de una de las galerías de acceso al Fortín 3.
Nuestras excavaciones en La Fatarella se centran en dos sectores de una misma posición: una trinchera en zigzag excavada en tierra y un cinturón defensivo situado a una cota más baja y compuesto por fortines de hormigón unidos por galerías y trincheras abiertas.
En concreto estamos excavando el que denominamos Fortín 3, siguiendo un plano levantado por las tropas italianas al acabar la Batalla del Ebro. Este fortín tiene dos troneras e igual número de puertas de acceso, que dan a galerías cubiertas. Las paredes del búnker muestran dos impactos de artillería, seguramente proyectiles disparados por carros de combate, y numerosas huellas de metralla. En una de las troneras recuperamos varias balas de 7 mm incrustadas en las maderas que se colocaban para absorber los impactos y evitar rebotes de disparos o metralla.
En concreto estamos excavando el que denominamos Fortín 3, siguiendo un plano levantado por las tropas italianas al acabar la Batalla del Ebro. Este fortín tiene dos troneras e igual número de puertas de acceso, que dan a galerías cubiertas. Las paredes del búnker muestran dos impactos de artillería, seguramente proyectiles disparados por carros de combate, y numerosas huellas de metralla. En una de las troneras recuperamos varias balas de 7 mm incrustadas en las maderas que se colocaban para absorber los impactos y evitar rebotes de disparos o metralla.
El interior del fortín ofreció apenas materiales. Con las galerías de acceso tuvimos más suerte. En una de ellas (la oeste) encontramos docenas de casquillos y cartuchos de Máuser alemán de 7.92 mm y de Maúser español de 7 mm, latas, una botella grande de medicina, un fragmento de una granada de fragmentación polaca wz 31 y una granada ofensiva completa (probablemente una polaca B-1).
La disposición de los materiales y la abundancia de munición usada por los franquistas hace pensar que se trata de basuras arrojadas después de la batalla por el ejército ganador. Una de las sorpresas fue encontrarnos con restos de la arpillera de un saco terrero. El hormigón del búnker recubrió el saco, lo que permitió su conservación.
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