Hoy hemos comenzado una prospección intensiva del entorno de Belchite. Nuestro objetivo es documentar trazas de la batalla de 1937. Pensamos que los restos serían más abundantes, aunque no muy espectaculares, pero el resultado es el contrario al que esperábamos. Poco objetos, pero llamativos.
El problema es que el entorno del pueblo viejo está muy alterado: las huertas se volvieron a arar tras acabar la guerra; se levantaron nuevos aterrazamientos; se rellenaron de escombros algunos campos. Es difícil encontrar objetos en su posición original, aunque algunos sí parecen estarlo: un par de casquillos percutidos de Máuser español, un pasador de la correa del Mosin Nagant, trozos de metralla, un fragmento de bomba de aviación, una espoleta... Todos ellos aparecen en un campo al este de la iglesia de San Agustín, la zona por la que entraron los brigadistas norteamericanos.
Los objetos más interesantes, sin embargo, nos los encontramos en un potente relleno de escombros a lo largo del canal que delimitaba el pueblo viejo. Los derrumbes de muchas casas fueron a parar aquí y en ellos se mezcla metralla y loza, casquillos y medicamentos, zapatos de niños, tinteros y balas: la vida civil y la militar. Es toda una metáfora de la guerra total. La guerra del siglo XX que borra la diferencia entre combatientes y no combatientes. O más bien la pulveriza.
Entre los escombros encontramos tesoros. Una moneda franquista de 25 céntimos de 1937 que perdió algún soldado durante el ataque republicano. Una granada de tonelete, que pudo usar cualquiera, sitiador o sitiado.
Pero hay otros tesoros que emocionan sin tener nada que ver con la guerra (o quizá por eso). De ellos os hablaremos en otra entrada.
2 comentarios:
Fantástico
Mi esposo es ahora mismo uno de los voluntarios, ¡Qué emoción todo lo que han estado encontrando!
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