Oficiales del ejército español en agosto de 1936
Desde que iniciamos este blog hace ya algunos años (y nuestro
perfil de facebook más recientemente) hemos comprobado en numerosas ocasiones que
cada vez que realizamos una crítica de la dictadura, los militares sublevados o
la represión franquista, surgen voces que nos acusan de “falta de objetividad”.
Por lo visto, si criticamos a Yagüe tenemos que hacer lo propio con
Líster, si nos quejamos de Franco debemos acordarnos también de la Pasionaria y
cualquier mención a una fosa común con republicanos debería ir acompañada de,
al menos, una mención a Paracuellos. Como si los que escribimos en este blog y
participamos del proyecto que lo sustenta fuéramos los grandes amigos del estalinismo
o de los pistoleros de la FAI. Como si la dictadura que sufrió España hasta 1975
la hubieran liderado Largo Caballero y sus sóviets y el golpe de julio hubiera
sido cosa de Melchor Rodríguez y Cipriano Mera.
Hemos repetido en numerosas ocasiones que aquí estamos
contra toda dictadura, toda represión política, todo tipo de crimen de lesa
humanidad. Y nos da igual que lo cometa alguien que se autodefina de izquierdas
o de derechas, fascista o comunista, anarquista o monárquico. Estamos en contra de la tortura, el tiro
en la nuca, la dictadura. Qué le vamos a hacer: es cierto, no somos neutrales.
Pero lo que sí tratamos de ser, y lo hemos repetido
infinidad de veces, es objetivos. Esta objetividad es la que hace que
excavemos con igual dedicación y esmero una fosa común con soldados franquistas
que una con republicanos. En nuestras memorias científicas están todos los
datos que recogemos en el campo: no nos arrogamos el monopolio de la
interpretación. Conviene recordar que en el momento de escribir esto llevamos
recuperados cinco veces más soldados del bando sublevado que del Ejército
Popular. Unos soldados caídos por Dios y por España a los que su Caudillo no
tuvo a bien dar una sepultura digna (aunque probablemente sea mejor yacer en
una fosa anónima en el campo de batalla que empotrado en el egomonumento de
Cuelgamuros).
Exhumación de un soldado franquista en Abánades.
Si estudiamos la violencia franquista es porque en España lo
que ha habido es una dictadura derechista de cuarenta años. Esto significa
cuarenta años de contar mentiras, y no de cualquier forma, sino de la forma
abrumadora y monológica de la que solo es capaz una dictadura. Es necesario un
esfuerzo enorme para desmontar esas mentiras y, sobre todo, esa media historia
que se ha contado, con tantas medias verdades, tantas lagunas. Todo el mundo
conoce Paracuellos. Pero ¿cuántos conocían Estépar antes de que nuestros
colegas se pusieran a exhumar los cientos de cadáveres enterrados en este monte
de Burgos? Exhumar Estépar no le resta un ápice de gravedad a Paracuellos, pero
muchos parecen considerar que recuperar la memoria de las víctimas republicanas
es manchar la de las víctimas de violencia izquierdista. Es lo que pasa cuando uno ha
tenido el monopolio de la historia y del victimismo y del recuerdo durante años
y años. Que no acepta competencia: solo sus muertos duelen. A mí me duelen
todos los muertos.
Exhumación de una de las fosas de Estépar
¿Por qué no excavamos la represión cometida en zona
republicana pues? Una de las razones es la ya expuesta: porque en España lo que
ha habido es una dictadura derechista de cuarenta años, que recordó
ostentosamente a sus muertos y reprimió la otra memoria sin piedad.
Pero esta respuesta no es suficiente. Que la dictadura haya recordado a los
muertos de su bando no significa que la democracia no deba hacerlo: al
contrario, es necesario que recordemos a las víctimas de la violencia
en zona republicana con memoriales democráticos y no fascistoides. Aunque solo sea
porque muchos de ellos no murieron por Dios y por España y menos aun por los
ideales del "Movimiento". La memorialización, sin embargo, es una cuestión que a nosotros no nos
compete directamente como arqueólogos. Lo que sí nos compete es producir
conocimiento objetivo y contrastado sobre el pasado. Y desde este punto de
vista, podemos excavar fosas con víctimas derechistas.
Exhumación de víctimas de la violencia revolucionaria en Camuñas (Toledo)
Pero nos encontramos dos problemas: en primer lugar, con la falta de financiación
que padecemos, sería una injusticia dedicar unos recursos casi inexistentes a exhumar las escasas
tumbas de este tipo que puedan quedar (y sobre las que no ha
habido reclamaciones de familiares, que sepamos), en vez de las miles de fosas con republicanos
cuyos familiares, además, han vivido estigmatizados durante décadas y sin
posibilidad de duelo. Cuando se ha realizado una petición expresa, sin embargo, se
han llevado a cabo exhumaciones de asesinados por la violencia izquierdista: este es el
caso del pozo de la mina de Camuñas, en Toledo. Y se volverán a realizar las veces que haga falta. En segundo lugar, nosotros
somos arqueólogos, no historiadores. Los arqueólogos trabajan con lo que queda
de la historia. Lo que queda del período comprendido entre 1936 y 1948 son fundamentalmente
fosas con gente asesinada por los sublevados durante la guerra, fosas con
guerrilleros asesinados por la Guardia Civil después de la guerra, fosas con
personas condenadas a muerte por la justicia de Franco, campos de
concentración, prisiones y destacamentos penales de la dictadura, monumentos
franquistas, arquitectura franquista, urbanismo franquista. Esto es lo que compone nuestro
registro arqueológico, o al menos el 90%.
El registro arqueológico del franquismo: letrina del campo de concentración de Castuera.
Con los crímenes de lesa humanidad adoptamos una postura
simétrica: tan execrables son los que cometen unos como los que cometen otros, el anarquista o el falangista.
Pero esta simetría no se puede hacer extensible a todo. No es lo mismo la
República y los sublevados. Las diferencias han sido expuestas en innumerables
ocasiones por historiadores y politólogos con más argumentos que los que
podamos ofrecer nosotros. Pero lo que está claro es que en julio de 1936, en España
había un régimen constitucional con un gobierno elegido democráticamente. El
golpe de estado lo llevaron a cabo militares africanistas apoyados por diversos
sectores de la derecha. El golpe fracasó, dio lugar a una guerra civil y
desencadenó una revolución sangrienta en zona republicana, que después se utilizó
retroactivamente para legitimar la guerra. Daniel Goldhagen ha demostrado que casi todas las políticas eliminacionistas (desde las de los nazis hasta Ruanda) se han tratado de justificar afirmando que sus asesinatos son preventivos, para evitar que los otros -a los que asesinan en masa- acaben con ellos si se les da la oportunidad. El franquismo no difiere de este comportamiento y mucha gente sigue dando por buena su tesis: si no se hubiera producido la sublevación, lo que nos esperaba era un holocausto rojo.
No sabemos lo que habría pasado con
la República si hubiera ganado la guerra. Pero sí
sabemos cómo era la República antes del 18 de julio de 1936 y sabemos cómo fue
la dictadura que sucedió a la República. Decir que todos los bandos eran iguales
no solo nos impide comprender la historia, con toda su complejidad y sus matices. Equiparar la República a Paracuellos es más que una calumnia. Es un error histórico de primer orden. Pero la teoría de los dos bandos nos impide, sobre todo, distinguir
entre democracia y dictadura. Por muy imperfecta y conflictiva que fuera esa democracia
en 1936, era una democracia – el peor de los sistemas a excepción de todos los
demás, como diría Churchill. Y justificar el golpe de estado en 1936 abre la puerta a dar por válidos los golpes de estado en general.
A veces en la historia hay que tomar partido, porque, como
ha dicho Desmond Tutu, “si eres neutral en situaciones de
injusticia has elegido el lado del opresor”. Si eres neutral ante un golpe de
estado, estás con el golpe de estado. Si eres neutral entre dictadura y
democracia, estas con la dictadura. Nuevamente, no ser neutral no significa
carecer de objetividad. Más bien es lo contrario: el crítico inglés Terry Eagleton ha señalado que el tomar partido y la objetividad van de la mano. Un ejemplo: recientemente en una recensión de un libro sobre la historia de la esclavitud
en EEUU publicada por The Economist, el reseñista escribía que en la obra “casi
todos los negros son víctimas; casi todos los blancos, malvados. Esto no es
historia; es activismo”. Menos de 24 horas después The Economist retiraba el
artículo y se disculpaba con la siguiente nota: “La esclavitud era un sistema
maligno, en el que la gran mayoría de las víctimas eran negros, y la gran
mayoría de los blancos implicados en la esclavitud participaban voluntariamente
en ella y se beneficiaban de ese mal. Lamentamos haber publicado el artículo y
pedimos disculpas”. The Economist está reconociendo que una lectura objetiva de
la historia, en este caso, no permite la simetría. Nos obliga a señalar a los opresores y definirlos como tales.
Negociación laboral en EEUU en el siglo XIX
Cuando alguien se siente ofendido porque criticamos a un
general franquista o un asesino de la Falange, inmediatamente nos achacan falta de objetividad. Yo no siento ningún tipo de molestia cuando
alguien arremete contra Líster u Orlov. No veo la necesidad de responderle que se acuerde también de Yagüe o Queipo. Básicamente porque no me identifico de ninguna manera con aquellos personajes. La retórica del “y tú más” se la dejo, por tanto, a nuestros políticos. Se dice que Cordell Hull, secretario de Estado
de Roosevelt dijo del dictador Somoza: “puede que sea un hijo de puta, pero es
nuestro hijo de puta”. En España, quiero pensar que son pocos los que defienden abiertamente las dictaduras o la represión política. Pero muchos siguen teniendo sus hijos de puta. Y ya
va siendo hora de que se libren de ellos.
11 comentarios:
Un articulo muy interesante. Felicidades.
Qué placer haber encontrado hoy este texto. Claro y constructivo. Nunca se repetirá lo suficiente la falacia de la neutralidad en los discursos históricos. Así que, volved a escribir sobre ello si es necesario. Muy bien traído el ejemplo de The Economist! Bravo.
Ante todo felicidades por el artículo. Suscribo cada palabra de lo que aquí se dice.
Por desgracia, cada bando compitió en salvajismo. La única diferencia fue que el vencedor. Lejos de intentar una reconciliación nacional incrementó la represión.
La guerra civil es un drama para el país que lo sufre. Y tenemos que conocer lo que ocurrió en los dos bandos para evitar a toda costa que se pueda repetir.
Interesente arículo, recordamos también que "Los muertos por Dios y por España" tuvieron derecho a ser exhumados por orden del 6 de Mayo de 1939 sin abonar “derechos sanitarios de ninguna clase”
Ha sido un placer leer el escrito y siento mi sentimiento y pensamiento completamente representado en él. Creo que va ha ser una referencia continua en muchas de mis posibles discusiones sobre la guerra civil española.
No podemso ser neutrales, claro que no.
Gracias.
María Torres
Nieta de un republicano español
Felicidades por esta reflexión.
No se puede decir más claro.
Se tiene la razón cuando: no se chilla, no se insulta y no se miente. Y este es el caso.
No hay que dar tantas explicaciones ni justificaciones. La verdad es tozuda y siempre sale a la luz. Ni olvido ni perdón, y mucho menos un paso atrás.
Salud.
Grande, muy buen articulo
Era esto precisamente lo que había que leer. Como bien escribió González Ruibal en el número dedicado a la Guerra Civil de la revista Complutum, no ser objetivos es hacerle un flaco favor a todo aquello por lo que luchamos.
Magnífico artículo,tanto en forma como en contenido.
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