Abril de 1937. Posiciones defendidas por el batallón Araba (AGMAV, M.24,8).
La detallista y anarquista reportera
de guerra Cecilia G. de Gilarte nos aporta una viva imagen del aspecto que
mostraban las trincheras del frente vasco en el invierno de 1937. La
estabilidad de primera línea acabó por generar todo un espacio doméstico
característico, una Gudarilandia de
refugios excavados en la roca. Así descríbe las posiciones del Batallón Isaac Puente de la CNT en las faldas del
monte Gorbeia (en Lezamiz y Urrutia 2015: 171):
Diez y ocho días llevan los compañeros del Isaac Puente en estas
posiciones y cada uno de acuerdo con su carácter se ha construido su habitación
con el máximo de comodidades posibles. Algunos
han agrupado sus viviendas formando una pequeña comuna. Otros se alejan de los
grupos y a medida que avanzamos hacia las posiciones, nos encontramos con
algunos compañeros que salen de sus “casas”, hundidas en la tierra. Nos miran
con curiosidad hasta reconocernos y nos saludan alegremente. Me parecen
pacíficos moradores de la caverna prehistórica y a darles este aspecto
contribuye grandemente la barba de dos semanas y, en algunos casos, las pieles
de oveja con que combaten el frío.
En su visita al frente cántabro
en el puerto de Los Tornos, Cecilia continúa con su querencia etnográfica y
hace hincapié en la calidad de los refugios improvisados por el también cenetista
Batallón Libertad: (en Lezamiz y
Urrutia 2015: 199-200):
Nos asombra la posición, por la fortaleza de su alambrado y la maestría
de sus refugios, pequeñas casas de ladrillos que la convierten casi en un
alegre pueblecito, del que se divisa una extensión grandísima.
Suelo de ocupación del nido y del tramo de trinchera excavado
por nosotros a día de hoy en La Avanzadilla.
En el caso del monte de San Pedro
no se ven ladrillos en superficie. Sí identificamos en planta cortes que se
tienen que corresponder con refugios, como los que se ubican entre la trinchera
de la Avanzadilla que estamos excavando y el precipicio que cae hacia tierras
de Lezama. En su magistral crónica sobre el Batallón Bakunin en estas tierras que pisamos, Cecilia nos habla de tiendas
de campaña que se lleva el viento, y de cabañas construidas incluso con sacos
terreros:
Más adelante, comienzan a oírse los tiros y entre las verrugas gigantes
del monte, destacan su blancura las tiendas de campaña […] Vamos en busca de Olmos, el comandante del
Bakunin, alma y orgullo del batallón, al decir de sus muchachos. Nos sorprende
encontrar desierta la hondonada donde él tenía emplazada su tienda de campaña.
Más arriba lo encontramos trabajando afanoso en la construcción de su nueva
vivienda, hecha de sacos terreros.
-¿Vas a construir un rascacielos?- le decimos.
-No sé si saldrá. Es un nuevo estilo que quizá haga más furor que los
cuadros de Picasso.
-¿Qué hiciste de la otra?- le pregunto.
-Se la llevó un buen día el viento. Desde entonces vagabundeo de una a
otra tienda, acogiéndome a la hospitalidad de mis compañeros.
Estamos ante un campamento habitado
durante escasos meses que deja una impronta efímera en la tierra, pero
permanente en la roca. Los gudaris y milicianos son cazadores-recolectores
seminómadas (cavernícolas que cambian de ubicación con los relevos) que se
mueven por el collado y las lomas del monte San Pedro, que habitan, armados,
eso sí, de materiales modernos como piquetas, paravientos, lonas y en el mejor
de los casos tiendas de campaña.
Suelo de ocupación del nido con los materiales en superficie.
El viento gélido y la lluvia
acaban con estos fondos de cabaña. Como en un poblado neolítico, las viviendas
van cambiando de ubicación en el asentamiento. Unas veces porque el viento
huracanado se las lleva. Otras porque la tempestad de la guerra acaba con
ellas:
AMURRIO. Ligeros fuegos de artillería por ambas partes. A consecuencia
de un disparo de mortero que ha caído sobre uno de nuestros refugios [del
monte San Pedro] tenemos que lamentar la
muerte de un teniente y dos milicianos, y heridos dos tenientes y cinco
milicianos (en Euzkadi Roja, 24
de enero de 1937).
Por mucha literatura y propaganda
con que se quiera decorar, fortificar y habitar estas posiciones en invierno
fue tremendo. Excavando la trinchera de la Avanzadilla a finales de octubre de
2016 podemos sentir la humedad en los suelos, la arcilla rojiza convertida en
cieno con la lluvia. La niebla, el frío, las heladas… Aquéllos que aquí
combatieron vivían eso, pero con hambre, con piojos, con diarios duelos
artilleros, con balas perdidas, con metralla, con amigos y compañeros que
saltaban por los aires.
Lezamiz, J. y Urrutia, A. 2015. Escritos de Cecilia G. de Guilarte. Segunda
República y Guerra Civil. Uno Editorial.
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