Eso es lo que haremos, o intentaremos hacer, a partir del martes 4 de julio ¿Y qué es una heterotopía? Más aún ¿se puede excavar eso? La respuesta a lo segundo es fácil. Sí, se pueden excavar las heterotopías. Y hay ya varios ejemplos de ello. En cuanto al concepto en sí, la respuesta requiere algo más de espacio.
El término heterotopía aparece descrito por primera vez en la obra del filósofo francés Michel Foucault (1926-1984). Foucault era un genio y se le ocurrían unas cien ideas al día. Como se murió pronto, muchas de ellas solo quedaron apuntadas -por suerte para los miles de teóricos que han hecho carrera posteriormente reescribiendo a Foucault. Heterotopía es uno de esos conceptos solo esbozados.
Etimológicamente significa un espacio otro o distinto. Esto es muy amplio, pero ya acota algo la definición: una heterotopía es un espacio que se sale de lo normativo, de lo dominante. Desde este punto de vista, puede tratarse de una utopía, un espacio de resistencia al orden hegemónico o una reinvención del orden establecido. La puerta del Sol, durante el movimiento 15M se convirtió en una heterotopía en este sentido.
Pero puede ser lo contrario también: el espacio periférico en el que el orden dominante aisla y recluye todo lo que es distinto. Este último tipo encaja en el modelo que Foucault denomina "heterotopía de desviación", que comprende a todas las personas que se salen de lo que se juzga socialmente aceptable: criminales, homosexuales, emigrantes, mendigos, locos, discapacitados, personas sin vínculos sociales.
La heterotopía que vamos a excavar en julio responde a este modelo. Es el Asilo de Santa Cristina, a los pies del Hospital Clínico, en la Ciudad Universitaria de Madrid. Cuando ahora pensamos en asilo pensamos en ancianos. Pero en el siglo XIX un asilo era una institución que acogía a todo tipo de personas que se salían de la norma social: gentes sin recursos, con problemas psiquiátricos, mujeres descarriadas, huérfanos... Durante esa época, la periferia de Madrid se llenó de centros en los que aislar y en la medida de lo posible transformar a estas personas otras.
Moncloa ofrece un buen ejemplo de ello. No es casual que en la misma zona, entonces periférica, de la capital donde se levantó el Asilo de Santa Cristina (en 1895) existiese ya la cárcel modelo (1877) y posteriormente se comenzara a construir el Hospital Clínico (1932). Huérfanos, presos, enfermos: gente otra. También en el mismo barrio se encontraba el cuartel del Infante Don Juan: los militares son otros seres liminales (aunque poderosos en este caso), porque su actividad, que tiene que ver con la violencia, es el reverso de prácticas cotidianas y valores socialmente aceptados.
Heterotopías semejantes a la de Moncloa surgieron en otros barrios de los márgenes de Madrid. El récord heterotópico se lo lleva Carabanchel: entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX se construyeron allí un manicomio, una escuela-taller para pobres, un hospital para epilépticos, una escuela para huérfanos, un reformatorio, una casa para convalecientes dependiente del hospital de expósitos de Madrid, un centro para trabajadores discapacitados, un asilo para ancianos, un hospital militar y un campamento militar. En 1940, además, comenzarían la construcción del espacio archi-heterotópico que fue la cárcel de Carabanchel.
La proliferación de estos espacios tiene que ver con un cambio importante en la concepción del Estado en el siglo XIX, que también estudió Michel Foucault. Durante esa época comienza a desarrollarse el poder biopolítico, que al contrario que el poder soberano no se caracteriza simplemente por ejercer su potestad sobre la vida o la muerte de los súbditos, sino que se preocupa por gestionar y regular la vida (de ahí biopolítica) de los ciudadanos.
Por su ubicación en los márgenes de la ciudad, es lógico que las heterotopías madrileñas acabaran convertidas en campos de batalla, en sí mismos espacios otros, heterotópicos, en los que se desarrollan actividades excepcionales (el asesinato y la destrucción, por ejemplo, pasan a estar permitidos). La propia arquitectura de estos centros facilitó su reconversión en fortificaciones y centros militares.
Excavar una heterotopía es posible, pero no fácil. Menos si ha sido destruida en una guerra, demolida en una posguerra y reconvertida finalmente en parque. Pero si algo sabemos los arqueólogos es que algo siempre queda. Seguidnos a partir del martes para saber qué es lo que ha sobrevivido, bajo la superficie, de este espacio otro.
El término heterotopía aparece descrito por primera vez en la obra del filósofo francés Michel Foucault (1926-1984). Foucault era un genio y se le ocurrían unas cien ideas al día. Como se murió pronto, muchas de ellas solo quedaron apuntadas -por suerte para los miles de teóricos que han hecho carrera posteriormente reescribiendo a Foucault. Heterotopía es uno de esos conceptos solo esbozados.
Etimológicamente significa un espacio otro o distinto. Esto es muy amplio, pero ya acota algo la definición: una heterotopía es un espacio que se sale de lo normativo, de lo dominante. Desde este punto de vista, puede tratarse de una utopía, un espacio de resistencia al orden hegemónico o una reinvención del orden establecido. La puerta del Sol, durante el movimiento 15M se convirtió en una heterotopía en este sentido.
Pero puede ser lo contrario también: el espacio periférico en el que el orden dominante aisla y recluye todo lo que es distinto. Este último tipo encaja en el modelo que Foucault denomina "heterotopía de desviación", que comprende a todas las personas que se salen de lo que se juzga socialmente aceptable: criminales, homosexuales, emigrantes, mendigos, locos, discapacitados, personas sin vínculos sociales.
La heterotopía que vamos a excavar en julio responde a este modelo. Es el Asilo de Santa Cristina, a los pies del Hospital Clínico, en la Ciudad Universitaria de Madrid. Cuando ahora pensamos en asilo pensamos en ancianos. Pero en el siglo XIX un asilo era una institución que acogía a todo tipo de personas que se salían de la norma social: gentes sin recursos, con problemas psiquiátricos, mujeres descarriadas, huérfanos... Durante esa época, la periferia de Madrid se llenó de centros en los que aislar y en la medida de lo posible transformar a estas personas otras.
Entrada al asilo de Santa Cristina
Moncloa ofrece un buen ejemplo de ello. No es casual que en la misma zona, entonces periférica, de la capital donde se levantó el Asilo de Santa Cristina (en 1895) existiese ya la cárcel modelo (1877) y posteriormente se comenzara a construir el Hospital Clínico (1932). Huérfanos, presos, enfermos: gente otra. También en el mismo barrio se encontraba el cuartel del Infante Don Juan: los militares son otros seres liminales (aunque poderosos en este caso), porque su actividad, que tiene que ver con la violencia, es el reverso de prácticas cotidianas y valores socialmente aceptados.
Cárcel modelo. Actualmente el espacio lo ocupa el edificio del Ministerio del Aire.
Heterotopías semejantes a la de Moncloa surgieron en otros barrios de los márgenes de Madrid. El récord heterotópico se lo lleva Carabanchel: entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX se construyeron allí un manicomio, una escuela-taller para pobres, un hospital para epilépticos, una escuela para huérfanos, un reformatorio, una casa para convalecientes dependiente del hospital de expósitos de Madrid, un centro para trabajadores discapacitados, un asilo para ancianos, un hospital militar y un campamento militar. En 1940, además, comenzarían la construcción del espacio archi-heterotópico que fue la cárcel de Carabanchel.
Asilo de San José en Carabanchel.
La proliferación de estos espacios tiene que ver con un cambio importante en la concepción del Estado en el siglo XIX, que también estudió Michel Foucault. Durante esa época comienza a desarrollarse el poder biopolítico, que al contrario que el poder soberano no se caracteriza simplemente por ejercer su potestad sobre la vida o la muerte de los súbditos, sino que se preocupa por gestionar y regular la vida (de ahí biopolítica) de los ciudadanos.
Por su ubicación en los márgenes de la ciudad, es lógico que las heterotopías madrileñas acabaran convertidas en campos de batalla, en sí mismos espacios otros, heterotópicos, en los que se desarrollan actividades excepcionales (el asesinato y la destrucción, por ejemplo, pasan a estar permitidos). La propia arquitectura de estos centros facilitó su reconversión en fortificaciones y centros militares.
Uno de los edificios del asilo destruidos durante la guerra
Excavar una heterotopía es posible, pero no fácil. Menos si ha sido destruida en una guerra, demolida en una posguerra y reconvertida finalmente en parque. Pero si algo sabemos los arqueólogos es que algo siempre queda. Seguidnos a partir del martes para saber qué es lo que ha sobrevivido, bajo la superficie, de este espacio otro.
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