jueves, 3 de septiembre de 2015

Mami ¡cómprame una Barbi!


Hay días perfectos de trabajo de campo, como hoy, aniversario de la caída del Seminario Menor en manos republicanas. Estamos en un fortín solitario, el puesto requeté más avanzado de Belchite, en conexión visual con el viejo cementerio. El sustrato geológico nos recuerda que estamos en una antigua terraza fluvial. En su día los propietarios de la finca clarearon las tierras y rellenaron el interior de la fortificación con cantos de cuarcita y gravas. Mientras esperamos a nuestro palista de confianza, el maño-rumano (o sea, rumaño) Adrian, se nos acerca un pastor vecino del pueblo con su rebaño de ovejas. Un gran tipo. Nos comenta su mili en el 76, muerto ya Franco, por cuarteles de Leon y Valladolid. Mientras hablamos, Adrian, como buen representante de la escuela del Este, mezcla tacto, constancia y talento en el trato del balón, digo, perdón, de la cuarcita.

La segunda visita de la mañana nos aporta información esclarecedora. Un vecino, Paco el Chulo, zahorí vocacional, nos relata la tragedia de su familia: "Nosotros éramos de los malos", me comenta para ver mi reacción. Los franquistas fusilaron a sus abuelos y metieron en un batallón de trabajadores a su padre, por ser socialistas. Este último trabajó como mano de obra esclava tres años en Dos Hermanas, en Sevilla, en la construcción del canal del Guadalquivir. Cuando volvió, vecinos fieles al régimen le habían usurpado fincas. Las últimas casas del Belchite Nuevo fueron el nuevo hogar de esta escoria social. Nuestro amigo se crió en la inmediata postguerra en las ruinas del Belchite viejo.

Es un lujo que nos cuente la intrahistoria de este paisaje que cada vez se nos hace más familiar. Durante su relato, Paco nos habla de las posiciones requetés en el cementerio, de cómo abrieron boquetes en la tapia para habilitar piezas de artillería. Nuestro colega Salvatore Garfi se lanza a la búsqueda de las trazas de la memoria en el cementerio. Toda una lección de Arqueología de la Arquitectura.

Una vez retirado el relleno de cascotes limpiamos lo poco que queda del suelo de ocupación del fortín. La encuesta etnográfica nos confirma que la recuperación de ferralla, munición y objetos metálicos fue clave en la dura postguerra de la autarquía para la supervivencia de muchas familias locales. A pesar de ello, documentamos en una esquina una estructura de combustión con casquillos, una arandela de una escudilla de rancho, abridores de lata de conservas, huesos de ovicáprido... En los peldaños de acceso al fortín, aparecen evidencias del combate: balas, casquillos y guías de peine. Entre el material destaca una guía de peine de munición para rifle checoslovaco. Estamos hablando de las armas que ayudaron al Gobierno de Euzkadi a resistir la primera ofensiva de Mola en octubre de 1936. Cuando cae Bizkaia en el verano de 1937 muchas de estas armas pasaron a las Brigadas Navarras y a diversos Tercios de Requetés, como es el caso. También documentamos casquillos de la fábrica de Sevilla y casquillos de arma corta no reglamentaria, de pistolas usadas por esos requetés, paramilitares durante los años de la IIª República.

Limpiar las troneras de la galería de fusileros nos mete de lleno en el paisaje. Nuestro compañero Tasio, artista del mundo audiovisual, saca provecho del avance de las excavaciones. La sorpresa, siguiendo la Ley de Murphy de la Arqueología de campo, se produce al final de la jornada. Limpiando uno de los orificios en donde se guardaban las cajas de munición nos econtramos con la inscripición que nos pone sobre la pista de quienes construyeron el fortín: LOS BARBIS 1937. Unos viejos conocidos nuestros. Esta compañía de zapadores nº 5 es la artíficie de muchas de las fortificaciones  franquistas en el Campo de Belchite, como las del Saso que excavamos el año pasado.
No sólo ellos quisieron pasar a la posteridad.


En este fortin de estilo mudéjar que combina ladrillo y sillares de hormigón, un soldado requeté dejó grabado: T del C. Tercio del Carlismo.

Como decía Sébastien Le Prestre, Señor de Vauban, un gran ingeniero militar francés El destino de una fortificación es que sea tomada por el enemigo.

No hay comentarios: