martes, 14 de julio de 2009

Huesos bajo el césped


Junto al Faro de Moncloa -esa torre metálica que se alza tras el Arco de la Victoria en la fotografía- han aparecido hoy restos humanos durante la realización de unas obras. Todavía no se sabe si pertenecen a la Guerra Civil, pero todo hace pensar que sí, pues el Faro de Moncloa se encuentra en una de las zonas más batidas de la Ciudad Universitaria durante todo el conflicto. Probablemente, si además de llamar a la policía, los encargados de la obra contactaran con arqueólogos, tendríamos más posibilidades de saber a qué periodo corresponden los restos y cómo acabaron ahí. La aparición de huesos humanos en el Campus de Moncloa y su entorno es relativamente habitual. Por ejemplo, en febrero de 2007 se localizaron restos de posibles combatientes durante unas remociones de tierras en las pistas de deportes de Cantarranas.


Al contrario que las exhumaciones de represaliados, la recuperación de los cadáveres de soldados en campos de batalla -casi siempre de forma fortuita- no suele generar mucha atención mediática. Tampoco se sigue un proceso estricto de documentación e identificación de los restos y su contexto. Esto es doblemente lamentable: en primer lugar, porque esas personas tienen seguramente familiares vivos en la actualidad, que quizá estarían interesados en dar una sepultura digna a sus parientes. Si no es posible identificar los cadáveres, en cualquier caso merecen un entierro mejor que unas dependencias policiales o un osario anónimo. En segundo lugar, porque si los huesos acaban sus días en algún lugar desconocido nos quedamos sin valiosos datos históricos que nos podrían ayudar a conocer mejor distintos aspectos de la Guerra Civil.


La fotografía que ilustra esta entrada es significativa. El Arco de la Victoria es parte de la escenografía franquista construida para ofrecer una imagen gloriosa de la "cruzada" y del nuevo régimen. Con la tramoya monumental se pretendía sepultar el recuerdo de la guerra en la Ciudad Universitaria y camuflar sus cicatrices. Sin embargo, hallazgos como el de hoy demuestran una vez más que los muertos se resisten a permanecer en el olvido. Como las trincheras y los agujeros de bala que registramos durante nuestros trabajos, los huesos son parte del espectro de la Historia que acecha, cada día, bajo la aparente normalidad del campus.


domingo, 21 de junio de 2009

Prospección de superficie

Vidrios aparecidos en el entorno de trincheras durante la prospección de superficie. Muchos de ellos pertenecen sin duda al período de la Guerra Civil.

Hemos acabado el trabajo de laboratorio. Dejamos para el final el análisis de los materiales procedentes de la prospección de superficie. De los 370 artefactos registrados en el campo, sólo hemos catalogado y conservado 69: bien porque están claramente ligados a la Guerra Civil, bien porque se trata de restos arqueológicos más antiguos (algunas porcelanas del siglo XIX, cerámicas vidriadas de los siglos XVIII-XIX).

Porcelanas del siglo XIX de la Dehesa de la Villa.

Objetos que sin duda corresponden a los hechos bélicos son los siguientes: 9 fragmentos de metralla (dos de ellos de grandes dimensiones); 1 fragmento de metralla de granada; 9 balas de calibres variados (7 mm, 7.92, 8 mm y 10.4 mm Vetterli) y 1 casquillo de 7 mm.

Dos fragmentos de proyectiles de artillería localizados durante la prospección de superficie.

La distribución de los materiales nos habla más de los procesos posdeposicionales (es decir, lo que ha sucedido después de la guerra), que sobre la guerra misma. La mayor parte de los artefactos militares aparecen en el parque situado al norte de la UNED y la Facultad de Informática, que es también donde se conservan los mejores tramos de trinchera. En concreto, es en el tercio occidental donde hemos identificado más balas, lo cual es lógico porque es la parte más expuesta al frente.

En la zona de la Dehesa de la Villa han aparecido dos balas y tres fragmentos de metralla, lo que la sitúa en el segundo lugar en cuanto a hallazgos bélicos. Deberían haber aparecido más, pero dada la gran actividad humana en el entorno (incluida la de los buscadores de reliquias militares), explica nuestros limitados descubrimientos.

El área del Clínico es la que ha suministrado menos elementos claramente relacionados con la Guerra Civil: dos fragmentos de metralla de artillería y un fragmento de granada. En este caso, el reducido número de objetos se explica por el aporte de escombros de posguerra y el intenso ajardinamiento, que sepultaron las trincheras y ocultaron los desechos bélicos.

Fotografía de Google Earth de las trincheras localizadas al norte de la Facultad de Informática con superposición de hallazgos. Los símbolos rosas indican cerámica; los verdes, vidrio; los amarillos, fragmentos de metralla, y el rojo, bala. La gran acumulación de cerámica datable en el siglo XIX o inicios del XX en esta zona quizá indique la existencia de alguna estructura agropecuaria.

lunes, 15 de junio de 2009

En las trincheras del Jarama

Las trincheras del Jarama bajo el tórrido sol de junio.

El pasado sábado estuvimos visitando las fortificaciones relacionadas con la Batalla del Jarama que se conservan en Rivas Vaciamadrid. Nos hicieron de guía tres grandes conocedores de los restos bélicos, Jacinto Arévalo, José María Fernández Tavera y Julián González Fraile, que pertenecen a las asociaciones Espacios para la Memoria y Gefrema. Desde hace varios años están realizando un trabajo ejemplar de catalogación, estudio, difusión y puesta en valor de los numerosos vestigios de la contienda existentes en el término municipal de Rivas. Entre otras cosas, organizan un campo de trabajo (Un río con nombre de batalla) en el que participan jóvenes de diversos países. En la página de Gefrema podéis encontrar información para el programa de este año (27 de junio - 5 de julio).

Uno de los abrigos con ramal de acceso. Bastante mejor conservado que los de la Ciudad Universitaria (pero es que las arenas pleistocénicas no son como los yesos del Jarama).

Las trincheras se encuentran en un estado de conservación impresionante: las paredes excavadas en el yeso se mantienen perfectamente verticales 70 años después del final de la guerra. En algunos sitios incluso se observan las marcas de los picos. Al tratarse de zonas despobladas, además, las estructuras militares no se colmataron ni se destruyeron, al contrario de lo que sucedió en la Ciudad Universitaria. Al igual que en la Universidad, sin embargo, los restos que hoy en día se pueden contemplar no tienen que ver con la Batalla del Jarama propiamente dicha, que se desarrolló durante 19 fatídicos días de febrero de 1937, si no con la posterior estabilización y fortificación del frente.

Detalle del zigzag de una de las trincheras.

Una de las cosas que llaman la atención es que, en una zona relativamente reducida, resulta posible visitar una gran variedad de elementos defensivos (trincheras, ramales, refugios, fortificaciones de hormigón), lo cual supone un valor añadido desde el punto de vista didáctico. Por si los restos que se conservan no fueran suficientes para hacernos una idea de cómo era el frente, el equipo de Espacios para la Memoria ha reconstruido algunos tramos de trinchera con sacos terreros. El resultado es magnífico. El problema: cómo evitar que los sacos se degraden rápidamente a la intemperie.

Jacinto Arévalo explica a Alicia y Peter la estructura desde donde se lanzaban granadas. Al fondo, Julián González tomando una fotografía.

No lejos de las trincheras se encuentra el Puente de Arganda, que sobrevivió a la guerra, aunque tuvo que ser parcialmente reconstruido. Del conflicto conserva cicatrices en forma de impactos de bala parecidos a los que nosotros hemos documentado en la Facultad de Farmacia.

Barandilla del Puente de Arganda con huellas de impacto de bala.

Aprovechamos esta entrada para agradecer a nuestros guías sus detalladas explicaciones y esperamos que su proyecto de puesta en valor de los restos siga adelante con éxito.

viernes, 12 de junio de 2009

Laboratorio

Siglando balas. Afortunadamente las cajas que aparecen al fondo no son nuestras

Hoy acabamos de siglar y revisar los materiales aparecidos durante la prospección con detector de metales: muchas balas, algunos casquillos y unos cuantos fragmentos de metralla.

Foto de familia de las balas y casquillos descubiertos con detector. Faltan las balas de 7.92 mm que están muy corroídas por el óxido

Aunque vistas en conjunto impresionan, si dividimos el total de balas por los días que duró el asedio, nos sale a un disparo de fusil cada cinco días. Vamos, que esto no fue el desembarco de Normandía. Sin embargo, siempre que limpiamos y catalogamos material encontramos nuevos elementos que nos ayudan a comprender la microhistoria de la trinchera. Hemos podido observar que si en el Abrigo 2 disparaban con Mosin Nagant, en el Abrigo 1 se defendían sobre todo con máuseres de 7 mm. Aunque junto a este abrigo también aparece algún casquillo de Mosin y de 0.303, sólo los de 7 mm se encuentran percutidos. También puede ser que al que le tocó el máuser nacional fuera de gatillo fácil. Pero eso me temo que nunca lo sabremos. La arqueología tiene sus límites.

sábado, 23 de mayo de 2009

Una trinchera muy limpia

Vidrio procedente del Abrigo 1. Las botellas de vino son de un picnic de los años 60. El vidrio azul y el de cerveza (arriba derecha) pueden ser de la guerra.

La limpieza, siglado y análisis de los materiales procedentes de nuestra excavación está llegando a su fin. Ahora tenemos ya una visión clara de conjunto de lo que hemos encontrado. En otra entrada señalamos que los casquillos eran escasos en la posición y lo atribuíamos al reciclado de material de guerra -que aparece reflejado en documentos de la época. La verdad es que los objetos no bélicos tampoco resultan precisamente abundantes. La cantidad de latas y botellas que descubrimos en la excavación es muy reducida. Esto se debe seguramente a dos motivos: el primero es que los materiales relacionados con la alimentación y otras actividades no bélicas también se reciclaban (lo que indica la penuria de las líneas republicanas). Nuestras compañeras historiadoras han descubierto documentos en los archivos en los que se ordena a las tropas de este sector que recojan botes vacíos de leche condensada y otros envases. No es casual que hayamos encontrado la tapa de una lata de "La Lechera", pero no el resto del recipiente. Tampoco es casual que el poco vidrio que se documenta esté sumamente fragmentado. Sólo nos encontramos lo que no se puede reciclar.

A la izquierda, dos latas de sardinas de la Guerra Civil, una de ellas (arriba) abierta a bayoneta. Son de las mejor conservadas. A la derecha, tapa de una lata de leche condensada.

La otra razón por la que no encontramos muchos artefactos es que la trinchera que estudiamos es de larga duración. Cuando uno sabe que va a estar en una posición poco tiempo -por ejemplo, en frentes móviles como los de la Batalla del Jarama o Guadalajara-, no se preocupa ni en reciclar el material ni en arrojarlo en lugares acondicionados a tal efecto (o sea, basureros). Por eso delante de las trincheras de zonas "calientes" (o detrás) suelen aparecer multitud de latas y botellas rotas. Pero cuando una fortificación es estable y los soldados saben que tendrán que pasar semanas o meses en ella, lo último que les apetece es vivir rodeados de porquería. Entre otras cosas, porque ello colabora a transmitir enfermedades. El resultado, en nuestro caso, es una trinchera (desgraciadamente) muy limpia.

lunes, 18 de mayo de 2009

Congreso Internacional Landscapes of War


En nuestro intento de seguir difundiendo nuestro trabajo, una parte del equipo expondrá en Valencia una comunicación sobre la Facultad de Farmacia como paisaje de guerra olvidado el próximo 28 de mayo en el congreso internacional Landscapes of War coordinado por la Federació Valenciana de Municipis i Províncies (FVMP) y el Consell Valencià de Cultura (CVC). El proyecto Landscapes of War es una iniciativa europea que pretende mejorar el conocimiento público a través de la compilación e inventariado del patrimonio bélico del siglo XX en la Unión Europea.

martes, 5 de mayo de 2009

Uniendo los puntos

Una imagen de la base de datos de la excavación

Analizar los datos de una excavación es una labor complicada y que requiere mucha paciencia, incluso cuando la superficie intervenida no es muy grande. Pero es también una tarea apasionante: unimos los datos de los inventarios, las descripciones de las piezas y los planos de distribución y comienza a dibujarse una historia que (más o menos) tiene sentido.

Hoy hemos comenzado la ingrata tarea de limpiar y siglar los materiales de la excavación - es decir, escribir sobre ellos un código que permite identificarlos en nuestra base de datos y recuperar toda la información pertinente sobre ellos. Es un trabajo monótono pero imprescindible, entre otras cosas porque los objetos, cuando queden depositados en un museo, deben seguir siendo utilizables y reinterpretables por otros investigadores.

Al siglar comprobamos la tipología del material (si un casquillo pertence a un Mosin Nagant o un Lebel, por ejemplo) y las trazas de su uso: si una bala está impactado o no y cómo, si tiene estrías (que demostrarían que se ha disparado), si éstas son más o menos profundas (lo que revela el estado del ánima del fusil o ametralladora). Al introducir los datos en nuestra base, hemos podido confirmar que en el Abrigo 2 aparecieron la mayor parte de los casquillos - el 75%, para ser exactos - localizados en la excavación. Esto corrobora nuestra impresión de que el abrigo constituía la principal posición de tiro de la trinchera. No es casual, por lo tanto, que posea la mejor visibilidad de toda la fortificación.

Pero además hay otro dato interesante: en este sitio aparecieron dos casquillos antiguos de gran calibre: uno de Vetterli y otro de Remington (que, como ya hemos indicado en otra entrada, son armas del último cuarto del siglo XIX) y dos balas no disparadas de Vetterli. Al comprobar su posición estratigráfica, nos damos cuenta de que aparecen en estratos más superficiales (UE 11 y 13) que las balas de Mosin (UE 33, sobre todo). Aunque parece una situación ilógica - lo más antiguo se supone que aparece más profundo - no tiene porque serlo necesariamente.

En realidad, los proyectiles de Mosin Nagant pertenecen en su mayoría a la última fase de uso de la trinchera, cuando el armamento ruso predominaba en el ejército republicano. Seguramente hemos de pensar que la mayor parte de ellos se dispararon en un momento tardío, quizá en 1939. Esto lo deducimos porque aparecen fosilizados sobre el suelo del Abrigo 2, donde quedaron sepultados tras el abandono de la trinchera. Si el Mosin se hubiera disparado en enero de 1937, pongamos por caso, es muy difícil que hubieran llegado hasta nosotros los casquillos in situ: se habrían reutilizado o arrojado fuera del abrigo.

En cambio, los proyectiles de Vetterli y Remington son de momentos iniciales de la guerra, cuando un ejército poco organizado y peor surtido recurría a cualquier tipo de armas para hacer frente a los sublevados. Pero ¿por qué aparecen en superficie? Sencillamente, porque cuando las tropas republicanas usaban Vetterli y Remington la trinchera no existía. Los proyectiles son seguramente el testimonio de los combates en torno a Puerta de Hierro en noviembre de 1936, varios meses antes de que la trinchera se excavase. Significativamente, detrás de la zanja apareció en prospección un fragmento de granada rusa (que revela combates a corta distancia) y otro proyectil de Vetterli. Es posible que los casquillos y balas antiguos del Abrigo 2 estén desplazados por las obras de excavación de la trinchera y las posteriores erosiones y colmataciones. Por eso, precisamente, aparecen arriba y no en fondo.

Así, poco a poco, vamos tratando de desenmarañar el palimsesto arqueológico de la trinchera.