudieron. Por eso quizá también aparecen granadas artesanales y munición del siglo XIX. Pero esto puede que sea elucubrar. Y el arqueólogo de dentro de cinco mil años es positivista. Se ciñe a los datos materiales.
Tapa de una granada artesanal "Quinto Regimiento" encontrada en el cráter de mina del Clínico.
Un arqueólogo de dentro de cinco mil años llegará a la conclusión con los datos disponibles de que en los años 30 el Ejército español o una facción de dicho Ejército decidió ocupar militarmente la capital del Estado. Y como es un arqueólogo positivista y objetivo solo registrará estos hechos contrastables en su informe. Y quizá no sea necesario elucubrar más. Porque hay veces que los objetos hablan por sí solos.
A veces nos preguntan si no es un problema excavar un pasado tan reciente como el de la guerra y la dictadura, un pasado que todavía nos importa tanto. Es posible que sí. El tiempo permite observar la historia con más desapasionamiento. Aunque solo a veces. Los nativos americanos no observan con desapasionamiento la Conquista de América, porque siguen sufriendo sus consecuencias. Como no cambie mucho la situación, dentro de mil años seguiremos discutiendo sobre la Guerra Civil como si hubiera sido ayer.
La arqueología, de todas maneras, es en sí misma un ejercicio de distanciamento. Nuestras técnicas de recuperación de datos y de registro de la información transforman el pasado más próximo a la vez en un objeto científico y en un tiempo extraño.
Pero podemos ir un paso más allá y tratar de imaginar como verán unos arqueólogos dentro de cinco mil años los restos que excavamos hoy. Unos arqueólogos que solo dispongan de información textual fragmentaria e incompleta (como los investigadores que estudian el mundo celtibérico, por ejemplo) y los restos materiales.
Pongamos que estudian, como nosotros, la colina del Hospital Clínico de Madrid.
Excavación de las ruinas a los pies del Hospital Clínico.
Se trata de un edificio civil, un hospital, destruido y reconstruido, en cuyas paredes todavía se aprecia el fuego de ametralladora, fusiles y artillería. A sus pies las ruinas arrasadas hasta los cimientos de unos pabellones que pudieron tener una función industrial, quizá, o asistencial. En todo caso, se trata de edificios civiles también, que en determinado momento fueron ocupados por militares.
Entre las ruinas encontramos restos de armamento reglamentario que se corresponde en su mayor parte con el que utilizaba el Ejército español en los años 30 (cartuchos y peines de Máuser español, granadas Laffite y de tonelete). La fecha la conocemos por los marcajes de la munición. También aparece armamento importado, concretamente de la Alemania nazi. Una insignia del cuerpo legionario ratifica la idea de que los ocupantes de las ruinas son una unidad del Ejército español.
Es más difícil saber quiénes son los atacados, porque las balas y granadas entrantes son de una variedad de países (Francia, Unión Soviética, Italia, Alemania, Reino Unido). Como si los atacados hubieran sido cogidos por sorpresa y hubieran tenido que armarse como pudieron. Por eso quizá también aparecen granadas artesanales y munición del siglo XIX. Pero esto puede que sea elucubrar. Y el arqueólogo de dentro de cinco mil años es positivista. Se ciñe a los datos materiales.
Tapa de una granada artesanal "Quinto Regimiento" encontrada en el cráter de mina del Clínico.
Un arqueólogo de dentro de cinco mil años llegará a la conclusión con los datos disponibles de que en los años 30 el Ejército español o una facción de dicho Ejército decidió ocupar militarmente la capital del Estado. Y como es un arqueólogo positivista y objetivo solo registrará estos hechos contrastables en su informe. Y quizá no sea necesario elucubrar más. Porque hay veces que los objetos hablan por sí solos.
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